Que se maten ellos
Al lado de mi portal hay un bar argentino que sirve quilmes y unas empanadas de cebolla buenísimas. Es un bar muy pequeño, de ésos a los que hay que entrar de canto y sin respirar. Las empanadas las hace la madre del dueño todas las mañanas. Ella se llama Fernanda y él, Germán. Llegaron a España en el 2003, en aquella época en que los argentinos emigraban en tropel, desesperados, buscando cobijo a la sombra de los papeles de sus abuelos europeos. Eran malos tiempos para Argentina. Muy malos. Peores incluso que estos nuestros de ahora.
Esta semana, el cristal del bar de Germán ha aparecido destrozado y la fachada llena de pintadas. A alguien no le ha gustado nada la noticia de la expropiación de YPF y ha pensado que la culpa era de Germán. Muy lógico, sí. Es sabido por todos en el barrio que Germán, además de regentar su bar, también trabaja de vicepresidente del gobierno argentino los fines de semana.
No es una buena noticia la expropiación, ésa es la verdad. No lo digo porque sea un ataque contra los intereses españoles. Francamente, no sé yo hasta qué punto esto va a afectar a todos los españoles y no sólo a una élite de accionistas y gente en la sombra. Es una mala noticia porque los gobernantes están tirando de patriotismo cutre para tratar de implicarnos a todos, a la opinión pública, en una lucha que no es la nuestra. Aparecía en todos los informativos el ministro de Industria haciendo declaraciones amenazantes contra Argentina, equiparando los intereses de las empresas españolas con los intereses de España, con una más que evidente mueca de indignación. Yo lo miraba y me preguntaba: ¿Dónde narices estará toda esa indignación cuando los auténticos intereses de los españoles se pisotean en colegios y hospitales? ¿Dónde estará todo ese patriotismo exaltado cuando, de la noche a la mañana, un pensionista tenga que rascar el fondo de su cartera escuálida para pagarse las medicinas que necesita para no morirse? ¿No les duele en la bandera que los equipos de fútbol deban a su país 752 millones de euros y que las grandes fortunas se vaya de rositas al extranjero sin poner bote? ¿De verdad eso no les indigna?
Yo no sé si los chinos tienen la culpa de lo que ha pasado en Argentina, si el diseño milimétrico de la expropiación implica un ataque intencionado, tampoco sé si es justo o injusto. Lo que está claro es que Germán no tiene la culpa. No tiene sentido encender más el descontento general y ponerle una bandera encima. Por lo que a mí respecta, Argentina son Germán, Pablo, Olivia, Martha, Norberto, Sebas, Fleco, Estefa, Agostina, Paula, Pugliese, Cortázar, Subiela y Capussoto. Y los de arriba, que se maten entre ellos. A poder ser en una habitación cerrada y sin molestar.
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