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La censura de los pezones: cómo un tabú reciente amenaza con secar una fuente de placer

Un complejo incomprensible hace dos décadas ha cubierto con un velo de ignorancia esta pequeña región corporal. Es momento de sacarla de la oscuridad

pezon
Vizerskaya / getty

Las estatuas de la antigüedad pusieron una hoja, una mano o un trozo de tela para tapar los genitales. Pero nunca se taparon los pezones. Ni los de Hércules ni los de Afrodita. Más de 2.000 años después, Instagram los prohibió en sus fotos y el mundo se olvidó de que existían; una cultura pintada en píxeles nos los hurtó. Con su imagen se esfumó todo lo que esta pequeña —pero notable— región de la anatomía puede ofrecer en el terreno de la sexualidad. Que no es poco.

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No mucho tiempo atrás, semejante complejo habría sido incomprensible. Solo hay que asomarse a las series de televisión de finales de los noventa para comprobarlo. Valgan dos ejemplos. Uno: Samantha, el personaje de Sexo en Nueva York, habla a sus amigas de los pezones postizos como arma secreta para ligar, sin provocar escándalo alguno; dos, Jennifer Aniston, quien no necesitaba prótesis en Friends, compartía plano con la protuberancia debidamente marcada sin el menor sonrojo. En su momento resultó natural, dos décadas después tuvo que hacer declaraciones para justificarse. ¿Qué nos ha pasado?

Es obvio que los pezones tienen una connotación sexual. Y con razón. Según un estudio publicado en la revista The Journal of Sexual Medicine, estimularlo activa en algunas mujeres la misma zona del cerebro que el clítoris, la vagina y el cuello uterino. Aunque “mujeres y hombres sienten incremento de la respuesta sexual y la excitación con la estimulación del pezón”, recuerda Silvia Romero, médica y sexóloga, el efecto no es tan pronunciado en ellos: otra investigación publicada en la misma revista calculó que el 59,1% de las mujeres pedía la estimulación de los pezones durante el acto sexual, algo que solo reclamaba el 17,1% de los varones. Seis de cada diez mujeres por poco más de uno hombre y medio.

Romero asegura que hay razones fisiológicas de sobra para animarse a estimular esta zona —"es un punto de concentración de fibras sensitivas", dice—, pero no hay que olvidar que la excitación tiene que ver no solo con las reacciones del cuerpo, sino también con lo que se nos pasa por la mente. “En torno al pecho y el pezón radica también a nivel psicológico la idea de poder alimentar a la pareja al igual que al bebé. Se trata de un órgano muy sensual”. La lactancia erótica existe.

Numerosas pailas y surcos dan al pezón su aspecto rugoso. Entre ellos hay de 10 a 12 conductos por los que se canaliza la leche y, bajo la piel, numerosas terminaciones nerviosas que dan su sensibilidad a la zona.
Numerosas pailas y surcos dan al pezón su aspecto rugoso. Entre ellos hay de 10 a 12 conductos por los que se canaliza la leche y, bajo la piel, numerosas terminaciones nerviosas que dan su sensibilidad a la zona.George Mdivanian / EyeEm (Getty Images/EyeEm)

Curiosamente, el tabú de los pezones provoca que no les prestamos toda la atención que podríamos en el terreno sexual, pero al final nos centramos precisamente en su función sexual y olvidamos todas las demás. No somos realmente conscientes de cómo funciona un pezón. “Nos falta información sobre los pezones. Por ejemplo, sobre su diversidad (los hay de distintos colores, abultados, planos, incluso hundidos hacia dentro; situados sobre areolas circuladas u ovaladas, grandes o pequeñas...) y qué nos pueden indicar los cambios que experimenta”, sentencia por su parte la también sexóloga Arola Poch.

“Facebook tardó en permitir mostrar pezones femeninos dentro de representaciones artísticas o dando de mamar, y esto es una muestra de que valoraban el pezón femenino solo desde una visión erótica y no desde otras. Esa visión limitada de lo que es el desnudo humano, pensando que solo puede tener una interpretación erótica, creo que es la base de este tabú”, opina Poch.

Mucho más allá de los mordisquitos

“Los pezones pueden sufrir cambios de sensibilidad con los ciclos hormonales. Aumentan los niveles de estrógeno y progesterona, lo cual produce mayor turgencia y pesadez por la acumulación de líquidos, similar a la ingurgitación mamaria por acumulación de leche a los tres días del parto”, explica la sexóloga Silvia Romero. Pero hay mucho desconocimiento sobre las funciones asociadas al pezón, que acaba provocando que algunas personas sientan molestias ante su estimulación. Al final, dejan de hacerlo sin profundizar en los motivos.

Y es que a veces no todo es cuestión de la pericia del amante, sino también de saber qué prácticas sexuales pueden ser mejor recibidas según el momento. Aprender a dar placer en una zona tan sensible no es sencillo. El fetiche de amamantar nos puede llevar a succionar, lamer o morder, pero hay que saber encontrar el momento y la manera perfectos. Y al igual que el sexo no solo es cuestión de meter y sacar, la estimulación del pezón no solo es morder o pellizcar. “Se puede jugar con bebida o comida que se pone en el pezón para retirarlo con la boca”, apunta como posible idea la sexóloga. Y no se trata solo de estimular el pezón en los momentos previos, sino de saber estimularlos también durante el coito.

Todo depende de saber encontrar la perspectiva o la postura adecuada. Por ejemplo, aprovechar cuando se está a horcajadas o sentado frente a la pareja. “Los pezones admiten más o menos intensidad en la estimulación, habrá que adecuarla a cada momento y a cada persona. Hay mujeres que estando excitadas pueden aguantar e incluso buscar pellizcos o mordiscos más fuertes”, aporta Arola Poch.

Para niveles expertos o aventureros también existen múltiples herramientas centradas en el placer de esta parte de nuestra anatomía: no todos los juguetes sexuales están destinados a la zona genital. “Hay juguetes eróticos para estimular pezones, como las pinzas, por ejemplo, que pueden colocarse como complemento a una sesión de juego un poco más ‘dura’ o como decoración. Los lubricantes de sabores también pueden usarse para darle otro sabor al juego”, concluye.

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