Alpargatas, chanclas, menorquinas, náuticos... Los zapatos de verano a examen por los médicos de los pies
Los expertos dan su veredicto y explican en qué situaciones son mejores unos que otros
Como cada estación, el verano tiene su estilo propio, que va marcado, más allá de tendencias y modas, por el asfixiante calor. Esto afecta a cada una de las prendas que elegimos (cuanta menos tela, mejor), incluido el calzado, donde hay variedad para elegir: desde zapatillas deportivas hasta chanclas, pasando por las clásicas alpargatas, las menorquinas y los náuticos. Cada una con sus peculiaridades. Materiales diferentes, suelas de distinto grosor, diversas formas de sujeción… En definitiva, todo un universo. Pero, más allá de cómo combinen con el modelito del día, ¿cuál es la mejor opción para nuestros pies? Elegir mal puede pasarnos factura: causa dolor de rodillas, problemas de menisco, y males en la cadera y en la columna vertebral (como lumbalgias, ciatalgias y discopatía vertebral, entre otros). Para evitarnos el mal trago de renquear en el futuro, hemos puesto a expertos en podología y ortopedia a evaluar los modelos estivales.
Antes de su veredicto, unas pautas básicas. El calzado de verano debe ajustarse a unas reglas generales de adaptabilidad y salud, explica Santiago Nieto, secretario del Colegio Oficial de Podólogos del País Vasco: “Deben ser de materiales transpirables, tener un tacón con una altura entre 2 cm y 5 cm, y una suela con un mínimo de amortiguación (preferiblemente de caucho)”. Nada de zapatos completamente planos, duros y rígidos. Tampoco tacones demasiado altos. Con los primeros, “se genera demasiado impacto en el pie por el choque contra el suelo y se provoca un sobresfuerzo muscular en la zona posterior de la pierna”, aclara el experto. Los segundos “son demasiado rígidos y generan inestabilidad en el tobillo”, aclara Maite García, presidenta del Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV).
Alpargatas, una buena elección, aunque con matices. Son probablemente de los calzados favoritos del verano (hasta la duquesa de Cambridge las usa y de marca española) y reciben el aprobado de los expertos. Son más que aptas para los caluros días de julio y agosto, dice Nieto: “Están hechas de materiales naturales y transpirables como el cáñamo, el yute o la tela”. Y si las elegimos con suela de goma, todavía mejor. “Sobre todo si está previsto darle un uso intensivo durante las vacaciones y en entornos urbanos. Con este material ofrecen una mayor absorción del impacto del pie contra el suelo al caminar”. Aun así, el experto recomienda limitar su uso a circunstancias más casuales (ir a tomar algo, quedar con amigos...) y no usarlas para patearse una ciudad. Sobre la altura, ya sabemos lo que hay: entre 2 cm y 5 cm. Son las medidas que “favorecen la estabilidad corporal y evitan la sobrecarga de la musculatura”, dice el experto, quien añade que lo mejor es que “sean de base ancha y no muy puntiagudas, para que proporcionen una mayor estabilidad, evitando así la aparición de patologías del pie que podrían llevar a la necesidad de tratamiento podológico”.
Una buena sandalia debe tener tiras que sujeten bien el talón y la zona dorsal del pie.
Sandalias y menorquinas, el paradigma del zapato “anti-calor”. Tienen sus pros y sus contras y depende principalmente del tipo de modelo. Aquí lo importante es la sujeción: “Debe tener tiras — que pueden ser cordones o velcros— en el talón y en la zona dorsal del pie para estar bien agarrado”, dice la farmacéutica y ortopeda Leire Azkona. Es la única forma de evitar que el pie baile dentro de la sandalia y ahorrarnos las incómodas rozaduras. García coincide y recomienda especialmente los modelos de que tienen la parte del empeine regulable a los diferentes anchos del pie: “Hay que tener en cuenta que en verano, al final del día, el pie suele estar más dilatado, y estos se adaptan a esta circunstancia, evitando así presiones innecesarias que pueden dificultar la circulación sanguínea”.
Náuticos, un clásico del ‘look’ masculino. Cuenta con muchas ventajas, según Nieto: “Cumplen con varios de los requisitos que los hacen idóneos para el verano. Lo primero, tienen suela de goma o caucho, que les proporciona una buena amortiguación. Además, están fabricados normalmente en piel, lo que les confiere una buena transpiración”. En cuanto a los distintos modelos, es mejor optar por los que tienen cordón, “ya que ofrecen mayor sujeción y evitan posibles roces o desplazamientos del pie al caminar”, añade. En definitiva, obtienen el visto bueno.
Chanclas, única y exclusivamente para la playa y la piscina. Los expertos en la salud del pie lo repiten cada año: este tipo de calzado no es bueno. Producen lesiones en las articulaciones como la fascitis plantar, que es una inflamación de un tejido fibroso situado en la planta del pie, y favorecen al desarrollo de lesiones como los dedos en garra, juanetes o metatarsalgias. Lo explica nieto: “Es un calzado que cuenta con escasa sujeción al pie, obliga a que los dedos vayan haciendo una garra excesiva, favoreciendo la deformidad de los mismos si se usan demasiado. Por eso solamente lo recomendamos para el entorno de playas y piscinas, y en trayectos cortos”. De hecho, si el trayecto a la playa es largo, el experto recomienda hacerlo con otro calzado y ponerse las chanclas al llegar al destino.
Zueco y mules, otra mala idea. Con este tipo de calzado ocurre lo mismo que con el anterior. “La mayoría de los modelos no sujetan adecuadamente los pies, ya que están abiertos por detrás. Esta característica hace que el pie baile dentro, lo que favorece los tropiezos y torceduras”, aclara Azkona. Además, la mala sujeción hace que hagamos mucho esfuerzo con los dedos, como en el caso de las chanclas. El resultado: dedos en garra, juanetes... En definitiva, misma historia.
Deportivas, la opción ganadora. Los expertos coinciden en señalarlas como el modelo que reúne todas las condiciones que debe tener el calzado estival. Sobre todo en cuanto a la transpirabilidad: “La cumple con esta característica, aunque es aconsejable no usar la misma que para la práctica deportiva, ya que la sudoración del pie puede ocasionar la aparición de infecciones por hongos. También se recomienda el uso de calcetines de algodón”, comenta Elena Isla, médica de la Unidad de Medicina del Deporte del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja. Otra de las ventajas es su suela. Muchos de los modelos tienen tecnología memory foam, una espuma de poliuretano viscoelástica que responde a los cambios de temperatura y se adapta a la forma del pie aportando mejor soporte y comodidad. Podemos mejorarla aún más, dice Nieto, si elegimos una ligera y fabricada en piel porque “transpirarán mejor”. Evitemos, en cambio, las que van forradas en poliamida, un material que hará que nuestros pies no paren de sudar.
No todo es cuestión de modelos, también hay que tener en cuenta las circunstancias en las que vayamos a usarlos. Hay calzados más y menos adecuados para cada una de ellas. Lo explican los expertos.
Para viajes en trenes, aviones o autobuses, lo mejor es la comodidad. “Después de muchas horas sentados, los pies y los tobillos tienden a hincharse. Lo mejor es elegir un calzado flexible y regulable”, comenta García. Azkona insiste en que la comodidad debe ser la prioridad, además de optar por modelos fabricados en materiales naturales que permitan que el pie respire: “El uso prolongado de zapatos de materiales sintéticos puede provocar maceraciones en la piel debido a la humedad que se genera, un efecto que se acentúa con el calor del verano”.
Para conducir, con el tobillo a buen recaudo. “Aunque no lo parezca, la elección del calzado que se utiliza para conducir es muy importante tanto la salud del conductor como para la seguridad, ya que contribuye a reducir el cansancio y facilita las maniobras necesarias para la conducción”, explica Azkona. Lo ideal es “buscar uno cuya suela no sea demasiado alta, para que el contacto del pie con los pedales sea lo más próximo posible. Debe ser cómodo y flexible, que no apriete pero sí se ajuste al pie y no se mueva”, añade Azkona. La predilección de los expertos son las deportivas. Nada de chanclas ni tacones: “Las primeras no sujetan bien el pie y las segundas fuerzan la postura”, continúa esta experta. Y aunque no estén prohibidas como tal, usarlas puede dar lugar a multa, según la normativa de la Dirección General de Tráfico: “En aquellos casos en los que impidan la libertad de movimientos del conductor, el control del vehículo o generen peligro para el piloto o el resto de los usuarios de la vía”.
Para hacer turismo, mejor algo ya usado. No nos referimos a un calzado vintage, sino a uno al que nuestro pie ya esté acostumbrado, explica Isla: “Independientemente del modelo, debe ser un par que se haya utilizado con anterioridad y que, además, resulte cómodo, flexible y transpirable, para evitar así que se produzcan ampollas y otras lesiones”. A mayor suela, más amortiguación, dice Nieto, quien recomienda deportivas con cámara de aire o similares. García coincide: “Para caminar, lo mejor es un zapato cerrado que dé estabilidad y sujeción”.
Para ocasiones especiales, una pequeña tregua con los tacones. Siguen siendo odiados por los expertos, pero si no queda otra opción, Gracia recomienda reservar su uso para ocasiones puntuales (cenas, cócteles...) y siempre un modelo “que sujete muy bien el antepié y el tobillo y tenga con el tacón lo más recto posible”. Nada de tacones de aguja ni tampoco las plataformas rectas: “Últimamente se han puesto muy de moda y son totalmente desaconsejables, tanto por su rigidez como por la inestabilidad que confiere al tobillo”, apunta García. El calzado masculino para este tipo de ocasiones aprueba “siempre que sean cómodos, fabricados en piel natural y de suela flexible. Es importante, eso sí, elegir diseños que favorezcan la transpiración”, añade Azkona.
Elijamos los que elijamos, al final del día lo más importante es “descalzarnos al llegar a casa”, comenta Maite García y concluye: “Es el mejor remedio para devolver el confort a los pies en esta época del año”.
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