‘Campesinas’ y ‘Ruralismo’: olvidar qué fue el mundo rural para poder reinventarlo

“Siempre me sentí orgullosa de mi madre y de sus hermanas, de su fuerza, de que fueran capaces de crear nuevas reglas de vida para ellas mismas”. La frase con la que termina Campesinas podría estar al inicio de Ruralismo. Es interesante cómo estos dos libros dialogan tan bien, matizando, revisando e iluminando. El mundo de ambos textos está separado por casi un siglo y quedan claras dos cosas. La primera es que la nostalgia necesita un total desconocimiento del pasado para poder construir su relato idílico. La segunda es que quizá la esperanza también precisa tener enjaulada la memoria. El pasado nos sostiene cuando miramos al futuro.

Campesinas. La historia de nuestras abuelas retrata la historia de las mujeres en el campo polaco durante la primera mitad del siglo XX. Con un estilo sobrio, casi documental, Joanna Kuciel-Frydryszak construye su texto a través de testimonios familiares y material de archivo: cartas, diarios o informaciones periodísticas. La estructura es temática, desde las condiciones del trabajo al matrimonio o la maternidad pasando por las diferentes huidas posibles: entrar a servir en una casa, escapar a la ciudad o migrar a otro país. Son historias familiares para cualquier persona que haya tenido contacto con el campo español hasta la llegada de la democracia.

La vida de las mujeres estaba ligada al lema “niños, cocina, iglesia”, lo que limitaba su presencia en el espacio público al trabajo infatigable e invisible. Las jornadas laborales comenzaban con el ordeño, antes de amanecer, y terminaban cuando el resto de la casa descansaba cosiendo, cocinando o limpiando. En medio, la marginación de ser consideradas prescindibles, la servidumbre de los matrimonios concertados y la posibilidad alta de sufrir abusos sexuales desde la infancia. A pesar de la romantización, la miseria económica no produce nada bueno.

La mitificación de la abnegación femenina, celebrada por la publicidad del día de la madre, es heredera de ese mundo en el que la mujer es garante de la felicidad ajena. “Una buena madre y ama de casa no solo organiza el hogar sino también es responsable del ambiente que en él reina. Debe esforzarse al máximo para que la vida de la familia en la casa resulte placentera. No quejarse, no protestar, acatar”, sostenía un manual de comportamiento.

La grieta de luz la proporciona la capacidad de resistencia y rebelión. Además de las diversas huidas, la principal forma de decir que no era buscar un futuro mejor para sus descendientes a través de la formación o la migración que tejían un muro de silencio sobre todo lo que se había dejado atrás. Ese es el punto de partida de Ruralismo, un libro luminoso no sólo sobre el posible retorno a la vida campesina, sino a la extensión de un modo de entender las relaciones humanas. ¿Por qué sabemos tan poco de la vida de nuestros ascendientes rurales? Porque su vida era terrible. Quisieron cuidarnos con el olvido. Ahora podemos volver de otra manera.

Vanesa Freixa construye su propuesta con una primera persona que combina la nostalgia con el entusiasmo. El elogio del reposo, la calma o la virtud del no necesitar se mezcla con la confianza en que el campo es depositario de un saber ancestral. Los pasajes líricos, casi panteístas, donde la tierra es una llamada interna o un modo de comunicación con los que ya no están, se mezclan con la energía de la parte más reflexiva o reivindicativa donde se critica dos miradas habituales sobre el medio rural: los que quieren explotarlo y los que quiere conservarlo. A ambos, la gente del lugar les sobra.

Cuál sería nuestra capacidad de resistencia en una crisis alimentaria, se pregunta. A corto plazo, ninguna, responde. Nos mataríamos para conseguir la comida que produce, en nuestro país, el 1% de la población. Parece una visión apocalíptica, pero los precios de los alimentos han aumentado un 35% desde 2019 y el suelo agrícola también está teniendo un boom. Su propuesta es huir del agronegocio intensivo y crear modelos descentralizados y autónomos. Pero no se queda ahí. Para ella, el ruralismo es algo que podría trascender y llegar al medio urbano primando la actividad primaria de proximidad. Parece algo utópico en medio de una crisis de vivienda, pero quizá necesitamos de esa visión para salir de la desesperanza a la que nos somete la economía.

Campesinas. La historia de nuestras abuelas

Joanna Kuciel-Frydryszak
Traducción de Teresa Benítez
Temporal, 2025
480 páginas, 25,90 euros

Ruralismo. La lucha por una vida mejor

Vanesa Freixa Riba
Traducción de Carlos Mayor
Errata Naturae, 2025
192 páginas, 20 euros