Narradores de otra especie: animales, plantas, ríos y montañas cuentan sus historias
Los personajes no humanos se erigen en protagonistas de relatos y ensayos. Por medio de sus voces, los escritores reflexionan sobre cuestiones universales
Visto el caso de que “su mera aparición hacía que la fruta verde madurase al instante hasta el punto de pudrirse”, parecía escrito que su Excelencia capitanearía para siempre los destinos de la nación. Pero no: al fin, el Viejo Caballo ha sido depuesto. Tras el curso de no una, ni dos, ni tres sino cuatro décadas enteras de liderazgo absoluto, los habitantes de Jidada, un rincón inventado de África con un parecido ciertamente razonable con Zimbabue, se disponen a encarar la transición hacia un régimen democrático. Como el mesiánico dictador, jamelgo entrado en años, los ciudadanos de aquel país ostentan formas animales: perros, gatos, vacas, cerdos, gansos y otras suertes de criaturas de granja. La diáspora tiene rostro de cabra, Destiny, que hace tiempo partió de Jidada en busca de otro futuro, y a su vuelta recupera el relato silenciado de las hembras.
En Gloria (AdN), la colorista novela en la que NoViolet Bulawayo coloca la historia reciente de su país frente al espejo deformante de la sátira, los ecos de Rebelión en la granja, de George Orwell (recién reeditado por Libros del Zorro Rojo e ilustrado por Enrique Breccia), resuenan altos y claros. Pero como explica Bulawayo, finalista del Premio Booker 2022 por este título —parte de una nueva hornada de obras protagonizadas por personajes no humanos—, su principal referencia a la hora de conferir la animalidad a sus personajes fueron las fábulas con las que su abuela estimulaba su fantasía infantil. “Crecí dando por hecho que las historias se pueden contar usando prácticamente cualquier cosa. Aunque Gloria interpela a Rebelión en la granja, nació de ese paisaje particular. Dudo que tuviera este tipo de imaginación y que hubiera escrito esto sin la influencia de las fábulas”, apunta la autora en un correo, para añadir: “Creo que cuando el lector se acostumbra al hecho de que los personajes son animales, puede leer Gloria como cualquier otra historia que hable de lo humano. Dicho esto, creo que hay un poder universal que emana del uso de los animales, y que parece contribuir a la recepción de la historia”.
“Hay un poder en estos personajes que ayuda a la recepción de la historia”, asegura NoViolet Bulawayo
Concebidos muchas veces con una vocación didáctica, la tradición de los relatos con otras especies es vasta y añeja. En las fábulas, la prosopopeya contribuye a la difusión de las moralejas. Al fin y al cabo, se trata de divagar de lo humano, de compartir una sabiduría que parece trasladarse mejor contenida en cuerpos distintos a los nuestros. Con clásicos rescatados como Flush, de Virginia Woolf (del que Penguin prepara una próxima reedición en formato de bolsillo), y los cuentos de buitres, chacales y ratones de Franz Kafka (Arpa editará Cuentos de animales en febrero de 2024) entre sus filas, esta narrativa goza de una salud especialmente férrea en el ámbito de la literatura infantil. Pero no escasean las propuestas para adultos. Blackie Books acaba de sacar El gran libro de los pájaros, un volumen con decenas de textos antiguos e inéditos, de escritores desde Emily Dickinson a María Sánchez, donde las aves definen el leitmotiv de cada relato o poema. “Nos hemos dado cuenta de que la mayoría de estos textos están escritos por mujeres”, comenta Jorge de Cascante, coeditor de este y otros recopilatorios dedicados a perros y gatos, a quienes sitúa como los animales más populares de la literatura junto a otro quizá más inesperado: las ratas.
Con este título, coinciden en las librerías otras obras donde la fauna no solo se emplaza como el objeto de las historias, sino —al igual que ocurre en Gloria— como un sujeto parlante: desde los cuentos de Desde el otro lado (Alfaguara), donde Bernardo Atxaga infunde raciocinio y verbo a un búho, una serpiente o una ardilla hasta la historia basada en hechos reales de Badaq (Plaza & Janés), de Carlos Bardem, donde el flujo de consciencia de una rinoceronte repasa su traslado forzoso desde la selva indonesia a las intrincadas calles del Madrid de finales del siglo XVI. En esta literatura de lo no humano, el papel del narrador no se limita a los animales: La tribu de los árboles (Galaxia Gutenberg), de Stefano Mancuso, cede la palabra a unos árboles. Más allá de la vida en su acepción biológica, libros como El reemplazante (Caja Negra), de Alexandre Laumonier, amparan otro punto de vista muy contemporáneo: el de las inteligencias artificiales.
¿Casualidad, curiosidad, tendencia? Para Atxaga, que publicó en euskera alguno de los cuentos que componen Desde el otro lado hace casi 40 años, esta concurrencia de títulos podría explicarse por el imperio de “lo anecdótico” en nuestra sociedad. Pero en lo que se refiere a su particular uso de voces no humanas, el premio Nacional de las Letras de 2019 asegura que se trata de un recurso no solo premeditado, sino muy cargado de intencionalidad. “Un escritor trata de utilizar el lenguaje de forma que signifique lo más posible, que implique al lector lo más posible, que apele a su imaginación”, señala al teléfono. “Si una serpiente habla, o si un fantasma habla, todo lo que tiene lenguaje afecta al ser humano, porque lo fundamental de lo humano es el lenguaje”.
En los cuentos de Atxaga, como en las fábulas, cada animal representa ciertas cualidades humanas. La serpiente es taimada; el búho, sabio. NoViolet Bulawayo eligió qué especie encarnaría cada uno de sus personajes basándose en las proyecciones que las personas hacemos de nuestras pasiones. “Estaba limitada por el hecho de tratar solo con animales de granja, así que tuve que representar el poder a través de los más robustos, los caballos”, ilustra. “Del mismo modo, el trabajo de las fuerzas de seguridad recayó en los perros, que pueden personificar la violencia de una forma creíble, mientras que el carácter nómada de Destiny encajaba con las características de una cabra. También tomé otras decisiones basándome en mis sentimientos, en lo que creía adecuado o interesante”.
En Badaq, una rinoceronte se presenta como la voz de la conciencia no adulterada por la mezquindad humana. Como ocurre con el perro de Flush, su perspectiva está dominada por los sentidos y las pulsiones: el frío, los olores, los movimientos intestinales, su anhelo de convertirse en madre. “La fábula es un género que exige suspensión de la realidad y se adentra en lo fantástico: el animal si habla es para denunciar el comportamiento errado, egoísta, depredador y codicioso de los hombres”, explica el autor, Carlos Bardem, por e-mail. Como diría Simone Weil, “escuchar a alguien es ponerse en su lugar mientras habla”. “La novela nace de mi intención de reflexionar sobre la, a mi juicio, nefasta relación entre humanidad y naturaleza”, añade Bardem, que piensa que estas miradas al mundo animal no surgen de la nada: “Vivimos tiempos de ecoansiedad, y volver los ojos y dar voz a la naturaleza es una forma de ecoesperanza”.
Bajo la espada de Damocles de la emergencia climática, proliferan los ensayos que abordan la cuestión de la históricamente infravalorada inteligencia animal. La filosofía se atreve a antropomorfizar a las bestias, subrayando cualidades que creíamos que nos eran exclusivas. Las historias que John Berger escribió en el recientemente publicado Por qué miramos a los animales (Alfaguara) se proponen sacar a los bichos de su encasillamiento como juguetes y personajes de cuentos para niños. En Perros de paja (Sexto Piso), John Gray explora el vínculo primordial entre los seres humanos y el resto de la naturaleza que postula el animismo, al tiempo que transita la historia del pensamiento y el arte para derribar presuposiciones sobre el significado de ser humano.
“Todo lo que tiene lenguaje afecta al ser humano”, dice Atxaga, “porque lo más humano es el lenguaje”
El misterio último (Errata Naturae), de Jeremy Narby, halla en la investigación científica la confirmación de las intuiciones atávicas de los chamanes: que los animales, y también las plantas, piensan y sienten. Que, como las personas, están capacitados para hacer de protagonistas de sus propias historias. “En las culturas occidentales y racionalistas se había puesto al ser humano por encima de todo lo demás y la inteligencia era, supuestamente, una capacidad única, una especialidad humana”, detalla el antropólogo en una videoconferencia, donde pone en énfasis en el lastre que ha supuesto la indefinición del propio concepto de inteligencia. Su libro, publicado originalmente en 2005, propone un viaje a través de medio mundo tras la pista de especialistas en animales y vegetales. Y concluye que los recientes hallazgos corroboran las facultades de pájaros, insectos, plantas e incluso mohos unicelulares. “Estamos despertando de una pesadilla materialista de 350 años y de un mundo muerto”, advierte Narby. Un universo vivo y mutante se está desperezando y por él transita el chileno Simón López Trujillo en El vasto territorio (Caja Negra), libro en el que describe —por medio de voces humanas y no humanas— los efectos sobre la psique de un extraño hongo surgido en un monocultivo de eucalipto que anticipa una nueva convivencia entre especies.
Una de las figuras más destacadas en el estudio y divulgación de la inteligencia de las plantas, el botánico italiano Stefano Mancuso, publicó hace unos meses su primera novela: La tribu de los árboles, cuyos protagonistas son, como el título indica, un grupo de árboles. “Quería escribir una novela que todo el mundo pudiera leer, sin terminología científica y fácil incluso para los más jóvenes”, comentó en una entrevista con Babelia. Como la rinoceronte de Bardem, los árboles de Mancuso, que buscan respuesta a los virulentos fenómenos meteorológicos que ponen en riesgo su supervivencia, ejercen de portadores de una verdad incómoda. “Para la ciencia, el calentamiento global es el mayor problema que la humanidad ha tenido que enfrentar en toda su historia”, subraya. “Aunque cada vez vemos a más jóvenes interesarse por estos problemas, me da la impresión de que el porcentaje general es muy bajo”.
No solo los seres vivos, sino también los objetos que consideramos inertes acaparan la atención de los escritores. En un cuento de Atxaga habla una estrella y en otro, un espectro. En Rombo (Periférica), Esther Kinsky recrea a través de testimonios personales los efectos de dos terremotos ocurridos en los años setenta en la región italiana del Friul, y ofrece espacio de expresión a las plantas, animales, ríos y rocas. Y en la fenomenal El cielo de la selva (Lava), de Elaine Vilar Madruga, es la selva cruel y sanguinaria la que se revela como el personaje principal de la historia, engulléndolo todo. Fuera del ámbito de la literatura, se repiten los mismos patrones: el cantante de Manel, Guillem Gisbert, acaba de sacar una canción —Les dues torres— en la que dos edificios barceloneses mantienen una conversación; en la obra de teatro Iribarne, de Esther F. Carrodeguas, triunfó el hilarante monólogo de una bandera rojigualda que, desesperada, intenta prenderse fuego por no poder gustar a “todes”; y en una de las exposiciones del año, Enredos, las esculturas espongiformes de Eva Fàbregas, concebidas como organismos vivos, se colaban por las rendijas del Centro Botín de Santander en un baile con las piezas de otros creadores. “Una cultura no puede separarse de los materiales que la caracterizan; cuando una parte significativa de estos es olvidada, nuestro conocimiento de aquella se resiente enormemente”, anota la filósofa Laura Tripaldi en Mentes paralelas. Descubrir la inteligencia de los materiales (Caja Negra), un libro que vuelve a poner en jaque la definición de inteligencia al tiempo que aspira a despojar a los materiales de su condición de sujetos pasivos.
Carlos Bardem: “El animal habla para denunciar el comportamiento depredador del hombre”
Primero como conjetura y ahora como indagación de la realidad, la ciencia ficción ha explorado muchas veces la intersección entre la vida biológica y la de las máquinas. Si en muchas obras los robots poseen una presencia física, en El reemplazante, de Alexandre Laumonier, es un algoritmo incorpóreo (como incorpóreo es el holograma con el que la artista Alicia Framis ha anunciado que se casará) quien hace las veces de narrador. Lo que describe, en un tono perfectamente aséptico, es la evolución de la Negociación de Alta Frecuencia (High Frequency Trading o HFT en inglés), un tipo de negociación algorítmica de los mercados financieros caracterizada por su trepidante velocidad. “Empecé a escribir como humano, como un banquero que cuenta la intrahistoria del HFT, pero no funcionó”, relata en un e-mail Laumonier, que ha firmado más títulos sobre este tema no traducidos al castellano. “Así que tuve esta ¿loca? idea de escribir con un algoritmo como narrador: Sniper, un algoritmo real usado hace años, cuando el trading se volvió electrónico. El resultado fue una especie de trabajo algorítmico: leí miles de páginas sobre HFT y las escupí en un pequeño libro. Es lo que hacen algunos algoritmos: coger datos para hacer algo”.
Si las personas recurren a autómatas para departir de sus asuntos, ¿podrán algún día estas entidades contar sus propias historias? Como señala Laumonier, al menos hasta nuevo aviso los sistemas de inteligencia artificial están creados y controlados por seres humanos. “Hace falta gente para crear los códigos”, resume. O, lo que es lo mismo: “La inteligencia artificial no genera inteligencia artificial”.
Gloria
Traducción de Sonia Tapia
AdN, 2023
432 páginas, 23,95 euros
Desde el otro lado
Alfaguara, 2022
216 páginas, 17,90 euros
Badaq
Plaza & Janés, 2023
304 páginas, 20,90 euros
El misterio último
Traducción de Silvia Moreno Parrado
Errata Naturae, 2023
314 páginas, 22 euros
Por qué miramos a los animales
Traducción de Abraham Gragera
Alfaguara, 2023
168 páginas, 18,90 euros
Perros de paja
Traducción de Albino Santos Mosquera
Sexto Piso, 2023
240 páginas, 20,90 euros
El vasto territorio
Caja Negra, 2023
130 páginas, 14,78 euros
El cielo de la selva
Lava, 2023
352 páginas, 20,90 euros
El reemplazante
Traducción de Margarita Martínez
Caja Negra, 2022
360 páginas, 22,43 euros
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