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John Gray, filósofo: “Occidente tiene una visión falsa de Hamás, como movimiento anticolonialista. Está más cerca del terrorismo islamista”

Siempre a la contra, el autor de ‘Perros de paja’, uno de los pensadores políticos más influyentes de las últimas décadas, analiza el conflicto israelí y afirma que el populismo es una reacción a las políticas liberales

John Gray
El filósofo John Gray, fotografiado en Bath (Reino Unido), el día 6.Ione Saizar
Rafa de Miguel

Hay una cierta coherencia en la idea de nadar siempre a contracorriente. En la persistencia de un discurso contestatario frente a las ideas de moda, aunque los cambios de opinión acaben reflejando paradójicamente una imagen de incoherencia. Así es John N. Gray (South Shields, Reino Unido, 75 años), uno de los pensadores políticos y filósofos más influyentes y leídos en las últimas décadas.

Defensor a ultranza del pluralismo de valores que contiene el liberalismo de Isaiah Berlin —con quien coincidió en Oxford, y cuya obra fundamental contribuyó a editar— frente al liberalismo legalista y universal de John Rawls; partidario de Margaret Thatcher hasta que se convirtió en su mayor detractor por el daño que sus políticas ocasionaron a clases medias trabajadoras del norte de Inglaterra, como eran sus propios padres; ferviente seguidor del Nuevo Laborismo de Tony Blair hasta hundirse en la decepción por el modo en que el laborista abrazó el consenso económico neoliberal, o proselitista del Brexit, la expresión evidente, según el filósofo, de que las élites liberales fueron incapaces de entender el pulso de la sociedad a la que pretendían gobernar.

Gray vive retirado en la más francesa de las ciudades inglesas: Bath, a poco más de una hora de Londres. Desde la pandemia, sus desplazamientos a la capital británica son mucho más esporádicos. La conversación con EL PAÍS tuvo lugar el día 6 en uno de los bellos cafés que se esparcen por el centro de la villa [posteriormente, la entrevista fue actualizada por teléfono tras el ataque de Hamás a Israel, pero antes de la matanza del hospital Al Ahli al Arabi, en Gaza]. Es de naturaleza protestona, que esconde sin embargo generosidad. Generosidad con su tiempo y con su esfuerzo. A regañadientes, acaba adoptando todas las poses que reclama la fotógrafa. De modo gradual pero acelerado, responde a todas las preguntas que plantea el entrevistador. Ofrece las suyas propias. Y tiene una visión original y provocadora, siempre articulada, ante todos los desafíos a los que se enfrenta el mundo: las atrocidades de Hamás en Israel y el bombardeo de Gaza. La invasión de Ucrania. La crisis de las democracias liberales. La deriva inquietante de Estados Unidos. O la irrupción de la inteligencia artificial.

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Se cumplen 20 años de la publicación en español de Perros de paja. Reflexiones sobre los humanos y otros animales, y Sexto Piso lo ha reeditado. Una de las piezas más aclamadas de Gray, en la que revuelve el pensamiento convencional del lector al desafiar la “religión” del humanismo y el progreso en la que se asientan el liberalismo o el marxismo y refuta la idea de que los seres humanos sean realmente distintos, en su importancia y trascendencia, al resto de los seres que habitan el planeta. Gray defiende sin matices todo lo que afirmó hace dos décadas, e incluso recopila ejemplos históricos acumulados durante todo ese tiempo que confirman su pesimismo racional, y su descreimiento en la idea de que existe algo llamado progreso.

Pregunta. Debo comenzar esta entrevista preguntándole por el ataque de Hamás en Israel y la respuesta en Gaza del Gobierno israelí. ¿Hay un antes y un después?

Respuesta. Las atrocidades cometidas por Hamás suponen los peores ataques sufridos por judíos desde el Holocausto, y por ello tendrán un profundo impacto en Israel y en los judíos de todo el mundo. La percepción entre los liberales occidentales ha sido una percepción falsificada. Han visto a Hamás como a un movimiento de liberación nacional como los de los países del tercer mundo, un movimiento anticolonialista. Su comportamiento en Israel ha demostrado que tienen mucho más en común con movimientos yihadistas como el ISIS o Al Qaeda.

P. ¿Cree que la respuesta de Occidente ha sido diferente esta vez?

R. En Occidente sigue habiendo una fuerte tradición cultural en torno a la colonización y la descolonización. Y esta es la lente a través de la cual gran parte de la opinión pública occidental percibe lo que está ocurriendo en Israel. Es algo muy enraizado, y en los próximos meses —porque esto durará meses— la corriente de simpatía del mundo irá virando desde Israel hacia los palestinos. Es una respuesta muy equívoca la que estamos viendo, y creo que irá siendo gradualmente más hostil hacia Israel. Y parte de la tragedia de este cruel conflicto es que supone un completo desastre para el proyecto de un Estado palestino.

John Gray, fotografiado en la ciudad británica donde vive, Bath, el día 6.
John Gray, fotografiado en la ciudad británica donde vive, Bath, el día 6.Ione Saizar

P. Han pasado 20 años desde que escribió Perros de paja, donde desmontó la idea de que los humanos fuéramos diferentes al resto de las especies del planeta Tierra, y en el que arremetió contra la visión optimista del humanismo. ¿Se reafirma?

R. La idea de una humanidad, de hablar de la humanidad como una entidad, como un sujeto único capaz de elegir, me sigue pareciendo absurda. Por ejemplo, cuando escuchas eso de que aún estamos a tiempo de evitar el cambio climático. ¿Estamos? ¿Quiénes? ¿Los que estén en ese momento sentados en esa sala? ¿Un grupo de periodistas muy progresistas? ¿Unos políticos oportunistas? ¿EE UU, que dentro de dos años puede ser gobernado por Donald Trump? ¿China, que invierte enormes cantidades en energías renovables pero también en nuevas minas de carbón? La humanidad me sigue pareciendo un mito.

P. No cree usted en el progreso fuera de la ciencia o de la tecnología.

R. El progreso, en lo que se refiere a la política, la ética, incluso a la propia civilización, corre siempre el riesgo de perderse. Lo logrado en una o dos generaciones se puede perder en un abrir y cerrar de ojos. En unos pocos meses o en unas pocas semanas. Como ya sabrá, me opuse a la invasión de Irak antes de que ocurriera. Escribí entonces una parodia de humor negro llamada Una defensa modesta de la tortura. Jugaba con la misma ironía que empleó Jonathan Swift cuando dijo aquello de que la solución a la hambruna en Irlanda era obvia: los irlandeses tenían que comerse a sus hijos. Yo sugerí que el derecho a ser torturado debía ser un derecho humano. Se tachó de cinismo nihilista. Luego llegó Abu Ghraib, y responsables políticos de EE UU defendiendo el waterboarding [el submarino, una sensación provocada de ahogamiento al cubrir con un pañuelo la cara del detenido, tumbado bocarriba en una tabla, y verter agua en su boca y nariz] y otros tipos de tortura para los terroristas que habían capturado. La rehabilitación de la tortura por parte de la democracia liberal más importante del mundo.

P. Nunca ha puesto usted en duda la amenaza real del calentamiento y el cambio climático. Pero es mucho más crítico con los objetivos políticos adoptados en la última década.

R. No solamente es una amenaza real, sino que se está acelerando. Y, en segundo lugar, es el resultado claro de la acción humana. Pero no lo vamos a poder resolver únicamente con la transición a energías renovables. Requerirá probablemente de nuevas tecnologías energéticas, como una nueva generación de nucleares. El objetivo de cero emisiones es un ejemplo muy interesante para mostrar que vivimos en la era del absurdo. Se asumió este compromiso cuando la infraestructura necesaria no estaba aún preparada. Antes de que las tecnologías necesarias estuvieran listas. O antes de disponer de las suficientes materias primas para todas esas baterías. Sin tener en cuenta la realidad geopolítica de que la mayoría de esos materiales estén controlados por China.

P. El problema está en que cualquier crítica a la estrategia medioambiental acaba convirtiéndose en un arma política, especialmente por un tipo de derecha que acaba cayendo en el negacionismo.

R. El hecho de que sea utilizado como un arma política no se debe únicamente a la estrategia de la derecha. Deriva del hecho mismo de que no son medidas con legitimidad democrática. No pueden ser democráticas porque gran parte de sus costes recae en la gente más pobre. ¿Qué cree que provocó en Francia la revuelta de los chalecos amarillos? Un incremento en los precios de la energía.

P. ¿No se cuela la demagogia en un debate tan importante?

R. Los liberales creen que el debate ha sido ocupado por los demagogos. Claro que sí. Siempre ha habido demagogos. La pregunta que hay que hacerse es por qué ha ocurrido esto. La respuesta es que la izquierda y el centro han dejado ese hueco. Se limitan a acusar a la derecha de utilizar el cambio climático como arma política, pero la razón de que esto ocurra reside en que la política actualmente impuesta no está funcionando. Cuando hablan de populismo —los liberales y la izquierda liberal—, en realidad de lo que hablan es de la reacción política violenta derivada de la perturbación social provocada por sus propias políticas, que ellos mismos no entienden.

P. Hay últimamente una corriente de pensadores que señala el riesgo de desaparición de la democracia liberal, después de décadas de éxito al finalizar la II Guerra Mundial. ¿Comparte la visión de ese riesgo?

R. La democracia liberal tenía algunas características extraordinarias. Yo me sigo considerando un liberal, en muchos sentidos. Pero el problema en todos estos planteamientos está en que siguen sin admitir el papel central que han tenido a la hora de llegar a esta situación, todos los errores fundamentales cometidos por las democracias liberales, por los políticos liberales, por el centro político liberal. Creen que todo lo que ha ocurrido, ha ocurrido sin más. Y es profundamente paradójico, porque todos ellos creen normalmente en la constante mejora de la humanidad, pero luego empiezan a explicarlo todo en torno a la teoría del mal. Según ellos, Trump es Trump porque es un personaje malvado. No me convence.

P. Entiendo entonces que culpa al liberalismo de la deriva populista.

R. Los excesos y los errores del liberalismo han creado el actual monstruo. Igual que su respuesta habitual, cuando algo no funciona, de duplicar la dosis de la misma receta. Cuanto más persistan en esta actitud, más fuerte será la respuesta populista. Desde ahora predigo que, en EE UU, toda la campaña legal contra Trump —que, sin lugar a duda, tiene fundamento de sobras por los delitos cometidos por Trump— no solo servirá para reforzar el apoyo de sus partidarios, sino para aumentar el número de estos.

John Gray, autor de 'Perros de paja', en Bath (Reino Unido), el día 6.
John Gray, autor de 'Perros de paja', en Bath (Reino Unido), el día 6.Ione Saizar

P. Hablemos de Ucrania. También en esta causa, que logró un respaldo tan pronto y unánime de Occidente, comienza a ver las cosas con cierto pesimismo.

R. Los europeos han apoyado a Ucrania en su resistencia contra lo que creo que, a todos los efectos, ha constituido un crimen contra la humanidad. Nunca he compartido esas tonterías de que lo sucedido había sido provocado por la OTAN. Fue el producto del nacionalismo, o del imperialismo de Putin, empeñado en reconstruir un semimístico imperio ruso. Pero también he predicho, en este tiempo, que con algunas excepciones como Suecia, los países bálticos o Polonia, el apoyo europeo a los ucranios comenzaría a agrietarse. De hecho, ya ha comenzado a hacerlo, incluso entre Polonia y Ucrania. Del mismo modo que predije que se agrietaría en EE UU, donde ya tienen muchos problemas internos.

P. Vislumbra que comienzan a repetirse los mismos errores que en otros conflictos del siglo XXI.

R. Lo que Europa debe entender es que, ocurra lo que ocurra en Ucrania, Rusia no es un problema que tenga solución. La idea de un cambio de régimen que algunos sueñan sería redoblar, cuadruplicar una apuesta que ya resultó fallida en otras circunstancias. ¿No han aprendido después de lo de Libia, Irak o Afganistán? ¿Cambio de régimen en un país tan vasto y que es además potencia nuclear? Ya tuvimos suerte de que, cuando el comunismo se derrumbó, la columna vertebral de aquel Estado permaneció en Rusia y su poderío nuclear no se dispersó.

P. ¿Le preocupa EE UU? El posible regreso de Trump empieza a ser una perspectiva muy realista.

R. Gane quien gane las próximas elecciones estadounidenses, se iniciará un periodo de gran desorden, porque el ganador será considerado ilegítimo por una cuarta o incluso una tercera parte de los ciudadanos. Se convierte en una crisis de legitimidad. Y será un momento de grave peligro en el mundo. Los regímenes autoritarios del mundo esperan el momento adecuado en que Estados Unidos se halle distraído y en fase introvertida.

P. Tras el 11-S, muchas voces anunciaron un antes y un después, que nada sería igual. Lo mismo pasó con la pandemia, incluso con la invasión de Ucrania y el regreso de la guerra al corazón de Europa. Y, sin embargo, no hay tal cambio.

R. Lo único que no cambia nunca es la fragilidad de la civilización. Y la rapidez con que todo puede acabar disolviéndose en la barbarie. En el caos. Eso es lo único que no cambia. Así que, en cierto sentido, el hecho de que nada cambie tiene algo de consuelo, porque significa que nada termina del todo. La parte negativa es que todos los horrores que trajeron aquellos eventos tampoco terminan. En octubre de 1989 escribí una crítica al ensayo de Francis Fukuyama sobre “el fin de la historia” —aún no había escrito el libro con el mismo título—. Más tarde publiqué un libro llamado Falso amanecer en el que afirmé que el capitalismo global acabaría quebrándose, como ocurrió. Dijeron de mí que era un pesimista apocalíptico, cuando lo único que estaba afirmando es que la historia continuaría del modo en que lo había hecho anteriormente. Que lo que estaba ocurriendo [con el fin de la Guerra Fría y el bloque soviético] no era el fin de la historia, sino la reanudación de sus líneas más tradicionales. Las guerras del futuro serían guerras de religión, o de lucha por los recursos naturales.

P. Hablemos de la inteligencia artificial (IA). Ya hablaba usted en Perros de paja sobre ella. Pero no creo que por entonces vislumbrara la revolución que se avecinaba.

R. Ya expresé entonces mi convicción de que debíamos regularla. Pero volvemos al problema del inicio de esta conversación. ¿Debemos? ¿Quiénes? ¿EE UU? ¿Europa? ¿China? Porque no estamos hablando de una entidad única de IA que se esté desarrollando en el mundo. Son sistemas distintos y separados, cada uno programado de modo diferente y con diferentes objetivos y metas. Y podemos llegar al punto en que alguno de ellos, o todos, se desvíe de la programación original, lo que no significa que acabemos logrando una IA global. Simplemente supone nuevas batallas en las que se usará esa nueva herramienta.

P. Y los cambios que va a traer son, a la vez, seguros e inciertos.

R. Lo que ya está claro es que su impacto sobre la economía va a ser enorme. Esa va a ser su primera consecuencia. No será cuestión de generaciones, ni siquiera de décadas. Será algo muy rápido. Probablemente una de las primeras señales nos la ha dado la huelga de guionistas de Hollywood. A corto plazo quizá puedan llegar a algún acuerdo, pero se detecta una tendencia de fondo a que ciertas profesiones desaparezcan por completo, o se vean notablemente reducidas.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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