El parloteo vulnerable del ego envejecido, según Yasmina Reza
La escritora francesa, una de las mayores críticas de la autoficción, entrega dos novelas cortas que abordan el miedo a tener un cuerpo frágil, con los días contados
Yasmina Reza es una tía muy chula. Lo es porque siempre ha hecho lo que le ha dado la gana, encontrándose entre ese eterno salirse con la suya, lo de no abandonar su función vital principal, que es la de respirar, y contar como una dramaturga, incluso aunque en ocasiones se ponga a ensayar novelitas. No uso diminutivos para despreciar su narrativa, todo lo contrario. Lo que ocurre es que, como buena intelectual francesa, pertenece a esa estirpe de autoras cuyos libros no superan las 130 páginas. Muestra de ello son Adam Haberberg, una suerte de comedia de situación publicada hace 20 años, y Anne-Marie la Bella, un monólogo almodovariano de hace tres.
Así que el tamaño importa en Reza, sí, pero importa más el peso. Porque aunque sus obras sean tan breves como las de Annie Ernaux, en ambas autoras resuena una ambición por ser concisas pero profundas, por apresar múltiples emociones en un espacio diminuto. Literatura claustrofóbica, llamémosla, aunque siempre en el mejor de los sentidos; pura devoción por viajar al centro de la historia, desplegando gracia y erudición, resolviendo la trama con velocidad, mediante un mero ramillete de páginas.
Más allá de esta cuestión, las obras de Ernaux y Reza no pueden ser más dispares. Yasmina Reza es una de las mayores críticas de la literatura del yo. En cuanto a los discursos que luchan por entrelazar lo personal y lo político, podría decirse que ella es la anti-Ernaux. Tanto es así, que en Adam Haberberg nos encontramos a un escritor fracasado, un escritor que sabe que a sus cuarenta y muchos no hará nada en la vida, un escritor feo y ridículo, que a pesar de conocer su pésima circunstancia en el mundillo de las letras, hay una frontera que no quiere traspasar, la de la autoficción, obvio, aunque sepa que eso podría reportarle el ansiado éxito.
Reza deja filtrar en ‘Adam Haberberg’ una parodia del escritor cisgénero, heteronormativo, blanco y misógino que se adelanta casi dos décadas a las críticas que desde los feminismos vertimos ante dichos especímenes
La biografía de Haberberg es la de un “escritor macho” de manual. Reza, que cree que sus opiniones como escritora son estériles y enturbian las lecturas honestas del texto, deja filtrar en este tipo una parodia del escritor cisgénero, heteronormativo, blanco y misógino que se adelanta casi dos décadas a las críticas que desde los feminismos vertimos ante dichos especímenes. Haberberg tiene algo de Humbert Humbert en sus momentos de rabieta y de manía persecutoria; una sensación que Reza acelera con una alternancia de frases breves y tajantes con subordinadas que se van mucho por las ramas, o parloteos que a veces ni siquiera traspasan la mente de sus protagonistas, aunque luego lo inunden todo.
Ocurre lo mismo en Anne-Marie la Bella. Reza pone a una actriz retirada a enumerar los amores y las miserias de toda una vida. Desde el oscuro patio de butacas que son sus libros, las lectoras dudamos de si lo que suena es la voz del personaje o su cerebro enmarañado. La confusión mente-voz ya es marca de la casa en Yasmina Reza. No en vano, estos dos libros son la puesta en escena de un miedo ante el envejecimiento del ego. De lo frustrante que resulta saberse un cuerpo tan vulnerable, tan con los días contados. De lo absurda y poco chula que es la vida cuando somos conscientes de que esta ya sólo termina.
Adam Haberberg
Traducción de Gonzalo Garcés
Anagrama, 2023
136 páginas. 17,90 euros
Anne-Marie La Bella
Traducción de Rubén Martín Giráldez
Anagrama, 2023
64 páginas. 14,90 euros
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