‘En busca de consuelo’, clásicos y modernos según Ignatieff
De un cuadro o un poema a un discurso de investidura, el filósofo apela a los grandes creadores para impartir una lección de humanismo
Un maestro de la cultura liberal que repiensa parte de lo mejor de la tradición occidental para impartir una lección de auténtico humanismo. Conmueve. A Michael Ignatieff le sirven desde el libro de Job o los salmos bíblicos hasta las cartas que Havel escribió a su mujer cuando estaba encarcelado. Las Meditaciones de Marco Aurelio, El entierro del conde de Orgaz, el Manifiesto Comunista, una sinfonía de Mahler o La peste de Camus. Ese es el legado que estudia y transmite. Explica cuál era el momento vital de sus creadores cuando levantaron esos monumentos culturales, los dilemas que los llevaron a interrogarse sobre la condición humana enfrentada a la pena de la pérdida o el dolor o la privación de libertad y traza una tradición del consuelo para saber vivir más adentro, más reconciliado con uno mismo, en paz.
En el planteamiento del libro hay algo que conecta con los Momentos estelares de Zweig. También son breves ensayos biográficos que atraviesan toda la historia para captar con sabiduría el instante donde contemplar iluminaciones morales protagonizados por hombres excepcionales. Un detalle concreto se transforma en un espejo para mostrar un espíritu en tensión que nos sigue interpelando. La postal que Max Weber, saliendo de la depresión, envía desde La Haya a su mujer. Es un buen ejemplo para describir cómo funciona En busca de consuelo. La postal reproducía una estampa pintada por Rembrandt: su referente era unos versículos bíblicos donde el rey Saúl escucha a David tocando el arpa. El rey busca consuelo en la música, pero, al mismo tiempo, siente rabia porque la belleza no lo apacigua y su reacción será intentar matar al joven David. Esos dilemas éticos sin solución que transmite el cuadro pintado en el siglo XVII interpelaban a aquel brillante profesor que no había logrado superar la ruptura con su padre. Y esa herida, que le llevó a la depresión, el silencio y la necesidad de meditar sobre sí mismo, desembocaría en la reflexión sobre el sujeto de la modernidad que planteó en La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
Naturalmente, están los clásicos antiguos y, en el centro, los fundadores de la conciencia laica del sujeto de la modernidad, el que se desliga de la divinidad para enraizar su esperanza en una existencia terrenal plena
Este diálogo entre tradición, biografía y creación es la fórmula que Ignatieff aplica en cada capítulo. Naturalmente, están los clásicos antiguos y, en el centro, superando el sujeto perfilado por san Pablo en sus epístolas, los fundadores de la conciencia laica del sujeto de la modernidad, el que se desliga de la divinidad para enraizar su esperanza en una existencia terrenal plena. Montaigne: “En medio de este caos desalentador, había descubierto el consuelo del mero hecho de vivir y crear, de tratar de modelar y comprender el sentido de su vida”. Hume: “La filosofía no ofrece consuelo, pero la compañía humana sí”. Condorcet: “Fue de los primeros en concebir la historia como alternativa secular a la Providencia divina y en argumentar que la fuerza rectora del cambio histórico era el poder de la razón humana”. Pero lo más ambicioso es la diversidad de los materiales que analiza —desde un poema hasta un discurso de investidura presidencial— y la amplitud cronológica que le lleva a cerrar el ensayo con una pionera de los cuidados paliativos para que los agonizantes tengan un buen morir.
Son ejemplos de virtud. No de perfección, sino de lucidez en la duda. Nada que ver con la autoayuda banal que nos engaña. Es la exigente compañía de la ética. La que heredamos de los testimonios del holocausto y el estalinismo para recordarnos la zona gris donde sobrevivimos y cuáles son los ejemplos de santidad laica y las palabras perennes que consuelan también en tiempos de oscuridad.
En busca de consuelo
Traducción de Jordi Ainaud i Escudero
Debate, 2023
296 páginas. 20,81 euros
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