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Tribuna
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Simplemente Poch

Transgresor y paródico, el integrante de Derribos Arias murió en 1998 en silla de ruedas a los 42 años afectado por una enfermedad degenerativa

Poch
Ignacio María Gasca Ajuria, apodado 'Poch', durante una actuación de Derribos Arias en 1986.RICARDO GUTIÉRREZ

Han pasado cuatro décadas de la muerte en carretera de Eduardo Benavente. Quien parecía destinado a ser nuestro Johnny Thunders, se fue con 20 años y se convirtió en un mito con la publicación de El acto, disco grande lleno de lujuria del grupo Parálisis Permanente, liderado por Eduardo y Ana Curra, quien todavía anda dando guerra. Él fue un pegamoide como también lo fue otro personaje de aquellos coloridos y endogámicos años digno de ser recordado: Ignacio María Gasca Ajuria, apodado Poch, del cariñoso y familiar Pochete, Pocho con la última vocal perdida. Eduardo y Poch compartieron actuaciones con Jaime Urrutia, otro superviviente del esplendor.

Si usted escucha reiteradamente a su interlocutor arengar de modo compulsivo con el mantra “Hay que aberrar”, muy probablemente quede desconcertado. Aberrar, desviarse, extraviarse, era una forma de vida, un tipo de música, el mantra del veinteañero disparatado, lúcido, caótico, extravagante Poch, que pululó por el Madrid efervescente de los años ochenta. Originario de San Sebastián (1956), hijo de familia numerosa, asmático, de incontrolados movimientos espasmódicos, producto de su grave enfermedad de Huntington, hereditaria, neurológica y degenerativa, Poch iba para médico, como su padre, pero después de estudiar dos cursos en Bilbao con resultados brillantes, su progenitor lo envió a Huesca, donde repitió tercero dos años. Con cualidades para los idiomas, estudió en el donostiarra Colegio Alemán San Alberto Magno; con buen oído, recibió clases de piano en la niñez, lo que parece indicar que marcó su destino.

Con una voz muy peculiar y desafinada, Poch se plantaba frente al micrófono sin ningún tipo de acoquinamiento

En San Sebastián, iluminados por el no future de Sex Pistols, Alejo Alberdi (guitarra), Manuel Moreno (Paul, batería) y Poch formaron La Banda sin Futuro, pero nunca llegaron a grabar. Con una voz muy peculiar y desafinada, Poch se plantaba frente al micrófono sin ningún tipo de acoquinamiento. Comenzó a viajar a Madrid, una ciudad donde hace amistades entre los músicos de la Nueva Ola. Parroquiano del bar La Vía Láctea y asiduo del barrio de Malasaña, su figura comienza a brillar.

Poch, Carlos Entrena (voz), Jaime Urrutia (guitarra solista), Paco Trinidad (bajo), Juan Luis Vizcaya (batería) y Jorge Alfonso (guitarra rítmica) fundan Ejecutivos Agresivos, un grupo gamberro que triunfa con Mari Pili, la canción del verano de 1980. Poch está al frente de los teclados (sintetizador Korg MS-10). Entre el vasco y Entrena acabaron de perfilar la letra de Mari Pili, que estaba casi pergeñada. El estribillo era de Poch (“Mari Pili, no, no, no / No, no, no, no me excites, por favor / Por favor, que de estar al sol tirao / Ay, ay, ay, todo el cuerpo me he quemao”).

Sin ser un gran lector, Poch era un entusiasta de Kafka, Lovecraft o Goethe. Las canciones que escribe, aparentemente inocuas, tienen un gran contenido transgresor y paródico. Su talento está al servicio de la patafísica y sus referentes musicales son Suicide, Television, The Stooges, The Modern Lovers, The Velvet Underground…

Los mods madrileños vestían en el Rastro y en Almacenes Arias, una empresa situada en la calle de la Montera, 31, que vendía ropa barata. Popularmente conocidos como Saldos Arias, allí los modernos adquirían calcetines chillones, pantalones ajustados, corbatas estrechas… Todo por romper con la estética progre y hippy de los años setenta. Poch llegó a vestirse con un traje de color anaranjado, un remedo del Elvis Costello de My Aim is True. Además, usaba unas gafas de pasta como las del londinense o las de Buddy Holly.

Las canciones no son menos disparatadas que su compositor, Poch: ‘Branquias bajo el agua’, ‘Aprenda alemán en 7 días’, ‘A Flúor’

Entonces los nombres de los grupos eran de lo más descabellado. La genialidad de Poch le llevó a bautizar al suyo como Derribos Oscenses, porque Huesca fue su último lugar de estudio, pero finalmente decidieron ponerle Derribos Arias, en homenaje a sus almacenes favoritos. La formación inicial estaba compuesta por los mismos miembros de La Banda sin Futuro y comenzaron actuando en salas como Carolina, El Templo del Gato, Agapo, Rock-Ola…, locales en penumbra de escenarios recoletos del circuito de la noche madrileña. Las canciones no son menos disparatadas que su compositor, Poch: Branquias bajo el agua, Aprenda alemán en 7 días, A Flúor, resultado del recorte de una caja del dentífrico Binaca Flúor: se quedó con la última vocal de la marca y el tipo de crema.

Convertido en un grupo de culto, nada comercial, Derribos Arias formó parte de las Hornadas Irritantes. Sus aliados eran Glutamato Ye-Yé, Sindicato Malone, Siniestro Total, Ciudad Jardín, de estética tremendista, en la que predomina el desaliño. Frente a estos corrosivos estaban los que ellos calificaban babosos o blandengues, capitaneados por Los Secretos, Mamá y otros de vestimenta aseadita. Poch lleva una vida desordenada, el personaje es excesivo. Bebe, toma todo tipo de sustancias, actúa bajo los efectos de la mescalina, viste un largo abrigo negro o la chaquetilla del pijama como camisa, lleva las gafas pegadas con esparadrapo, en su atuendo luce pinzas de tender (nada de imperdibles). Igual hurta discos en unos grandes almacenes que un pollo asado para luego repartir trozos entre los amigos. Abandona la medicación. Aberra.

Se retiró a su ciudad, acabó en silla de ruedas y murió con 42 años junto al mar, cerca del jurel, su pez fetiche.

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