Cómo acabar de una vez por todas con el 15-M (según Elizabeth Duval)
En su ensayo ‘Melancolía’, la pensadora insta a dejar de lado la nostalgia por la década pasada y desacompleja a la izquierda para que pueda seguir adelante sin moralismos
Esa escena que esboza Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, ¡2000!). Participaba en una mesa redonda sobre la actual sala 103.02 del Reina Sofía. Sí, una de las apuestas de Borja-Villel que le situaron en el centro de la diana. Sí, sí, la de las protestas de 2011. La primera intervención celebraba la inserción museística de la protesta. Bien por las pancartas. Duval, no. No la consideraba una invitación a la subversión. “Declaré que, más que a una plaza, a lo que se parecía era a un cementerio”. Cuando el 15-M, ella tenía 10 años. Ahora imagina el contraste para muchos de los que estuvieron entre la realidad de hoy y el deseo de entonces, aquella “sensación de desposesión que aparece siempre en el amor, el deseo y el duelo por el amante perdido”. Después de la mesa redonda prosiguió la conversación con una chica que la había escuchado. Ella sí había estado allí, le dijo, y ni quería ni podía dejar de pensarse como ciudadana al margen de ese instante auroral. “Su deseo de futuro seguía fijado en ese momento”. La tesis de Duval es que ese futuro es melancolía cargada de negatividad. Diría que Melancolía habla de la necesidad de enterrar esos muertos antes que ellos, contagiándonos bilis negra, se nos lleven bajo tierra.
La lectura del ensayo de Duval se me solapó con la del último artículo de Íñigo Errejón. Porque los dos, una desde la filosofía y el otro desde la política, parten de la misma constatación: aceptemos ya que ese ciclo ha terminado, asumamos el reto de empezar otro. ¿Con qué instrumentos? La melancolía es corrosiva. “Su pensamiento se mete en nuestra corriente sanguínea y nos envenena”, escribe Duval al referirse a los “pensadores tristes” de la izquierda que impugna en la primera parte del libro. “La nostalgia es un pésimo mapa”, afirmaba Errejón, “los años 2014-2015 no volverán, porque nuestro país ya es otro”. Mientras se siga usando aquel mapa y se sea cautivo de esa tristeza, no habrá manera de iniciar un nuevo ciclo. La izquierda estará incapacitada para interpelar a la comunidad política de hoy toda vez que el país, efectivamente, ha cambiado, como evidencia la batalla por la hegemonía planteada por las derechas nacionalistas, la izquierda conservadora o la controversia surgida a propósito de los neorrancios. Duval asume el cambio y con dificultades, de manera embrionaria, más desde los principios que no de las concreciones, tantea con pasión una salida.
Si en la discusión sobre la sala del Reina Sofía quiso provocar, aquí Duval pretende una cosa distinta: acompañar a los suyos, con clásicos de Platón a Simone Weil, con modernos como Paul B. Preciado o Clara Serra, para que huyan de la melancolía y se liberen de unos prejuicios y una superioridad moral que, al fin, los desconectan de su sociedad. Lo hace desde una posición que puede incomodar, pero que es honesta y, sobre todo, puede ser fecunda. Interpreta cuál es la comprensión social del adversario ideológico, que ha patrimonializado desde la familia hasta la nación en su construcción de la comunidad y así ha identificado necesidades ineludibles de los ciudadanos. No lo interpreta con voluntad comprensiva, sino política. Se trata de una estrategia para enfrentarse a “las promesas del enemigo” fagocitándolas con “astucia bastarda” para poder vincularles las emociones de la izquierda. Para trasladar de la lírica a la vida el verso que cita de Paul Éluard: “Todo rostro tendrá derecho a las caricias”. Solo los cínicos podrían reducir el alcance de ese proyecto cuyo horizonte es la felicidad que se comparte con el otro, con los que conviven en un espacio. Porque no hay caricia sin justicia social o redistribución económica.
Melancolía. Metamorfosis de una ilusión política
Autora: Elizabeth Duval.
Editorial: Temas de Hoy, 2023.
Formato: tapa blanda (208 páginas, 17,90 euros) y e-book (8,99 euros).
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