‘Morir lejos de casa’, bromear en Turín y matar en España
Javier Muñoz Soro se sumerge en la Guerra Civil a través de las cartas que escribieron los soldados italianos que combatieron junto a Franco
Dario Grixoni llegó a Cádiz el 1 de febrero de 1937, su unidad formaba parte de la División Littorio. Tenía 26 años, era el hijo único de una familia acomodada que procedía de Cerdeña. Su abuelo, que llegó a general y que hizo carrera en el ejército al servicio de los Saboya, había participado en la primera guerra de independencia de Italia entre 1848 y 1849, y llegó a ser juez, diputado y senador; su padre fue también militar, consiguió una condecoración en la Gran Guerra, lo ascendieron a general cuando pasó a la reserva. Dario Grixoni se había licenciado en Ciencias Políticas en Florencia, luego ingresó en las Fuerzas Armadas, llegó a teniente de artillería al terminar sus estudios en Turín en junio de 1936.
¿Qué se le había perdido en España? Nada. Estaba, más bien, entusiasmado con un gran plan. Fascista ferviente, colaboró intensamente en las movilizaciones que fortalecieron el proyecto de Mussolini y esperaba que la participación de las fuerzas del Duce en el aplastamiento de la República le dieran a la nueva Italia mayor lustre en la escena internacional. Le tocó intervenir en la batalla de Guadalajara en marzo de 1937, desde donde les contaba en una carta a sus padres que pasó unos días acostumbrándose a “la belleza de la guerra”. Un compañero suyo con el que gastaba bromas en Turín murió muy cerca de él, a unos 100 metros. “Bien”, escribió, “así de bella es la vida: bromear en Turín y matar en España”, y enseguida contaba que había dirigido “un magnífico tiro sobre un grupo rojo que se desplazaba”: “He probado la embriaguez de la matanza…, los he visto saltar, correr y caer como grillos”.
“No hay prisioneros. Aquí masacran y son masacrados. Guerra sin cuartel, guerra horrenda y pavorosa”
Hace unos 20 años, el historiador Javier Muñoz Soro encontró en el Archivo de Estado de Cagliari las cartas que Dario Grixoni envió a sus padres desde los distintos lugares de España en los que fue recalando como un oficial más del Cuerpo de Tropas Voluntarias (CTV) que Mussolini envió para colaborar con las fuerzas franquistas. Siempre es difícil hacerse una idea de lo que significa una guerra, batallar en el frente y jugarse el pellejo, y encontrarse con la correspondencia de un oficial —”machista, putero, chuleta”, lo llama Javier Rodrigo en el prólogo— que da cuenta de lo que sucede día a día en esas circunstancias lo terminó embarcando en un proyecto que se ha concretado ahora en Morir lejos de casa, donde explora lo que les pasó a los soldados italianos durante su estancia en España, y en el que ha trabajado, además, con las abundantes cartas que se han conservado de los servicios de información y censura de las tropas que batallaron contra la República. “Esta guerra es la peor de todas las guerras”, les escribió a los suyos el aviador Vittorino Ceccherelli a principios de septiembre de 1936. “No hay prisioneros. Aquí masacran y son masacrados con una sencillez impresionante. Guerra sin cuartel, guerra horrenda y pavorosa; los muertos alcanzan cifras enormes”.
Muñoz Soro explica en la introducción del libro que, “según Paul Fussell, los historiadores cometen una grave equivocación si se basan en las cartas para obtener un testimonio efectivo de la guerra”. Seguro que tiene razón, pero lo que contienen es esa verdad (muchas veces camuflada en bravuconerías y en mentiras piadosas y en exageraciones gratuitas) de los que estuvieron allí y que se vieron desbordados por la soledad y el miedo, y la angustia y la falta de respuestas, y que buscaron distintas formas de consuelo. Lo que los soldados tienen es la necesidad profunda de “escribirse”, explica Muñoz Soro, de reafirmar una identidad que se les está cayendo a pedazos en unas circunstancias excepcionales.
A lo largo de la Guerra Civil combatieron 76.241 italianos, además de los 5.669 que formaron parte de la fuerza aérea. Murieron 3.414, más los 150 heridos que fallecieron a su vuelta a Italia y 232 desaparecidos
Las guerras están llenas de gente que se desplaza de sitio. A los frentes de la que se libró en España desde 1936 hasta 1939 acudieron un montón de italianos. Algunos, que habían salido huyendo de su país con el triunfo del Duce, se encuadraron en las Brigadas Internacionales: fueron unos 4.000, “el tercer o cuarto grupo por nacionalidad” —dice Muñoz Soro—, y murieron 546. La magnitud de los que se desplazaron para colaborar con Franco es de otro orden. Se trató de un verdadero ejército autónomo con organización y mandos propios. En febrero de 1937 tomaron el nombre de Cuerpo de Tropas Voluntarias (CTV) y a lo largo de la guerra sirvieron en sus filas 76.241 hombres, además de los 5.669 que formaron parte de la fuerza aérea. Murieron 3.414, más los 150 heridos que fallecieron a su vuelta a Italia y 232 desaparecidos: un total de 3.796. A los que hay que añadir 11.000 heridos de distinta gravedad.
Esas cifras, que en buena medida resultan irreales, cobran verdadera consistencia cuando, gracias a las cartas, se escucha a algunos de esos soldados hablar y latir y sentir y pensar y tener miedo. Es cierto que seguramente distorsionan lo que están viviendo, que lo visten de épica; es indiscutible que no hay manera de conocer lo que es una experiencia de combate. Pero Muñoz Soro permite que se los vaya escuchando al hilo de una elaborada reconstrucción de los avatares por los que pasaron durante aquellos terribles meses. El historiador se pregunta cómo pudo justificarse “una intervención militar en España, sin una amenaza inmediata, sin ganancias territoriales, sin prestigio colonial, sin promesas de trabajo ni contrapartidas materiales y, por otra parte, contraviniendo un acuerdo internacional firmado por Italia”. No es fácil encontrar una respuesta y por eso quizá sirvan las palabras que les escribió a los suyos un cabo desde Aranda de Duero: “Yo que siempre he vivido en un ambiente fascista quiero batir a ese enemigo que ya desde hace muchos años está turbando la paz europea”. Los proyectos totalitarios del Duce inyectados a un grupo de entusiastas que creían que podrían “alzar también sobre la bella tierra de España la enseña del Littorio de Italia Victoriosa”. No lo creían todos, evidentemente; a la mayoría los trajeron a España como voluntarios a la fuerza.
Morir lejos de casa
Autor: Javier Muñoz Soro.
Editorial: Marcial Pons, 2022.
Formato: tapa blanda (358 páginas, 30,40 euros).
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