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IDA Y VUELTA
Columna
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Pasiones desbocadas

La matanza de Bucha recuerda otras canalladas vistas en la tele: “Les ­advertimos de la dureza de las imágenes”, avisan antes de dar paso al horror y, enseguida, a la publicidad

Viñeta de la novela gráfica 'El mundillo literario' de Posy Simmonds.
Viñeta de la novela gráfica 'El mundillo literario' de Posy Simmonds.Posy Simonds
Manuel Rodríguez Rivero

1. Núcleo

Lo cierto es que este año la Pasión se adelantó: ahí tienen, sin ir más lejos, los repugnantes asesinatos y sevicias perpetrados por militares o mercenarios en Bucha: cadáveres con las manos atadas y abandonados entre los humeantes cascotes de una ciudad desierta, violaciones, mutilaciones, el viejísimo recurso de aterrorizar al enemigo forzando la crueldad. Franco, entre otros, también empleó en su momento la táctica del “terror saludable” para desmoralizar; como le funcionó bien y obtuvo el bendito aval de la Iglesia, la mantuvo en vigor mucho tiempo después de su victoria. También puede recordarse la estrategia de otro general todo ternura, el japonés Yasuji Okamura: “Tómalo todo, quémalo todo, mátalos a todos”, cuya consigna seguida escrupulosamente redujo la población china en varios millones. Las imágenes de Bucha recuerdan otras canalladas (todas las guerras las generan) vistas en las televisiones: “Les advertimos de la dureza de las imágenes”, nos avisan antes de dar paso al horror y, enseguida, a los anuncios de refrescos, tampones, automóviles o esencias. Hay más estaciones en este viacrucis de 2022: la reelección con mayoría absoluta (¿quién dijo que los pueblos nunca son culpables?) del carrancudo Orbán, el astuto y más fiel aliado de Putin en la UE, es un hito más de esa pasión ultraderechista que, poco a poco, va infectando las democracias europeas. Tiemblo al pensar en Marine Le Pen y en Zemmour, aquí, a la vuelta. Y, por supuesto, en la deriva europea de los posfascismos de nuevo cuño: con Abascal, el anfitrión ascendente, sacando pecho y coreado por multitud de terminales mediáticas que aprovechan las posibilidades que les brinda la libertad de expresión que anhelan destruir (hay quien pide por las ondas que se supriman este y otros medios). Quizás estos días de Pasión que invitan al recogimiento de los creyentes o al camanduleo de quienes no lo son tanto sean una buena ocasión para (re)leer sin mistificaciones un clásico que, sostenido en una tradición de más de 3.500 años de antigüedad que se inició en las lejanas, fragmentarias y eclécticas mitologías del Creciente Fértil, ha permeado los libros sagrados de los tres monoteísmos y lleva casi 2.000 configurando especialmente el imaginario cristiano. Trotta acaba de publicar, en excelente edición comentada de Antonio Piñero y sus colaboradores, Los libros del Nuevo Testamento, una propuesta de lectura rigurosa, histórica, literaria y religiosa del principal núcleo literario (compuesto por 27 libros, cartas y otros textos canónicos) del que irradia el sistema de creencias, y por tanto de representaciones, en los que se basa buena parte de nuestra cultura. Acercarse a los Evangelios, de forma libre y madura, releyendo con espíritu abierto y sin prejuicios ideológicos lo que ya sabemos, lo que nos han dicho y remachado, lo que hemos leído, lo que nos han contado las imágenes de los templos y el arte religioso desde hace dos milenios: esa es la importante tarea a la que nos invita esta ya imprescindible edición de referencia en castellano. Y a lo mejor hasta entendemos mejor cómo hemos llegado a ser lo que culturalmente somos, que falta nos hace.

2. Sinergias

Algunos de los suplementos culturales europeos que más estimaba han perdido fuelle. Algunos desaparecen en verano; otros, como el de Le Monde, ni siquiera forman siempre un cuaderno aparte e integrado, sino que, dependiendo de las “exigencias” de impresión, integran sus ya reducidas páginas en el cuerpo del diario, como otra sección más. Los suplementos han perdido influencia y auctoritas: muchos profesionales del sector “leen” no el contenido de las críticas y reseñas, sino el espacio que ocupan, la impresión que dan de su “importancia” (el tamaño cuenta) o de su potencial como mercancía. Hace años que me caí del guindo: descubrí en el boletín de prensa interno de un gran grupo editorial que junto a la fotocopia de cada crítica de uno de sus libros se adjuntaban una serie de datos mercadotécnicos: la página en la que había aparecido (par, impar), la disposición de la reseña, los centímetros cuadrados que ocupaba y la valoración de los mismos si ese mismo espacio hubiera correspondido a una publicidad pagada por la editorial. Claro que como reclamo publicitario poco tiene que hacer la crítica comparado con el boca a boca de las redes sociales o, menos aún, con la tele. Miren: anteayer, en el telediario de más audiencia de Antena 3 (la cadena más vista, propiedad del conglomerado al que pertenece Planeta), sus conductores, Matías Prats y Mónica Carrillo, destinaron 1 minuto y 27 segundos (una enormidad de tiempo no contemplada por Bergson en su análisis de la duración) a la promoción de Cuando éramos ayer, de la periodista y novelista Pilar Eyre, publicado, claro, por Planeta. Apuesto a que se encarama a las listas muy pronto. Las sinergias, ya se sabe, funcionan, sobre todo si son millonarias. Y hasta yo les estoy ayudando al contárselo a ustedes, inevitablemente. Y es que en este lado del planeta, quien más, quien menos, todo el mundo anda pringao.

3. Gráficos

Sustituyo las estaciones del viacrucis por novelas gráficas. Hay para elegir, pero permítanme recomendarles las que más me han interesado. El mundillo literario (Salamandra), de la gran Posy Simmonds (autora de Gemma Bovery y Cassandra Drake); Flores rojas (Gallo Nero), que incluye 14 relatos gráficos del vanguardista e influyente Yoshiharu Tsuge publicados en la mítica revista Garo en los años sesenta, y el ya clásico George Sprott 1894-1975 (también en Salamandra), del muy venerado historietista canadiense Seth (Gregory Gallant). En el apartado gráfico destaca también el volumen Caricaturistas de profesión (Nórdica), un auténtico homenaje a 14 artistas de periódico (de Sciammarella a Iván Mata, pasando por María Picassó) capaces de bordar, deformándolo, lo más característico de tu rostro (y, a veces, de tu alma).

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