Seth: "Con Internet ya nadie tiene la posibilidad de aburrirse y hay algo de terrible en eso"
La vida es buena si no te rindes, obra cumbre del historietista —y del cómic del último cuarto de siglo— se reedita en castellano. Mientras, su autor reniega de nuestra época
"Si existe un gen de la nostalgia, yo lo tengo". Gregory Gallant (Ontario, 1962), el hombre al que el mundo del cómic conoce como Seth, no tiene ningún reparo en admitir su naturaleza anacrónica. Su aspecto —trajes holgados, sombreros, gafas redondas…— lo es. Las referencias que le empujaron a dibujar —el primer Spider-Man, los Peanuts…—, también. Incluso su casa, como se puede comprobar en el documental Seth’s dominion, parece conservada en ámbar desde algún momento indeterminado de mitad del siglo pasado.
"Soy una persona que mira hacia atrás de manera natural y encuentra placer en ello", explica a través del correo electrónico, su única concesión al presente. "Supongo que tiene que ver con haber crecido con unos padres tardíos y todas las historias de su infancia que me contaban. Nuestra casa estaba repleta de objetos de los años 30 y 40. Eso me parecía lo normal. Con el paso del tiempo, cada vez me resulta más obvio que no conecto con los gustos actuales, y me sorprende más que la gente no prefiera los estilos y las texturas de mediados de siglo".
No resulta extraño entonces que, en el altar del cómic contemporáneo, Seth se asocie inmediatamente a la nostalgia de la misma forma que a Charles Burns se le vincula con lo onírico y lo grotesco, o que Chris Ware nos hace pensar al instante en pequeños y minuciosos universos propios. El dibujante canadiense se ganó en buena parte ese reconocimiento gracias a La vida es buena si no te rindes, su historia semiautobiográfica de 1996 que ahora reedita Salamandra Graphic. "Para ser sincero, ya no tengo la sensación de haber escrito ese libro. Es la obra de alguien joven", confiesa su autor. "Me siento mucho más cómodo conmigo mismo ahora, en la mediana edad. Probablemente estaba destinado a ser una persona vieja".
«Me siento cómodo en la mediana edad. Probablemente estaba destinado a ser viejo. »
Aunque él prefiera no revisar su obra, en La vida es buena si no te rindes se encuentran la mayoría de los elementos que componen el universo Seth: inadaptación, obsesión con el pasado (en este caso, con un misterioso ilustrador del New Yorker) y un tono confesional que, en otras de sus historias, le ha llevado a contar cómo perdió la virginidad o una ocasión en la que recibió una paliza por su aspecto físico. "Aprendes una barbaridad sobre ti mismo escribiendo de manera autobiográfica", defiende él. "Como con el psicoanálisis, empiezas a ver patrones en tu comportamiento y tu forma de pensar. Sobre contar detalles íntimos, mi intención es poder hablar de cualquier cosa que crea necesaria para la obra. El límite lo pongo en desvelar secretos de otras personas o en hacer algo que pueda herirlas. Intento evitarlo, y casi siempre lo consigo".
Otras veces, él se ha encontrado en el otro extremo de la historia, cuando sus amigos Joe Matt y Chester Brown le han utilizado como personaje (a veces, de forma nada halagadora) en sus cómics. "Al principio resulta extraño, pero te acostumbras", asegura. "Me gustaba cómo me presentaba Matt, como alguien miserable. Tenía razón, yo era bastante desagradable con él casi siempre. Ahora soy más amable". Entre ellos crearon algo así como un ménage à trois emocional en viñetas, basado en las confesiones vergonzosas, la crítica destructiva y, en definitiva, la amistad verdadera. "Todavía les quiero como a hermanos, aunque no nos vemos mucho", admite Seth. "Joe vive en Los Ángeles y hace unos años que no le veo. Además, nunca uso el teléfono, así que es difícil mantener la comunicación. Chester vive en Toronto, a una hora de aquí, pero ya casi nunca voy a la gran ciudad. Los echo de menos y ningún nuevo amigo podrá reemplazarles. Algunas amistades se convierten, simplemente, en las únicas amistades".
Ahora Seth trabaja en una nueva obra autobiográfica, Nothing lasts. "Estoy intentando contar la historia de mi vida de manera muy orgánica, como en una conversación, con la arbitrariedad y la vaguedad con la que funciona nuestra memoria", detalla. Y lo hace, como era de esperar, intentando evitar la época que le ha tocado vivir. "Me alegro de estar desconectado del mundo actual", sentencia. "Intento vivir lo máximo posible en el plano físico. No tengo móvil, y nunca lo tendré si puedo evitarlo. Cuando salgo de casa quiero estar ilocalizable. Quiero retener algunas de las cualidades de la soledad y la introspección que existían antes de esta era. Con Internet ya nadie tiene la posibilidad de aburrirse y hay algo de terrible en eso".
Pese a esta postura aislacionista, Seth se muestra consciente de estar viviendo en una fantasía, un mundo idealizado y hecho a su medida. "Es cierto que veo el pasado con unas gafas que tienen un cristal de color rosa", admite, "pero el otro cristal es transparente". "El pasado no es una edad dorada, como tampoco lo es el presente", continúa. "Soy una persona de esta época, me guste o no, y no me sentiría cómodo viviendo con las costumbres sociales de los años 50, por ejemplo. Lo que lamento es que se hayan perdido ciertos elementos culturales y estéticos de mediados del siglo XX, esa formalidad y ese artificio de aquella época. Por supuesto, esos tiempos eran tan conflictivos y caóticos como los actuales, pero el pasado siempre parece mejor porque es algo que está congelado, en la distancia". Llámalo fantasía o autoengaño, pero él ha encontrado el lugar en el que se siente en casa. Hasta es capaz de resumirlo en una sola frase: "Me gusta vivir en el presente, pero pensar en el pasado".
La vida sigue estando bien
"Es un poco doloroso revisar mi trabajo. Mis dibujos jóvenes resultan extraños a mis ahora viejos ojos". Aún así, Seth es consciente del lugar que ocupa La vida es buena si no te rindes para sus lectores: "Es el libro que un mayor número de gente parece preferir de entre todos los míos, así que me siento agradecido". Mientras Salamandra Graphic reedita su obra más conocida, él sigue trabajando. "Lo que está por llegar siempre parece más prometedor que lo que ya has terminado", concluye.
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