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La quinta victoria de Orbán consolida su régimen iliberal en Hungría

Fracasa el experimento de unir a la oposición en un bloque como única vía para derrotar al líder ultraconservador. El primer ministro carga contra Zelenski en su primera intervención tras la victoria

Elecciones en Hungria
Viktor Orbán se dirige a sus seguidores tras su victoria electoral este domingo en Budapest.Petr David Josek (AP)
Gloria Rodríguez-Pina (ENVIADA ESPECIAL)

El ultraconservador Viktor Orbán ganó este domingo por cuarta vez consecutiva —la quinta de su carrera— las elecciones en Hungría. La oposición, que se había unido en bloque en la coalición Unidos por Hungría como única vía para desalojar a Orbán se estrelló al final contra la realidad, pese a que los sondeos le habían dado esperanza. “Queridos amigos, hemos tenido una gran victoria. Tan grande que se puede ver desde la luna, y desde luego, desde Bruselas”, proclamó Orbán. En el mismo discurso, señaló al presidente ucranio, Volodímir Zelenski, como adversario.

La victoria del primer ministro consolida el régimen iliberal que ha cimentado en los últimos 12 años sobre una idea de la patria profundamente nacionalista y cristiana. La guerra en Ucrania atravesó la campaña electoral, pero finalmente no pasó factura a uno de los más firmes aliados del presidente ruso, Vladímir Putin, en la UE.

Péter Márki-Zay, el candidato a primer ministro de la oposición, pidió a sus votantes y a los compañeros de la coalición, que se mantuviesen unidos pese a la derrota: “No vamos a abandonar este país, vamos a pelear por la justicia”, prometió ante una escasísima audiencia en la pista de hielo de Városliget de Budapest. El partido de Orbán consiguió 135 escaños, de nuevo una supermayoría que supera incluso a la de su anterior resultado, mientras que la oposición se quedó en 56. Fidesz-KDNP obtuvo el 53% de los votos en las listas nacionales, que reparten 93 diputados, y logró 88 de los 106 escaños que se distribuyen en mandatos directos de cada circunscripción, con casi el 99% escrutado.

Una victoria rotunda que muestra que, en el caso de Orbán, el poder no le desgasta. La movilización cayó dos puntos respecto a las elecciones de 2018, con una participación del 68%. Entra además en el Parlamento con siete diputados Nuestro País, una fuerza de extrema derecha con antiguos miembros de Jobbik, el partido que viró de la ultraderecha al centro.

Orbán sale fortalecido de estas elecciones ante su país y ante la Unión Europea. En su búsqueda de modelos para construir un Estado iliberal, el primer ministro decidió mirar más al Este, especialmente a Rusia y China, antes que a Occidente. El respaldo de sus votantes, incluso en una situación de especial inestabilidad con una guerra al otro lado de la frontera, legitima su trayectoria en casa. Ahora deberá considerar si quiere reconstruir la confianza de sus socios tanto en la UE como en su vecindario, con el Grupo de Visegrado (V4).

Está por ver si la coyuntura económica, con la inflación disparada, podría obligar a Orbán a buscar algún acuerdo con la Unión para obtener los fondos de recuperación que la Comisión Europea aún no le ha transferido por problemas como la corrupción y el deterioro del Estado de derecho. En la recta final de la campaña escribió a Bruselas para solicitarlos, incluyendo los préstamos que había rechazado anteriormente, con el argumento de que los necesita para hacer frente al gran flujo de refugiados, aunque la mayoría de los que llegan a Hungría están de paso.

La mayor preocupación de los ciudadanos en Hungría es el coste de la vida, según un estudio del think tank Policy Solutions. La inflación está en su máximo en 15 años, el 8,3% en febrero, según Reuters, y la confianza del consumidor ha caído 11 puntos en marzo. Orbán anunció un paquete de gasto antes de las elecciones que buscaba amortiguar la pérdida de poder adquisitivo. Entre otras medidas, el Gobierno devolvió la práctica totalidad de los impuestos de 2021 a las familias con hijos y dio una paga extra a los pensionistas. Además, puso límites de precios en alimentos básicos y en la gasolina, y extendió los que ya estaban en marcha en las facturas domésticas de energía.

Esos casi 5.000 millones de euros invertidos justo antes de los comicios han contribuido también a que el déficit se dispare. Con el crecimiento tocado por la guerra, algunos economistas consideran que los planes fiscales del Gobierno ya no son realistas y que deberá hacer ajustes.

Vínculos con el Kremlin y Zelenski como adversario

Los votantes de Fidesz no han penalizado los vínculos de Orbán con el Kremlin. Maria Szabo, una jubilada de 72 años, recordaba con pesar la época comunista al salir de votar en un colegio de la Colina de las Rosas, en Budapest. Como ha repetido el partido durante la campaña, Szabo tenía interiorizado que la oposición pretendía devolver a Hungría a esos años. “La relación de Orbán con Rusia es solo por el gas, pero él ha criticado a Putin y dice que no quiere meterse en la guerra”, defendía.

Fuera de sus fronteras, sin embargo, la agresión de Rusia a Ucrania ha dejado a Orbán más aislado en la UE. Aunque votó a favor de las primeras cuatro rondas de sanciones, se niega a enviar armas o a que las de otros países atraviesen su territorio. Su postura, que Varsovia ve como favorable a Putin, le ha costado el alejamiento, al menos temporal, de Polonia, su gran aliado en las disputas contra Bruselas, y el resto del V4, República Checa y Eslovaquia.

En los últimos días de campaña, Orbán aseguró que Ucrania estaba intentando intervenir en las elecciones y que había hecho un pacto con la oposición. Zelenski había señalado los vínculos de Orbán con el Kremlin días antes en intervenciones internacionales, y Orbán lo mencionó en su discurso de victoria electoral el domingo por la noche: “Recordaremos esta victoria hasta el final de nuestras vidas porque tuvimos que luchar contra una gran cantidad de oponentes: la izquierda local, la izquierda internacional, los burócratas de Bruselas, todo el dinero y las instituciones del imperio de Soros, los principales medios de comunicación internacionales y el presidente ucraniano también”, dijo.

Orbán ha chocado con Bruselas por asuntos como el Estado de derecho, el trato a los migrantes, los demandantes de asilo, la sociedad civil y los derechos del colectivo LGTBI —un referéndum buscaba también este domingo legitimar la ley que prohíbe los contenidos homosexuales en la escuela; la consulta fracasó porque el porcentaje de votos válidos no logró alcanzar el 50% mínimo—. Según los resultados de este domingo, Orbán mantiene el respaldo de sus votantes. “Es asqueroso cómo le atacan los cabecillas de la UE”, protestaba la jubilada Szabo.

Observadores de la OSCE y de Vox en un país polarizado

En la orilla Pest del Danubio, ni la nieve ni el frío de la mañana de este domingo frenaban la alta participación en el colegio Hermann Ottó, en el antiguo barrio de la intelectualidad judía de Budapest. El centro era un hervidero de votantes, la inmensa mayoría, de la oposición. Pasaron también por allí observadores de la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa (OSCE), que tiene una misión de más de 300 personas que examinaban la limpieza de los comicios. Casi se cruzaron con la contramisión internacional capitaneada por los ultraconservadores polacos de Ordo Iuris. Juan José Liarte Pedreño, portavoz de Vox en la Asamblea de Murcia, y Álvaro Berrocal, coordinador del grupo parlamentario, fueron los encargados de pasar por allí. De todo lo que llevaban visto y escuchado, aseguraban no haber percibido ninguna irregularidad.

Hungría está profundamente polarizada. Los votantes de la oposición consideran que el país y sus instituciones democráticas van a la deriva. “Lo que pasa aquí es moralmente injustificable”, decía Blanca Kover, una estudiante de matemáticas que acababa de estrenar su derecho al voto. Gabor Balint, programador de 34 años, considera “una vergüenza” la posición de Hungría respecto “a la guerra, el derrumbe del Estado de derecho y el enriquecimiento de los amigos del Gobierno con el dinero público”.

Algunas voces de la coalición opositora anticipan que el proceso de señalar culpables de la derrota comenzará enseguida. Se antoja complicado que partidos tan dispares como Jobbik, antes de ultraderecha, los socialdemócratas del DK o los verdes y liberales, logren trabajar juntos durante los próximos cuatro años. Vieron cerca la posibilidad de un cambio, pero Hungría ha decidido que todo siga igual.

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