Alison Bechdel: “Correr ayuda más a combatir la depresión que las pastillas”
Empezó dibujando las tiras cómicas de ‘Unas lesbianas de cuidado’, y triunfó con ‘Fun Home’. Ahora lanza ‘El secreto de la fuerza sobrehumana’. La visitamos en su cabaña de Vermont
“En esta época del año conviene llevar ropa estridente para que los cazadores no te confundan con un oso”, dice Alison Bechdel al periodista, quien, vestido con la paleta de color de un oso, habría agradecido saberlo antes. Acaba de terminar la entrevista con una de las autoras más aclamadas del cómic estadounidense y aún hay tiempo mientras llega el taxi desde Burlington, la ciudad más cercana, para dar un paseo por el frondoso bosque de arces y pinos que rodea su casa, una esbelta cabaña de madera de cedro. Por suerte, no hay cazadores a la vista.
Bechdel se mudó a mediados de los noventa a este rincón de las Green Mountains, suave cordillera que forma parte de los Apalaches y recorre de Norte a Sur el estado de Vermont, en la frontera con Canadá. Durante el paseo, muestra orgullosa unos puentes de madera diseñados por su pareja, la artista Holly Rae Taylor. Los construyeron para salvar las charcas con la ayuda de los vecinos; se ve que une mucho vivir en un sitio en el que durante varios meses al año la única manera de moverse es el esquí de fondo. Aquí transcurre buena parte de su última novela gráfica, El secreto de la fuerza sobrehumana (Reservoir Books, traducción de Rocío de la Maya Retamar), unas memorias en las que Bechdel repasa su vida a través de la obsesión por el ejercicio.
Cualquier clase de ejercicio: correr, esquí, alpinismo, bicicleta, yoga, karate… En el prólogo, la autora, de 61 años, admite que se ha apuntado “a casi todas las modas del fitness de las últimas seis décadas”. Los motivos: la fijación por los músculos y el hechizo de la fuerza bruta, que surgieron cuando de niña vio un anuncio en una revista que prometía a vuelta de correo ese “secreto de la fuerza sobrehumana” a través de un curso de artes marciales. Pero sobre todo porque, como reconoció durante la entrevista, celebrada a principios de otoño en su estudio con vistas al bosque, “cuando te estás machacando dejas de pensar sobre lo que estás haciendo. Lo haces, y punto”. “Correr ayuda más a combatir la ansiedad y la depresión que las pastillas, que solo funcionan a veces”, añadió Bechdel, conversadora empática y paciente. “Correr, no. Correr es infalible”.
El secreto de la fuerza sobrehumana llega nueve años después de su anterior cómic, ¿Eres mi madre? (Reservoir Books), sombrío aunque cariñoso ajuste de cuentas con su progenitora, que murió poco después. “Fue”, dice, “mi manera de escribirle una carta con todas las cosas que nunca me atreví a decirle en persona”. La culpa del retraso la tiene el éxito de Fun Home (Reservoir Books, 2006), con el que Bechdel logró una tardía fama y que abre una influyente trilogía autobiográfica que ahora se cierra. En él, contaba la agridulce relación con su padre, profesor de inglés y director de una funeraria (de ahí el título). Cabeza de una familia disfuncional en la Pensilvania profunda, Bruce era un gay reprimido y un lector voraz obsesionado por las antigüedades y la restauración de una vieja casa. También era la historia de cómo ella descubrió la homosexualidad del padre, fallecido, todo indica que en un suicidio, a los 44 años, más o menos cuando la dibujante se reconciliaba con su propia orientación sexual. De esa identidad luego haría bandera en los ochenta con una tira titulada Unas lesbianas de cuidado.
En 2013, Fun Home se convirtió en un musical que arrasó en Broadway. Bechdel se implicó mucho en el proyecto, que ahora está en proceso de convertirse en una película de Hollywood, de la que solo sabe que “[el actor] Jake Gyllenhaal interpretará” a su padre. “Parece una mala excusa”, reconoce, “pero cuando eres autor de un éxito corres el riesgo de pasarte la vida solo atendiendo las peticiones en torno a ese libro… Me costó mucho tiempo aprender a decir que no. Y menos mal que aquello me pilló mayor [tenía 46 años cuando se publicó Fun Home]. El nuevo cómic trata sobre la vida, y sobre cómo encontré mi camino gracias al ejercicio. Dado que decidí estructurarlo por décadas, no tuve más remedio que esperar a completar la de los cincuenta [Risas]. He tardado tanto porque estaba tomando perspectiva sobre mí misma”. Ahora anda dándole vueltas a un proyecto de “autoficción”. “Las memorias pueden ser muy pesadas; acabas pagando un peaje por contar tu vida y la de tus parejas”. Si sale, será una historia sobre una dibujante llamada Alison Bechdel. “Nos parecemos mucho, y al mismo tiempo no tenemos nada que ver”, dice.
El secreto de la fuerza sobrehumana también retrata ese momento en el que, como describe una brillante viñeta, uno corona la cima de la colina, no tan alta después de todo, y se da cuenta de que lo que lo separa de la muerte es una suave pendiente hacia el descanso eterno. Bechdel dobló esa vuelta del camino en 2019. “Toda mi vida he estado en contacto con la muerte, empezando porque pasé parte de mi infancia en una funeraria. Cuando eres niña es un pensamiento bastante abstracto. Luego, a los cuarenta descubrí un pánico nuevo: quedarme sin tiempo de hacer todo lo que quería hacer. A los cincuenta me di cuenta de que empezaba a perder fuerza, y ese sentimiento no lo experimentas hasta que no llega el momento biológico exacto”.
A la pregunta sobre si hacerse mayor también brinda satisfacciones, responde, tras un largo silencio: “He notado que las cosas no te hacen tan feliz. Las vacaciones, por ejemplo, que antes vivía con un gran entusiasmo anticipado. Por suerte, descubres el placer de la rutina: estar en casa, desayunar lo mismo cada día, dar un paseo. Tengo más control sobre mí misma. Hacerse mayor ayuda a controlar las neurosis, aunque siga siendo un poco neurótica. Al menos, no bebo tanto”. Su pelea con el alcohol es otra de las tramas de El secreto de la fuerza sobrehumana. “Acabó siendo un problema”, admite. “Me aterra el bloqueo del escritor. Así que bebía para relajarme, para calmarme, lo cual exacerbaba aquello que quería evitar, aunque entonces no lo sabía. Al día siguiente, me levantaba con la necesidad de desandar el camino creativo de la noche anterior. En cuanto logré correr más y beber menos empezó a servirme lo que dibujaba por las tardes”.
“Bebía para relajarme, para calmarme, lo cual exacerbaba aquello que quería evitar, aunque entonces no lo sabía. Al día siguiente, me levantaba con la necesidad de desandar el camino creativo de la noche anterior”
Esa última fase del proceso marcó el final del viaje de Bechdel hacia el color. Empezó en los ochenta dibujando en blanco y negro con rapidógrafo. En Fun Home, incorporó la tinta aguada. Y en ¿Eres mi madre? el contraste de un rojo deslavado. El nuevo cómic es un estallido cromático: “Tenía claro que este debía ser exuberante, rebosante de vida”, dice, y detalla a partir de imágenes en su ordenador el proceso “bastante tradicional” que condujo del boceto al resultado final. En él, fue esencial la ayuda de Holly. “Pasamos la pandemia trabajando sin parar, convertimos este estudio en una pequeña factoría”. El secreto de la fuerza sobrehumana llega hasta esos meses en los que el coronavirus mandó parar. “He sentido auténtico terror durante este año de tumultos, incompetencia maliciosa y muerte, pero mi equilibrio interior se ha mantenido intacto”, escribe en una de las viñetas, organizadas con el pulso cinematográfico que es marca de la casa. Eso no ha cambiado. “No me viene tanto por las películas como de los tebeos de Tintín”, aclara. “No lo leí hasta la universidad, y fue muy influyente en mi obra”. (Y es inevitable pensar que también en su peinado).
Al decir “factoría”, Bechdel señala a su alrededor, un pulcro lugar de trabajo donde manda Millicent, una gatita que acaba de sustituir a la añorada Donald, cuya muerte, al día siguiente de las legislativas de 2018, está en el libro. Si esta se llamaba así en homenaje al psicoanalista británico Donald Winnicott, aquella toma su nombre de Millicent Frastley, un personaje del dibujante gótico Edward Gorey, uno de sus héroes. En una esquina del estudio, hay un “pequeño altar dedicado a su memoria”, con sus libros y una página enmarcada del listín de Nueva York con su número de teléfono en los años cincuenta. Sobre otra de las mesas, la última edición del American Heritage Dictionary, un mamotreto ilustrado, está abierta por la página de los Obama (“antes de Google Imágenes, esto era un tesoro”, se excusa). A su lado, hay un diario en el que Bechdel dibuja cada noche con trazo deshecho una escena que resuma la jornada.
Las estanterías, perfectamente ordenadas, ofrecen un repaso a la historia de la novela gráfica, un arte que ha ido sofisticándose desde que ella empezó. “En mis inicios, los tebeos eran una cosa bastante relajada. Maus [título de Art Spiegelman sobre el Holocausto, que ganó en 1992 un Pulitzer] lo cambió todo. Ahora es una disciplina sometida a gran escrutinio. Estoy contenta por eso, pero aún más contenta con no tener que empezar ahora, cuando el nivel es tan alto. Mis padres querían que hubiera sido escritora o artista, y esta profesión me permitía ser ambas cosas a la vez, pero no de la manera refinada que a ellos les habría satisfecho”. Se diría que ese sentimiento de inferioridad persiste. En los cómics de Bechdel se habla mucho y de un modo agudo y original sobre novelas, poemas y ensayos, pero no tanto de cómics.
Para abastecerse de novedades, la pareja baja una vez por semana a Burlington, capital de Vermont a orillas del lago Champlain, que es también la ciudad del senador demócrata Bernie Sanders (no lo conocen personalmente, aunque lo ven a menudo con su “distinguida cabellera blanca”). Es una ciudad de 42.000 habitantes orgullosa de sus excentricidades, con “un par de librerías interesantes” y una tienda de Patagonia, marca de ropa para la aventura que en el cómic provoca en la autora un deseo casi erótico. Burlington es la clase de lugar en el que el semanario local gratuito, llamado Seven Days, dedica su portada impresa a dos veteranos presentadores del tiempo que se jubilan con el siguiente titular: “Meteorología cambiante: su retiro pronostica el final de una época en los medios de Vermont”. La publicación independiente, que ha sorteado dignamente la crisis de la prensa, era una de las 50 cabeceras en las que Bechdel publicaba por todo el país, entre 1983 y 2008, Dykes to Watch Out For (que en español se ha traducido como Unas ‘bollos’ de cuidado y Unas lesbianas de cuidado), el trabajo que la dio a conocer.
Dejó la tira cuando consideró que la homosexualidad ya había conquistado su lugar en los medios masivos. Ahora está trabajando en una adaptación televisiva de dibujos animados. Al principio, pensó en traer a Mo, Lois, Sydney y las demás al mundo actual. Luego se dio cuenta de que son viñetas que “pertenecen a un tiempo y a un lugar que ya no existen”. “Y me divierte mostrar a los jóvenes cómo éramos antes de los teléfonos móviles. Vivíamos en un gueto, rodeadas de hostilidad, en plena epidemia del sida. Hemos olvidado lo difícil que era ser homosexual entonces”.
Vivíamos en un gueto, rodeadas de hostilidad, en plena epidemia del sida. Hemos olvidado lo difícil que era ser gay en los ochenta
Ella pertenece a la generación que logró que “la comunidad gay pasara a ser la comunidad de gais y lesbianas”. “Ahora ya no puedo seguirle la pista a tantos conceptos nuevos de diversidad sexual”. ¿Cree que se están exagerando las cosas? “He aprendido que hay que confiar en los jóvenes. Si ellos creen que todas esas siglas son importantes, lo serán. No conecto con todas ellas, pero me parecen reales”. También apoya las leyes que alientan la libre determinación de la identidad de género, aunque lamenta las peleas que han desatado en el seno del feminismo. “Si fuera joven, creo que me identificaría como de género no binario. Crecí como una mujer que no encajaba en lo que otros esperaban de ella, que no era suficientemente femenina. Esa es mi identidad, ser un tipo no convencional de mujer”.
“Estoy orgullosa de que muchas de las cosas por las que he peleado en mi vida ahora formen parte del discurso dominante, pero me preocupa la reacción airada”
Sobre la cultura woke, las disputas sobre el género o la raza y el empoderamiento de quienes no pertenecen a la clase dominante, temas candentes en Estados Unidos, coquetea con el posibilismo para evitar alienar a los demócratas más moderados, claves para el triunfo de Biden. “El país está muy polarizado”, se lamenta. “Corremos el riesgo de entrar en una dictadura fascista si Trump vuelve a ser elegido. Se discute mucho si todas estas iniciativas, en las que los jóvenes se muestran muy impacientes, no estarán empujando a los votantes en brazos de los republicanos. No sé la respuesta. Estoy orgullosa de que muchas de las cosas por las que he peleado en mi vida ahora formen parte del discurso dominante, pero me preocupa esa reacción tan airada. Odio decir: ‘Dejemos todo eso para evitar que esta gente nos mate’, pero a veces no puedo por menos que pensarlo”.
Luego, durante el paseo, se reconocerá aliviada por no tener hijos que tengan que “enfrentarse a un mundo tan complejo”, y mostrará en el móvil bajo una enorme roca con marcas de los escaladores un poema del beatnik Gary Snyder, junto a Emerson, Margaret Fuller o Wordsworth, uno de los personajes cuya historia se cuenta en El secreto de la fuerza sobrehumana. Lo escribió 31 años después de ascender con Jack Kerouac al pico Matterhorn, en la Sierra Nevada californiana, excursión que Kerouac inmortalizó en Los vagabundos del Dharma, una de las novelas favoritas de Bechdel pese a sus “ramalazos misóginos y egocéntricos”. En el cómic ella intenta con una amiga conquistar esa cumbre, pero se quedan a mitad de camino, como le pasó a Kerouac y a tantos montañeros letraheridos que cada año lo intentan inspirados por el autor de En el camino. El poema, titulado Subiendo la Sierra Matterhorn de nuevo 31 años después, dice: “Sierra tras sierra de montañas / año tras año, tras año / aún estoy enamorado (4-X-4086. En la cima)”. “¿No es hermoso?”, pregunta Bechdel. Y el móvil suena. El taxi ha llegado.
Dos mujeres hablan
En la tira, la amiga le dice que solo ve películas que cumplan tres requisitos: que aparezcan al menos dos mujeres, que hablen entre sí, y que cuando lo hagan no sea sobre un hombre. En la última que pudo ver, Alien, los personajes femeninos hablan entre sí… de un monstruo.
Desde entonces, el Bechdel Test examina productos, no solo audiovisuales, como una especie de prueba del algodón de la representación femenina en la cultura. Hasta hay una web que se dedica a examinar todos los estrenos desde esa óptica. “No tengo nada que ver con ella”, dice la dibujante, que se alegra de que aquella idea, “un buen ejemplo del humor que en la época gastábamos mis amigas lesbianas feministas y yo”, haya cundido, y que lo que antes era una excepción (que una película lo aprobase), se vaya convirtiendo en una norma. Ella no es ni mucho menos estricta en su aplicación. “No lo uso para elegir qué veré esta noche. Además, mi película favorita, Atrapado en el tiempo”, arquetípicamente masculina, lo suspende”.
El secreto de la fuerza sobrehumana
Autor: Alison Bechdel.
Traducción: Rocío de La Maya Retamar.
Editorial: Reservoir Books, 2021.
Formato: tapa blanda (256 páginas, 20,81 euros) y e-book (8,99 euros).
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.