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Monterroso logra el Príncipe de Asturias de las Letras por la riqueza de su universo literario

El escritor guatemalteco declara que los argumentos de sus relatos nacen de la propia literatura

Augusto Monterroso tomó contacto con lo español desde niño. "Mi relación con España ha sido muy grande: espiritual y físicamente. Comenzó desde mi infancia en Tegucigalpa. Nací en el seno de una familia en la que todo lo español estaba muy vivo. En mi familia se recibían revistas españolas, se leía a autores españoles y se admiraba a cupletistas y toreros. Todo lo que venía de España repercutía en nuestra vida, y principalmente en la de mi padre, periodista, fundador de revistas culturales y sobre todo gran bohemio. Fue así como empecé a conocer lo español. Luego, mi formación como escritor comenzó cuando me di cuenta de que debía conocer el español, los antecedentes de la literatura en español. Entonces me dediqué durante varios años a la lectura de los clásicos del Siglo de Oro en la Biblioteca Nacional de Guatemala. Ahí leí mucho a Cervantes, Quevedo, y leía a Gracián en sus primeras ediciones. Era lo que tenía en ese momento, fue una relación literaria muy profunda con España e influyó en mi formación. Después de que el señor Franco murió fui a España y comenzaron a aparecer mis libros. Tengo vínculos con siete editoriales. Tengo unas relaciones muy estrechas", declaró ayer el escritor en su casa de México.Argumentos inéditos

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El fallo del jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en su vigésima edición, que estuvo presidido por el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, destacó el "universo literario, de extraordinaria riqueza ética y estética", que Monterroso ha sido capaz de crear, y también el haber "transformado el relato breve, dotándolo de una intensidad literaria y de una apertura de argumentos inéditos hasta entonces". La candidatura de Monterroso, propuesta por la Academia Hondureña de la Lengua, se impuso por mayoría en la última votación a la de la novelista española Ana María Matute, que resultó finalista. El premio, cuya entrega tendrá lugar el próximo otoño en Oviedo, está dotado con cinco millones de pesetas y una escultura de Joan Miró.

El jurado del Príncipe de Asturias de las Letras considera a Monterroso como "uno de los autores más singulares de nuestra cultura" y lo juzga acreedor a esta distinción tanto por su obra narrativa como por la ensayística, toda la cual ha edificado, además, con una actitud de "cervantino y melancólico sentido del humor".

¿De dónde vienen esos argumentos tan inéditos en muchas de sus obras? Monterroso respondió ayer: "De la propia lectura. La literatura se hace también con literatura. Uno siempre está alimentado de literatura. Yo, para descansar de la literatura, me meto en la literatura, no me queda otro remedio".

Nacido en Tegucigalpa (Honduras) en 1921, Augusto Monterroso vivió desde muy niño en Guatemala, donde se implicó desde muy joven en la actividad política, en un periodo de turbulencias, alzamientos populares y cuartelazos, hasta que en 1944 optó por refugiarse en México, donde permaneció como exiliado hasta abril de 1996 y donde sigue residiendo. En México comenzó a publicar en 1959 y fue profesor de Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y responsable de la Dirección General de Publicaciones de esta institución académica. También fue secretario de Pablo Neruda en la revista La Gaceta de Chile y miembro del Pen Club Internacional y de la Asociación Mexicana de Escritores. En los últimos años, Monterroso, casado con la hija de un ex brigadista internacional que tomó parte en la guerra civil española, actuó como intermediario en las negociaciones de paz entabladas entre el Gobierno y la guerrilla revolucionaria de su país.

A esta edición del Príncipe de Asturias concurrieron 31 candidaturas de 17 nacionalidades, pero la selección final se decidió ayer por la mañana entre cinco autores, sólo uno de ellos de lengua no española: Monterroso, Ana María Matute, el argentino Ernesto Sábato, el peruano Alfredo Bryce Echenique y el portugués António Lobo Antunes.

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