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Cómo leen a Borges las nuevas generaciones

El Festival Borges, que se realizó durante la última semana en Buenos Aires, expuso cambios en la lectura y recepción del gran escritor argentino

Jorge Luis Borges en 1977.
Jorge Luis Borges en 1977.Sophie Bassouls (Getty Images)

“Es como si Borges fuera un abuelo y no un padre literario; y con los abuelos uno no tiene conflicto”, suele decir el escritor Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) y deja esbozado un cambio de época en la relación entre el gran autor argentino y las últimas generaciones de escritores nacionales. Es que tanto la adoración y el remedo imposible como la pulsión parricida, que durante años llevó a muchos a escribir contra Jorge Luis Borges, parecen haber dado paso a nuevas miradas, desprejuiciadas y con mayor libertad para tomar o descartar a gusto. La pregunta sobre cómo se lee hoy al autor de El Aleph fue uno de los ejes del Festival Borges que se desarrolló durante la última semana en Buenos Aires. Y las respuestas ensayadas acaso no habrían disgustado al escritor que defendía el placer como única razón válida para leer: la lectura, decía Borges, “debe ser una de las formas de la felicidad”.

En el escritor nacido en 1899 y fallecido en 1986 se conjugan una obra cumbre de la alta cultura y una figura de reconocimiento masivo, casi una celebridad popular, el viejo ciego y sabio que armonizaba la “serena modestia” con la ironía iconoclasta. En esa ambivalencia quizá radique parte de la perduración de su atractivo. “Por un lado, Borges apabulla, ocupa ese lugar canónico en la literatura argentina, es una de las grandes figuras de la literatura universal. Pero, a la vez, hay algo en él que parece muy accesible, a pesar de tener muchas complejidades”, observó la escritora Olivia Gallo (Buenos Aires, 1995). “Tenía una visión de la literatura muy horizontal, muy pura y juguetona. No se ponía en el lugar de un escritor serio que hablaba desde arriba, hay algo muy punk en su figura, en correrse de ese lugar al que a la vez pertenecía.”

El Festival Borges es un proyecto cultural independiente y con entrada libre que, en su cuarta edición, se realizó entre el lunes pasado y este sábado. Incluyó talleres, charlas y recorridas —algunas actividades virtuales y otras presenciales—, con la participación de académicos, investigadores, periodistas, escritores y otros artistas.

Olivia Gallo, Sonia Budassi y Gisela Paggi en la charla '"Cómo se lee hoy a Borges".
Olivia Gallo, Sonia Budassi y Gisela Paggi en la charla '"Cómo se lee hoy a Borges".Enrique García

“La literatura de Borges espera, espera a que llegue el momento en que cada uno y cada una pueda encontrar en Borges qué nos habla a nosotros, qué cuento sí y qué cuento no”, caracterizó Yamila Bêgné (Buenos Aires, 1983), autora de Los límites del control y Protocolos naturales, entre otros libros. “La literatura de Borges está ahí para que podamos volver, no sólo nosotros como individuos a lo largo de nuestras vidas, sino también como generaciones: mis padres lo leyeron de un modo, yo lo leo de otro, mi hijo lo leerá de otra manera. Así se configura también un clásico. Es una obra que espera porque tiene la cualidad para esperar, porque hay algo adentro que no se termina de descifrar. Una cualidad de condensación, de agujero negro. Estamos ahí rondando todo el tiempo y nos espera, espera a que lleguemos a comunicarnos de un modo más directo con esos textos.”

La influencia y las palabras

El interrogante respecto del influjo de Borges y su mitología en la producción literaria actual fue formulado en el festival por la profesora y periodista Gisela Paggi. “Hay una tensión entre la gente que escribe y Borges”, respondió Sonia Budassi (Bahía Blanca, 1978). “Borges puede inspirar miedo, temor, pero también a un escritor joven le hace sentir que existe otro mundo y que se puede formar parte. Muchos escritores han confesado que lo primero que les salía escribir eran cuentos imitando el gesto de Borges, los laberintos, las ruinas circulares... Si bien es un escritor erudito, tiene eso que Beatriz Sarlo llama la estrategia de lo menor, de no poner palabras de más. En toda su sofisticación, Borges es realmente estimulante para cualquiera que quiera escribir”. La autora de Animales de compañía y Donde nada se detiene destacó “las herramientas retóricas” que ofrecen los textos borgianos, su empleo de la metáfora y la prosopopeya, “las figuras contradictorias con las que niega algo afirmándolo”, presente en títulos de relatos como “El impostor inverosímil Tom Castro” o “El atroz redentor Lazarus Morell”.

“Borges no solo escribe sobre lectura, sino que escribe todo el tiempo sobre escritura. Entonces a la hora de escribir o de acercar herramientas a otros para que escriban, en un taller o una clase, es fundamental”, estimó Yamila Bêgné. Recordó que en el ensayo “La poesía gauchesca”, Borges advierte que conocer cómo habla un personaje es conocer al personaje: “Ese es un consejo insoslayable para construir un personaje o un narrador. Si conocemos esa voz, si la internalizamos, el camino de la escritura, que nunca es fácil, va a tener una guía”.

Ausencia presente

¿Los jóvenes leen a Borges? Sin datos disponibles, las respuestas compartieron sensaciones y percepciones. Olivia Gallo, autora de Las chicas no lloran y No son vacaciones, contó que, con sus amistades interesadas en la literatura, no suelen hablar de Borges. “No está en la conversación, tampoco aparece tanto en los talleres literarios. Pero hay algo de su presencia que se cuela por otros lados, quizá por otros autores argentinos tocados por su obra. En su momento, Borges fue discutido, criticado, canonizado, hay algo del debate en esos términos que ya está, ya no se discute y eso puede alejar a un autor y que se lo lea menos. Pero, a la vez, la gente de mi generación, creo, no estamos peleados con la idea de leerlo”, dijo y recordó aquella frase de Mairal: “Con los abuelos uno no se pelea, se pelea con los padres”.

Olivia Gallo durante su participación en el Festival Borges, el 5 de junio en Buenos Aires.
Olivia Gallo durante su participación en el Festival Borges, el 5 de junio en Buenos Aires.Enrique García

Como profesora de primer año en la universidad, en el área de las ciencias sociales, Bêgné comentó que sus actuales alumnos “por supuesto conocen a Borges, pero pocos lo leyeron. Sí leyeron a escritoras como Mariana Enríquez o a Samanta Schweblin. Tienen otras opciones más visibles y más cercanas de llegar a la literatura. Ya tendrán tiempo para llegar a Borges y, si no llegan, tampoco me parece un pecado capital. Hoy quizá puede haber grandes lectores que no hayan leído a Borges”, arriesgó, sabiendo, dijo, que iba a arrepentirse.

En los años cincuenta y sesenta, cuando aconsejaba a sus estudiantes que no leyeran libros que los aburrieran, Borges sugería algo parecido sobre el poder latente, en permanente suspenso, de la literatura: “Lean ustedes a Shakespeare. Si Shakespeare les interesa, muy bien. Si Shakespeare les resulta tedioso, déjenlo. Shakespeare no ha escrito aún para ustedes. Llegará un día en que Shakespeare será digno de ustedes y ustedes serán dignos de Shakespeare. Pero mientras tanto no hay que apresurar las cosas”.

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