Una vacuna contra el dengue en tiempos de crisis: ¿cómo, dónde y cuándo?
El fármaco Qdenga, que se ha empezado a distribuir de manera masiva en Brasil, podría ser una herramienta útil contra una enfermedad al alza en América Latina
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En 2024, una persona murió de dengue en la ciudad de Buenos Aires por primera vez en cuatro años. Es consecuencia de uno de los peores brotes que atraviesa el país, con más de 232.900 casos y 161 víctimas, pero también es un síntoma que alerta de lo que sucede cuando las temperaturas aumentan impulsadas por el cambio climático y cada vez hay más regiones donde el mosquito que transmite el virus, el Aedes aegypti, se siente cómodo. Se espera que la capital argentina, normalmente ajena a este tipo de crisis que suelen aquejar las regiones más tropicales del norte del país, pronto sea rescatada por la bajada de temperaturas del otoño. De hecho, ya ve cómo los casos disminuyen. Sin embargo, esta suerte no se aplica al resto de la región latinoamericana.
Según el último boletín de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) publicado el 19 de abril, durante los primeros tres meses de 2024 se registraron más de 4,2 millones de casos sospechosos de dengue, cuatro veces más que el mismo periodo de 2023 y casi seis veces más al compararlo con el promedio de los últimos cinco años. Argentina, Perú, Colombia, México y especialmente Brasil, con un 86% de los contagios en una última semana, son los más afectados.
Ahora, es precisamente Brasil el lugar que centra todas las miradas. El Gobierno decidió hacer un plan piloto de inoculación masiva con la vacuna Qdenga, de la farmacéutica japonesa Takeda, para tres millones de brasileños. The Lancet publicó recientemente los datos de efectividad de esta vacuna, la segunda que existe contra esta enfermedad, en unas 20.000 personas, más de cuatro años después de recibir la inyección: la protección fue de un 61,2% contra el contagio de dengue y un 84,1% contra las hospitalizaciones por la enfermedad.
Pero, con la seguridad y la eficiencia corroboradas, además de una crisis acuciante en la región, ¿por qué solo Brasil la está administrando a la población? Para empezar, no todos los países la han aprobado. Por ahora, además del gigante sudamericano, la vacuna tiene luz verde en Colombia y en Argentina, pero no en México y Perú. Sin embargo, la aprobación de las entidades regulatorias no es garantía de que la vacuna sea accesible ni se distribuya de forma masiva. Y de hecho, es posible que todavía no sea recomendable hacerlo en este caso.
Daniel Salas, gerente ejecutivo del Programa de Inmunización de la OPS, es contundente: “El uso de la vacuna no es un factor crítico para manejar las epidemias actuales”. Una de las recomendaciones de la OPS para las estrategias de vacunación con Qdenga es que se administre “entre uno y dos años antes del máximo de incidencia específico para la edad” de más hospitalizaciones por dengue. Eso significa que las inyecciones que se hicieran ahora contra los brotes actuales no servirían para atenuar la crisis. “Por eso, se insiste en que las estrategias para controlar el avance del dengue deben enfocarse en la prevención y control del mosquito transmisor, de la educación de la población, fortalecer la capacidad de manejo clínico, entre otros”, clarifica Salas.
Otra de las preocupaciones que deja intranquilos a algunos son los efectos de la vacuna sobre los distintos tipos del virus del dengue. Hay cuatro en circulación (DENV-1, DENV-2, DENV-3 y DENV-4), y la vacuna no responde de la misma forma ante todos. “Ahí hay una incógnita”, reconoce el virólogo Adrián Díaz, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Téncicas de Argentina (Conicet). Los últimos datos de Qdenga muestran que la vacuna es efectiva para los serotipos 3 y 4 solo si la persona ha tenido una infección de dengue previa. “¿Qué pasaría si empezamos a vacunar masivamente y vemos que para el dengue 3 y 4 no protege tanto, teniendo en cuenta el antecedente de la vacuna de Sanofi?”
Díaz se refiere a un sombrío episodio en la investigación de una vacuna contra el dengue: la farmacéutica francesa Sanofi desarrolló Dengvaxia, la primera vacuna contra esta enfermedad. La primera aplicación a gran escala se hizo en Filipinas entre 2016 y 2017 y se llegó a vacunar a más de 800.000 menores de edad antes de interrumpir el programa cuando se descubrió que los niños que habían sido inoculados sin haberse contagiado previamente podían desarrollar dengue grave al contagiarse por primera vez. Años después, se estima que esa campaña evitó más hospitalizaciones que las que provocó, pero el daño quedó hecho y el fantasma de esa experiencia planea sobre los pasos de Qdenga.
“Muchas de estas respuestas las obtendremos con la decisión valiente de Brasil de vacunar masivamente”, razona Díaz. Además, los municipios argentinos de Salta, Corrientes y Misiones, todos en zonas endémicas de dengue, en el norte del país, compraron la vacuna a nivel local para administrarla de forma gratuita, tres pilotos que también servirán para recopilar más información sobre el desempeño del fármaco en la vida real.
Sin embargo, Eduardo López, pediatra infectólogo y epidemiólogo, que participó en los estudios clínicos de Qdenga en Cali, Colombia, cree que deberíamos tener más prisa. “Esperamos que en algún momento [la vacuna] se incluya en las estrategias nacionales, hay que apuntarle a eso”. “El problema es grave, no va a desaparecer solo y tenemos una herramienta que debemos aprovechar”, agrega. Si bien quizás no es el momento de vacunar indiscriminadamente, López defiende que hay pasos que ya se pueden dar. “Primero, desde el punto de vista regulatorio, cómo la van a aprobar los distintos países”, un paso para el cual “hay información suficientemente robusta”, según el infectólogo. “También hace falta más intensidad de comunicación y de educación a la comunidad” para dar a conocer el fármaco y generar confianza, agrega el experto, además de recolectar información sobre las zonas de más seroprevalencia, es decir, donde más personas ya se han contagiado previamente del dengue, para que puedan ser priorizadas en futuras campañas de vacunación. “Ya se están haciendo esfuerzos en diferentes países en ese sentido”, comenta López.
Además de paciencia, información y divulgación, hay otra pieza que falta en el puzzle para que la vacuna se convierta en una herramienta útil contra las crisis del dengue: la accesibilidad. Por ahora, los seis millones de dosis que Takeda es capaz de fabricar son los que ha comprado Brasil para su estrategia de vacunación pública, por lo que una producción a gran escala para toda la región es inviable mientras no haya acuerdos para que se produzca en otros laboratorios, algo que se está estudiando ya en Brasil. Por otra parte, influye el precio: por ejemplo, en Argentina la vacuna se consigue de forma privada por unos 150 dólares por las dos dosis que conforman el esquema de vacunación. En marzo de 2023, Takeda anunciaba que preveía vender sus dosis entre unos 40 dólares y unos 115, dependiendo del uso de la vacuna y de la zona geográfica donde se adquiera.
Estas cifras implican inversiones millonarias para vacunaciones a gran escala que no todos los países latinoamericanos se pueden permitir. Una opción para facilitar la distribución de la vacuna es el Fondo Rotatorio de la OPS, una estrategia con años de recorrido que busca disminuir el precio de los fármacos a través de la mediación de la entidad internacional. Salas confirmó que “el Fondo Rotatorio tiene la vacuna disponible, pero en cantidades muy limitadas para 2024″. A la fecha de publicación de este artículo, América Futura no obtuvo respuesta sobre cómo se priorizarán esas dosis ni qué estrategia a mediano plazo busca la OPS. Eduardo López recuerda que la distribución desigual de la vacuna “fue uno de los errores que la pandemia nos puso en evidencia” y pone sobre la mesa que “el dengue es una enfermedad tropical desatendida, porque afecta más a las personas o regiones con más dificultades socioeconómicas”, por lo que “es urgente que haya un acceso equitativo” en la región.
La transmisión del dengue en las últimas seis décadas ha aumentado en un 35% y el futuro augura que no hará más que acelerar, así que cualquier estrategia es urgente. Díaz lo resume así: “Contar con una vacuna no va a eliminar el virus ni el mosquito (...) No es la solución, pero sí es una herramienta más que nos va a ayudar a disminuir el impacto del dengue en el sistema sanitario”. Y mientras el camino del fármaco se sigue desarrollando, recuerda otros pilares básicos para manejar las crisis que atraviesa la región: “la educación, que es lo más poderoso”, tanto a las comunidades como al personal sanitario y las estrategias para controlar el mosquito con insecticidas y eliminando sus criaderos. “Son herramientas que lo único que necesitan es organización colectiva”, concluye.
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