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En colaboración conCAF

Lula y Petro: lo que en política une el bosque que no lo separe el petróleo

El discurso de los presidentes de Brasil y Colombia sobre la transición energética va en vías contrarias. Ambos redujeron la deforestación, pero mientras Brasilia se une a la OPEP como observador, Bogotá apuesta por dejar atrás los combustibles fósiles

Gustavo Petro y Lula Da Silva
Lula da Silva y Gustavo Petro, durante un encuentro en Leticia (Colombia), el 8 de julio de 2023.Presidencia de Colombia (EFE/ Presidencia de Colombia)
María Mónica Monsalve S.

Entre el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, y el de Gustavo Petro, de Colombia, se podrían hacer varios paralelos. Ambos, de corriente de izquierda, asumieron el poder en sustición de Gobiernos de derecha. Ambos, también, lideran países que tienen territorio en el bosque tropical más extenso del mundo: la Amazonia. Por eso, no es sorpresa que los dos presidentes lideraran la Cumbre Amazónica que se realizó en agosto de 2023 en Belém do Pará (Brasil), en la que los ocho países que tienen parte en esta selva acordaron 113 medidas para proteger este ecosistema. Pero si hay algo en lo que tanto Lula como Petro han destacado es que, después de muchos años, lograron reducir notablemente la deforestación en sus países.

A mitad del año pasado, el Ministerio de Ambiente de Colombia anunció que, durante el año 2022, se habían borrado 123.571 hectáreas de bosque a nivel nacional, lo que significaba no solo una reducción del 29% de la deforestación frente al año 2021, sino la menor cifra reportada desde 2013. Por su parte, la deforestación en la Amazonia de Brasil cayó un 22,3% entre agosto de 2022 y julio de 2023, según datos reportados por el Instituto de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE). Esto después de que las políticas del antiguo Gobierno, el de Jair Bolsonaro, llevaran la deforestación a su mayor pico en la región tras 15 años.

Sin embargo, si se pueden hacer paralelos entre ambos Gobiernos, también hay un punto que los distancia: la transición energética. O para ser más exactos, la intención de dejar atrás los combustibles fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón. Aunque se trata de una separación que surgió desde la Cumbre Amazónica, en donde uno de los grandes ausentes del acuerdo fue detener la expansión de la frontera de petróleo y gas en la Amazonia – como quería Petro -, la diferencia de discursos se volvió aún más evidente durante la cumbre del clima, COP28, que se desarrolló en Dubái a final del año pasado.

Mientras que en este evento se conoció que durante enero Brasil entrará como observador a la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo; solo con un día de distancia el Gobierno de Petro se unió a un bloque de países que hacen un llamado para que se firme un tratado de no proliferación de combustibles fósiles. Se trata de una propuesta que nació de las pequeñas islas del pacífico, unas de las más amenazadas ante el cambio climático, por lo que Colombia se convirtió en el mayor productor de carbón y gas en unirse a esta iniciativa.

Lula, en su momento, intentó hacer un llamado a la calma. Convocó una rueda de prensa para aclarar que Brasil se estaba uniendo era a la OPEP+, es decir, en rol de observador y sin tener que cumplir cuotas de producción de petróleo, y que se había incorporado a este club para ayudar a convencer a los mayores productores de este combustible fósil a destinar su lucro en una transición justa hacia las energías renovables.

Pese a esto, días después de que terminara la COP28, el Gobierno de Brasil subastó más de 602 lotes para la explotación de petróleo y gas. Además, como lo señala el Informe sobre las diferencias de producción, publicado por la ONU, el plan energético de Brasil a 2032 busca que “el petróleo y gas aumenten en un 63% y un 124% respectivamente, entre 2022 y 2032″, y la actual administración ha dicho que quiere “transformar a Brasil en el cuarto mayor productor de petróleo del mundo”

Ante esto, Ricardo Baitelo, gerente de proyectos en el Instituto de Energía y Medio Ambiente de Brasil (IEMA), señaló a América Futura que “Lula tiene una cultura y mentalidad sobre el petróleo que es antigua. En su cabeza, las ganancias que deje esa producción irán a la salud y la educación, como parte de su segunda ola. Pero eso tiene muchos efectos negativos”. El experto en medioambiente aseguró que “las energías renovables sí traen transformaciones necesarias para el país como empleos verdes y Lula lo sabe, por eso también habla bastante del hidrógeno verde”.

Pero, además, el Gobierno de Lula también ha mostrado su intención de empezar a explorar petróleo en el Amazonas de su país a través de la estatal Petrobras. Una idea que no ha calado bien entre ambientalistas, vecinos como Petro y entre miembros de partidos afines a su Gobierno. “La integración de Brasil a la OPEP, aunque sea en calidad de observador, es una de las ambigüedades de la política medioambiental brasileña”, comentó Juliano Medeiros, presidente del Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Frente al hecho que actualmente no hay ninguna explotación de petróleo en la Amazonia de Brasil, aunque sí hay una pequeña exploración de gas en el estado de Amazonas, el PSOL, comenta, ha hecho un llamado en el Congreso contra la creación de nuevos pozos de exploración de petróleo en esta región. “Ahora, lo que estamos haciendo es discutir cuál es la mejor estrategia para que esto pase a ser una realidad, ya sea a través de un proyecto de ley o formar un frente parlamentario”, agregó Medeiros.

Petro: del discurso a la realidad

Desde su campaña, Petro ha hablado de dejar atrás los combustibles fósiles. Este discurso, por lo menos, ha sido repetido en varios escenarios: en su posesión presidencial, en la Asamblea de Naciones Unidas y, claro, en la COP28. Y como explica Giovanni Pabón, director del Área de Energía en el centro de pensamiento Transforma, en solo esto hay una ganancia. “Se trata de un discurso que se ha convertido en un referente a nivel mundial porque Colombia es un país en vías de desarrollo, con renta media, con una economía no diversificada y con una dependencia energética alta frente a los combustibles fósiles”, comenta. “Eso lo ha puesto en el top del interés mundial”.

El reto, a sus ojos, es que al Gobierno le ha costado mucho pasar de ese discurso a la política nacional. “Las personas que se verán afectadas por esa transición aún ven ese discurso como algo negativo”, comenta. “Hace falta que se aclare de qué se trata esa transición, cuánto nos afecta, cuánto va a durar y eso es muy importante. Aunque en la práctica sí hay avances”.

Por ejemplo, el tema de limitar los subsidios a los combustibles fósiles –a pesar de ser una medida altamente impopular– ya está avanzando en Colombia. “Aunque fue un ejercicio que se hizo más con una intención económica, el precio de la gasolina subió casi un 43% durante todo el año 2023. Esta alza, que tuvo que ver con reducción de los subsidios a este combustible, no solo desincentiva su uso y empuja a una mayor eficiencia, sino que evita el derroche”. Y es una decisión que va en la vía correcta de lo que piden los compromisos climáticos. También, comenta Pabón, el Gobierno está trabajando en cómo ir saliendo de las 19 centrales de carbón que se usan para generar electricidad en el país.

Pero en otros temas todavía hay retos enormes: la operación de las energías renovables estuvo casi que pausada durante 2023 y sobre las acciones para electrificar a Colombia no se ha hablado mucho. “Hoy deberíamos tener casi tres gigas en renovables, pero apenas vamos en 500 megas [cuando la intención del Gobierno es lograr seis gigas para 2028]”, aclaró el experto. En cuanto a la electrificación aseguró que “aún no hay una política que vaya de la mano a la transición energética”.

Finalmente, hay un punto álgido al que deberá enfrentarse Colombia: ¿qué pasará con Ecopetrol, la estatal petrolera? “El Gobierno se está metiendo a este tema y de la manera correcta”, asegura Pabón, ya que la idea es ubicarla como una empresa pionera en energía, incluyendo las renovables. Actualmente, el 90% de las ganancias de la empresa vienen del petróleo, por lo que el plan del Gobierno es que para 2040 el 30% de los lucros de Ecopetrol vengan de otros negocios, como las renovables. “Esto, unido a un plan de acelerar el turismo y la política de reindustrialización que tiene que fortalecer mucho más el Ministerio de Comercio, le permitiría a Colombia hacer también una transición económica”, concluye Pabón.

“Brasil y Colombia tienen mucho en común. Somos dos grandes democracias multiculturales, marcadas por la valiosa contribución de los pueblos indígenas y afrodescendientes. Y también compartimos el compromiso de llevar la Amazonia al centro de nuestras políticas”, escribió en X (antes Twitter) el presidente Lula meses antes de que se celebrará de la cumbre en Belém. Pero lo cierto es que la idea de lograr proteger completamente el Amazonas no será una realidad cercana mientras a uno de ellos lo seduzca seguir explotando el petróleo, sobre todo en esa región.

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Sobre la firma

María Mónica Monsalve S.
Periodista de América Futura en Bogotá, Colombia. Antes trabajó en El Espectador. En 2020 fue ganadora del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Máster en Cambio Climático, Desarrollo Sostenible y Políticas de la Universidad de Sussex (Reino Unido).

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