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Brasil celebra una gran subasta petrolera recién clausurada la cumbre del clima

El Gobierno de Lula alaba el resultado de la cumbre del clima mientras licita 602 bloques y trabaja para aumentar la producción de crudo y gas

Naiara Galarraga Gortázar
COP28
Un empleado de Petrobras en una plataforma petrolífera marítima frente a Río de Janeiro en 2018.Pilar Olivares (Reuters)

El Gobierno brasileño ha subastado más de 602 lotes para la explotación de petróleo y gas este miércoles, cuando aún no se había apagado el eco de los aplausos por el histórico acuerdo alcanzado en la cumbre climática de Emiratos, un pacto firmado por Brasil y 199 países más que abre la senda para dejar atrás los combustibles fósiles. La licitación de Petrobras, cuyo principal accionista es el Estado, incluye zonas tierra adentro en la Amazonia, en aguas de la isla de Fernando de Noronha y, sobre todo, frente a la costa sur del país. Los ambientalistas brasileños han acudido a los tribunales en un intento de paralizar la licitación, además de poner el grito en el cielo ante la contradicción de que el país, con Luis Inácio Lula da Silva a la cabeza, quiera ser una potencia ecológica y liderar la transición ecológica mientras impulsa la producción de los combustibles que causan el calentamiento global.

La subasta se ha realizado como estaba previsto y ha terminado con un tercio de los bloques adjudicados a 19 empresas que se han comprometido a invertir más de 2.000 millones de reales (400 millones de dólares), según informa el diario O Globo.

Por primera vez las conclusiones de una cumbre climática de la ONU mencionan los combustibles fósiles, los principales causantes de la crisis climática. Los ambientalistas más ambiciosos consideran que seguir buscando reservas de petróleo y gas es contradictorio con la urgencia que requiere combatir el cambio climático. “La ciencia del clima es clara: ya no podemos abrir nuevas áreas para la explotación de combustibles fósiles”, ha declarado el brasileño Délcio Rodrigues, director del Instituto ClimaInfo. Otra ONG brasileña, el Instituto Internacional Arayara, ha presentado varias demandas ante los tribunales en un intento de que los jueces impidan en el último minuto la subasta.

El propio Gobierno de Lula ha saludado el pacto alcanzado en la COP, en esta ocasión celebrada en una petromonarquía. La ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático, la veterana Marina Silva, se ha felicitado de que, tras 31 años de debates, las conclusiones de la cumbre contemplen “una trayectoria de ir dejando atrás los combustibles fósiles”. Silva, que ostentó el mismo cargo hace dos décadas también de la mano de Lula, ha añadido que Brasil “defiende la idea de que los países desarrollados y los países en desarrollo deben comprometerse con una responsabilidad conjunta, sin embargo... los países desarrollados deberían tomar la iniciativa”, ha declarado en Dubái, según Reuters.

Los ecologistas brasileños han apodado la controvertida oferta pública de Petrobras como “la subasta del fin del mundo” por la cantidad de bloques licitados y porque decenas de ellos se ubican en zonas sensibles para el medio ambiente, según los informes elaborados por ONGs. De todos modos, la compañía petrolera no ha incluido en la oferta la zona del margen ecuatorial en las aguas frente a la Amazonia, que considera una nueva frontera petrolera y que las ONGs ambientalistas han colocado en el centro de su batalla contra el crudo en Brasil.

Brasil se encuentra en una posición incómoda en un momento en que está en campaña internacional para ser uno de los países que abandera la transición energética y quiere captar fondos para proteger la Amazonia. Tanto Noruega como Reino Unido aprovecharon la COP para anunciar aportaciones al Fondo Amazonia que suman 95 millones de dólares. Este fondo premia la caída de la deforestación con dinero para proyectos ambientales.

Ya se ha confirmado que la COP 30 se celebrará por primera vez en la Amazonia, en la ciudad de Belém, en 2025. Es un evento con un enorme significado simbolico y, para Lula, también político. Allí reunió el presidente brasileño el pasado agosto a sus homólogos de los países amazónicos. El presidente colombiano, Gustavo pero, aprovechó para proponer que los nueve países se comprometieran a renunciar a la explotación de los combustibles fósiles. Fracasó.

Por un lado, Brasil alberga el grueso de la Amazonia, crucial para mitigar el calentamiento global, y por otro es el noveno productor de crudo del mundo. Lula —político habilidoso— intenta conciliar la protección del medioambiente —una de las prioridades de su Gobierno— sin que afecte a Petrobras, una empresa clave para el desempeño económico del país, para generar empleo y recaudar impuestos.

La subasta, organizada hace meses, se celebra poco después de otra polémica decisión que trascendió mientras Lula participaba en Dubái en la COP28. En enero Basil se incorporará como observador a la OPEP, el club de los países productores de crudo.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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