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En colaboración conCAF
Educación
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cuatro de cada cinco niños menores de 10 años no pueden leer este titular

América Latina y el Caribe están fallando en la educación de su niñez. Dejar a la mayoría de su infancia sin saber leer ni escribir tiene un costo social y económico que la región no debe permitirse

niño toma clases en una escuela de Chiapas (México), en diciembre de 2021.
Un niño toma clases en una escuela de Chiapas (México), en diciembre de 2021.Isabel Mateos Hinojosa (CUARTOSCURO)

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Actualmente en América Latina y el Caribe, se estima que cuatro de cada cinco niños y niñas de sexto grado no podrán leer este artículo, según un informe conjunto del Banco Mundial y UNICEF. La pandemia ha exacerbado la crisis educacional más severa e invisible que la región jamás haya enfrentado y tendrá repercusiones enormes y duraderas para toda la sociedad.

Sí, es cierto que después de un cierre de escuelas prolongado debido a la covid-19, la mayoría de los estudiantes están de vuelta físicamente en las aulas. Sin embargo, están aprendiendo muy poco. En los primeros dos años de la pandemia, la pérdida de aprendizaje fue tan grave que ahora, a muchos, les resulta casi imposible seguir la clase. Actualmente, en las familias más vulnerables, especialmente en las comunidades indígenas y afrodescendientes, cada día muchos más corren el riesgo de abandonar la escuela.

Mas allá de la perdida de aprendizaje individual, que millones de niños y niñas de nuestra región no estén adquiriendo las habilidades básicas de lectura y matemáticas nos impacta a todos. En cuestión de una década, estos jóvenes que no saben leer intentarán buscar trabajo o ingresar a las universidades. Pero por su falta de habilidades, es probable que engrosen las cifras de mano de obra no calificada, desempleo, pobreza, criminalidad y de migración forzada e irregular en busca de mejores oportunidades.

La región entera se podría encontrar atrapada en una espiral de pobreza, inestabilidad social, pérdida de capital humano y baja competitividad. ¿Es esta la región que merecen nuestros niños y niñas? Como padre caribeño de dos hijas, me preocupa que, según el Banco Mundial, un niño nacido hoy en nuestra región alcance solo el 60% del potencial productivo que habría tenido si hubiera tenido acceso a servicios para tener una buena salud y acceso a educación de calidad. Estas predicciones aumentan a más del 80% para un niño nacido en Singapur, Hong Kong o Japón.

Si bien la reapertura de escuelas y el regreso a la educación presencial eran necesarios, no son suficientes para solucionar la crisis educativa profundizada durante la pandemia.

En 2022, veinte países de América Latina y el Caribe participaron de la Cumbre para la Transformación de la Educación convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas y reconocieron de forma unánime la necesidad de formar a los docentes así como los retos de los sistemas educativos frente a las crisis socioeconómicas.

Sin embargo, pocos países han pasado a la acción firme, más allá de estas declaraciones de compromiso. Muchos programas de recuperación se han ejecutado de forma temporal y a pequeña escala. El tamaño del desafío requiere más inversión, mayor alcance y más velocidad.

Estoy convencido de que esta región tiene los recursos, los talentos, las instituciones y los socios para hacerlo mejor. Priorizando la educación de los niños y niñas, América Latina y el Caribe puede regresar a la senda del desarrollo, de la prosperidad con equidad, de la estabilidad y de la competitividad.

¿Y dónde empezar? Hay que volver a lo básico. Hay que recuperar y mejorar los aprendizajes fundamentales en lectura y matemáticas. Hay que impulsar un plan masivo y de largo plazo de enseñanza básica, probablemente el más ambicioso de la historia de la región, que incluya programas de aceleración, tutorías, ampliación del horario lectivo, formación continua de los docentes y métodos pedagógicos más innovadores, entre otros.

Esta inversión masiva en la educación no es solo lo correcto, sino también lo más inteligente que podemos hacer porque el costo de la inacción tiene consecuencias para todos. Y debemos comenzar por los que hoy son invisibles. Los niños y niñas indígenas y afrodescendientes, los que viven con discapacidad y los más pequeños. Si concentramos la respuesta en ellos, se logrará un impacto duradero y mayor retorno económico y social de este esfuerzo financiero.

Para iniciar, me encuentro en Bogotá para participar del evento Un compromiso para la acción sobre los aprendizajes básicos y su recuperación en el que espero que muchos más países de la región acuerden implementar acciones urgentes, concretas y a escala para garantizar la adquisición de un aprendizaje básico. Los niños y niñas de la región lo necesitan. Nuestras economías así lo demandan.

Si los gobiernos de la región no toman medidas urgentes para recuperar lo perdido y asegurar los fundamentos básicos del aprendizaje, millones de niños, niñas y adolescentes tendrán consecuencias duraderas por toda su vida.

Dejar a la mayoría de su infancia sin saber leer ni escribir, es un costo social y económico que América Latina y el Caribe no puede y no debe permitirse. El futuro de esta crisis es ahora, no se puede esperar más para actuar.

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