Indígenas: todo el pueblo educa a los niños
La pandemia de covid-19 es una barrera pero también una oportunidad para la reinvención del proceso educativo de los estudiantes indígenas. Una basada en sus realidades. Una experta en educación y cuatro docentes de distintas etnias de América Latina comparten su punto de vista en esta serie de vídeos grabados por ellos mismos para EL PAÍS
La respuesta del Gobierno de México a la escolarización de muchos niños indígenas durante la covid-19 no considera sus realidades, inhibiendo así a muchos de ellos de asistir a las clases virtuales. Algunos maestros de los pueblos náhuatl, purépecha y zapoteca han tenido que arreglárselas para atender las necesidades de sus alumnos, pero están encontrando soluciones dentro de las comunidades, en sus conocimientos, valores, y actividades. A partir de esta situación, surgen preguntas sobre los derechos y deseos de los pueblos originarios, y una en particular: ¿quién determina su educación?
México es el país con mayor diversidad lingüística de Latinoamérica. Más del 7% de su población habla una de las 364 variantes de las 68 lenguas indígenas, y una de cada cinco personas se identifica como nativo. La Dirección General de Educación Indígena impulsa el programa de educación intercultural bilingüe en comunidades rurales, donde habita la mayoría de esta población. Sin embargo, el plan de estudios no considera suficientemente los derechos lingüísticos de los pueblos originarios. Según el maestro Bini Xidza Nelson Martínez Pérez, del municipio de Tanetze, de Zaragoza, Oaxaca, “[En el currículo nacional] no hay inmersión en lenguas indígenas, solo clases de algunas horas desde Preescolar hasta sexto grado.”
Con la pandemia, la Secretaría de Educación Pública implementó el programa Aprendo en Casa, una propuesta para producir 4.500 programas de televisión y 600 de radio en español y en lenguas nativas. Pero para muchos niños el “aprendizaje virtual” es imposible. En las comunidades rurales hay cobertura limitada de wifi y de señal de televisión, escaso acceso a computadoras y, si tienen teléfonos, les faltan datos. En Chicahuaxtla, Puebla, “no es posible usar el internet, aún menos en los cerros… Muy poco llega de cobertura y los datos no alcanzan”, asegura la maestra náhuatl Georgina Marcelo.
El programa tampoco toma en cuenta las realidades lingüísticas de las comunidades. Según los maestros, hay muy pocas lecciones del programa en lenguas indígenas. “No funciona pues porque es un lenguaje diferente, las mamás ni siquiera lo entienden”, opina Eusebia Texis, la maestra náhuatl de San Luis Cholos, Tlaxcala. La maestra Lourdes Ramos, de Ocpaco, Puebla, dice: “No les interesa y no tienen tiempo. Y eso es normal, es un idioma que ellos no hablan y son valores que no perciben”.
Además, el horario del programa no es ideal para sus alumnos. Al no ir a la escuela, muchos han retomado actividades con sus padres, como vender artesanías o sembrar el campo. “Hay mucho rezago escolar”, cuenta Ramos. En las comunidades que viven en torno a sus sistemas agrícolas “la prioridad es trabajar en el campo”, explica Marcelo. En la comunidad de Texis hay mamás que no quieren que ellas y sus niños estén pegados a la televisión, preferían enseñarles algo por sí mismas.
Ya que Aprende en casa no ofrece resultados satisfactorios, muchos maestros han recurrido a métodos de aprendizaje no virtuales. En la comunidad Xidza, de Nelson, “algunos maestros están dando tequio de forma presencial, van de casa en casa, manteniendo la sana distancia, enseñando a los alumnos así”. El tequio es una forma de trabajo comunitario zapoteco para atender las necesidades colectivas. En la comunidad del maestro purépecha Francisco Morales, Comachuén, Michoacán, han organizado talleres de música y una biblioteca rodante que viaja entre comunidades.
Aunque la covid-19 ha traído grandes desafíos, algunos maestros consideran ciertos aspectos positivos. Por ejemplo, los alumnos pasan más tiempo en familia y rodeados por su lengua materna. Además, participan más en actividades y rituales de sus comunidades, reforzando sus saberes. Algunos alumnos de Francisco han empezado a sembrar maíz con sus papás. “Sí, están perdiendo algunas cosas, pero también están aprendiendo cosas que no aprenden normalmente en la escuela”, dice.
Antes del coronavirus ya existía el proyecto comunitario de “las milpas educativas para el buen vivir” en Chiapas, Michoacán, Oaxaca y Puebla, donde las “maestras milperas” como Lourdes Ramos, Eusebia Texis y Georigina Marcelo atendían las realidades de las comunidades. Los docentes de esta metodología intercultural diseñan lecciones y actividades que refuerzan sus saberes y conocimientos. Según el doctor Stefano Claudio Sartorello, que ha coordinado el proyecto, “ofrece una alternativa de educación en los espacios de vida y después regresa al aula para aplicar los aprendizajes sociales de la comunidad”. Los docentes enfatizan el “hacer” como aprendizaje, por ejemplo, aprenden danzas típicas, se bañan en el Temascal, o sacan miel del maguey.
Durante la pandemia, los maestros aluden a la realidad en sus lecciones para que los niños hablen de lo que viven, hacen y aprenden en estos tiempos. Según Texis, a “muchos niños prefieren llevárselos al campo y están aprendiendo...”. Para Marcelo, “las milpas educativas han respondido desde los saberes, revalorando los conocimientos… Los papás son los que saben y conocen. En marzo se están cosechando habas y [queremos] que los niños se involucren y que escriban sobre eso”.
Desafortunadamente, tanto en las Américas como en otros países, hay un legado de escolarización asimilativa y muchos pueblos indígenas siguen luchando por el control de la educación de sus hijos. Aunque la pandemia sigue presentando barreras, también ha significado una oportunidad para la autodeterminación, reestructuración y reinvención del proceso educativo de sus niños, basada en sus realidades, prácticas y conocimientos. Las clases presenciales han sido reemplazadas por lecciones en el campo y el hogar, en forma conjunta. Recordándonos lo que me dijo Nelson: “Todo el pueblo educa a los niños, ese es el sentido también de la educación comunitaria...”.
Marial Quezada es miembro de la organización de defensa de los derechos indígenas Survival International y es cofundadora de la ONG estadounidense alterNATIVE Education.
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