La argentina que cuestiona la economía con arte creado con desechos
Elisa Insúa estudió economía, pero es artista visual. Sus obras se realizan con piezas de plástico, metales y otros materiales que tenían como destino el vertedero
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Decenas de cajas con objetos desechados. Es lo que primero que se ve en el estudio de Elisa Insúa en el barrio de Núñez (Buenos Aires). Juguetes de plástico, desodorantes, viejos casetes, bijouterie barata… La lista puede ser infinita. Todo está acomodado por colores en estantes, junto a las obras en las que está trabajando. Como testigos mudos de otras vidas, aparecen esos materiales que son el insumo básico de la artista argentina, que expuso sus trabajos en México, Estados Unidos, España, Japón y el Reino Unido.
Cuando tenía 16 años, comenzó a trabajar de forma autodidacta con esculturas y ensamblajes realizados a partir de materiales de descarte. Luego eligió la carrera de Economía y Negocios. Y comenzó a fusionar el mundo del arte y el de los números, con la mirada puesta en el consumo excesivo y en lo insaciable que podemos llegar a ser los seres humanos. Su obra es una mirada lúcida sobre ciertos axiomas económicos, con una estética pop de gran impacto visual y un mensaje de concientización sobre la reutilización de los materiales.
“Comencé a trabajar con objetos de descarte cuando era bastante chica. El nexo entre las dos cosas surgió con el estudio de la teoría económica, que explicaba de alguna manera esos materiales que yo venía usando en mis obras. A partir de ahí inicié el trabajo con obras que reflexionan sobre ciertas cuestiones económicas que me hacían ruido de la economía lineal, los precios y los materiales”, dice Insúa.
Mientras trabaja en una de sus obras -un martillo mecánico de esos que rompen las calles con incrustaciones-, la artista repasa esos axiomas que aprendió en la facultad; las “verdades” de la economía que intenta cuestionar desde su trabajo. “Una premisa muy básica que me enseñaban en el primer año de la facultad, mientras estudiaba economía, era la siguiente: ‘Cuanto más, mejor’. De eso se desprenden un montón de corolarios. Por ejemplo, el que indica que las empresas tienen que estar todo el tiempo vendiendo cada vez más y aumentando sus ganancias”.
Parte de esas ideas están en su última serie “Paisaje Industrial”, que recrea gráficos macroeconómicos con escombros industriales, como la evolución del índice Standard & Poor’s 500 y la distribución del ingreso global. “Lo primero que ves en esas obras es, de alguna manera, un paisaje. Incluso insinúan paisajes montañosos parecidos a los Andes. La idea es jugar con ese gráfico hecho de desechos industriales, con la dicotomía entre paisaje e industria; entre desarrollo y conservación y entre civilización y barbarie”.
Cuando comenzó a hacer arte, Insúa le pedía a sus amigos y familiares que separaran los desechos para usarlos en sus obras. Con el tiempo y la profesionalización, ese material no fue suficiente y tuvo que salir a buscar fuera de su círculo y hacer campañas de recolección. “Lo hago a través de las redes sociales. A veces también necesito plásticos negros o residuos de tecnología. La gente se acerca al taller y también pongo puntos de recolección, además de colaborar con algunas cooperativas y empresas que me separan cosas que no se pueden reciclar y que a mí me sirven. Por ejemplo, encendedores, máscara de pestañas, juguetes...”
El uso del material es variado. Va desde el plástico al metal e, incluso, tiene algunas obras con caramelos y resina. “Trato de usar objetos que no sean demasiado pesados y que no se corroan por un tema de conservación del trabajo. Luego hay una cosa muy arbitraria de la paleta de colores, la estética y la información. Trato de mantener las etiquetas porque dan información de las marcas y los productos y es una forma de señalar quién está dejando eso atrás. La idea es que los materiales tengan sentido en su conjunto. El significado lo compongo a partir de la sumatoria de los objetos, que están en nuestra cotidianidad dando vueltas. Es enorme la cantidad de cosas que compramos, usamos y tiramos. La idea es tomar una dimensión de eso de alguna manera”.
En ese gran universo de materiales, el plástico es uno de los más presentes en la obra de Insúa. Por un lado, le permite desarrollar la estética estridente de su obra. Y, por otra, reutilizar los residuos que son una amenaza creciente y la basura marina más voluminosa, dañina y persistente del planeta.
“El plástico es muy del hoy y está el conflicto de la cantidad de objetos de un solo uso. Hay algo del plástico que me permite desarrollar la estética de colores saturados, con mucho brillo y grandes dimensiones que son propias del lenguaje de la publicidad. Mi idea es usar ese lenguaje como un Caballo de Troya e incluir un lenguaje opuesto dentro del mismo lenguaje. El uso del metal me permite, a nivel comunicativo, hablar del valor y de la riqueza, que durante muchos siglos estuvo asociada a ese material. En una época trabajé en España con un taller de chatarrería. Siendo latinoamericana, quise retomar el rescate de ciertos metales que tenían destino de ser fundidos o derretidos”.
Fabiana Barreda, artista especializada en nuevas tecnologías y curadora, conoce a Elisa desde muy joven. Y destaca su mirada sobre la sociedad de consumo. “Su obra es una pregunta por la sustentabilidad. Ella construye nuevas formas de ornamento y las reinserta en la sociedad a partir de la metáfora del arte. Su reflexión gira en torno a cómo las economías pueden acompañar los procesos de crecimiento sociales. En su obra también está lo femenino, la moda, las joyas el way of life… La metáfora del dinero es, en realidad, un vehículo del artista para hacernos reflexionar sobre las condiciones sociales”.
Una de las últimas exposiciones de Insúa fue en México. Ethel Betsaida Ramos es curadora en ese país y trabajó junto a la artista, a la que califica como “sugerente” en su representación de la mercancía, el consumo y el fetiche del objeto en estos tiempos. “Ella maneja el lenguaje de la economía de una forma muy clara y tangible; son temas que muchas veces no resultan sencillos de procesar. Elisa los aterriza desde un ámbito estético muy atractivo en el primer impacto de vista, con contrastes brillantes y con guiños de una estética de pop art”, dice Betsaida Ramos.
La curadora encuentra en la obra de Insúa un dejo de nostalgia, quizás por el vínculo que construimos con los objetos que pensamos importantes pero que, como casi todo en esta vida, resultan pasajeros. “Son cosas que usas y que van dejando huellas por su consumo. Ella lo hace explícito en sus ensambles. Los objetos de Elisa son retratos de nuestra vida contemporánea, que nos dejan en claro la contaminación constante. Es potente y pertinente ponernos a reflexionar sobre nuestra huellas de consumo a través del tiempo”, agregó.
La tarde cae pesada en este rincón del norte de la ciudad. La artista trabaja de pie en su taller. Con una pistola encoladora, le da belleza a un martillo mecánico, una herramienta que sirvió para destruir calles y generar contaminación sonora y ahora es arte. La gran mayoría de los objetos que componen su obra tenían destino de basural. El mensaje de Elisa Insúa es tan claro como la potencia de su obra cuando se refiere a la sustentabilidad. “Debería buscar visibilizar los procesos que están atrás y adelante de las cosas, con la idea de hacer consumos más conscientes. Hay algo vinculado con la necesidad de mesura y de no derroche, con darle un valor a las cosas que se merecen, como el agua. Costó un montón de trabajo el hecho de abrir una canilla y que sea limpia y potable. Quizás sea darle valor a las cosas que realmente deben tenerlo”.
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