Un taller vecinal y solidario para promocionar el uso de la bici en Argentina
‘Bicis del Vecindario’, un proyecto liderado por seis mujeres y disidentes sexuales, propone la autoreparación para poblar las calles de bicicletas y revolucionar sus ciudades
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A finales de 2021, los medios argentinos daban cuenta de un aumento en el uso de la bicicleta como medio de transporte, principalmente en las grandes ciudades y como consecuencia de la pandemia. “El boom de la bici”; “Dónde dejar tu bicicleta”; “El uso creció un 156% respecto del año pasado”, se leía en los titulares de los grandes diarios. Desde algunos estados provinciales y Buenos Aires, se fortaleció la instalación de ciclovías y de los sistemas de alquiler de ciclas.
Pese a eso, las acciones aún están lejos de un desarrollo urbanístico sostenible y de lograr un uso verdaderamente popular de la bicicleta. El paisaje urbano sigue teniendo al automóvil como gran protagonista: el parque automotor tiene 14,8 millones de vehículos para una población de 45 millones de habitantes. Es decir, uno por cada tres personas.
A falta de una estrategia de promoción a nivel nacional, hay pequeñas iniciativas que van en contra de los imperativos del consumo y buscan practicar una solidaridad activa en torno al uso de este tipo de vehículos.
En Córdoba, la segunda en población en el país, un grupo de personas fundó Taller de Bicis del Vecindario, una iniciativa abierta y autogestionada, destinada a reparar bicicletas y ponerlas en circulación. “La idea, desde un principio, fue habitar el espacio público. Por eso, no tenemos un lugar fijo de funcionamiento. Quisimos sacar las herramientas a las calles y desde ahí construir conocimiento arreglándolas. Comenzamos en 2017 y se fue sumando gente”, cuenta Gisela Besso Pianetto, una de las integrantes del taller, que nació y sigue funcionando en la calle Arballo de Bustamante en el Barrio Jardín, al sur de la ciudad capital.
La iniciativa forma parte de una tradición de talleres populares de ciclomecánica en el país, con iniciativas como La Luna y Suipacha (Córdoba) y La Fabricicleta (Buenos Aires). Durante la pandemia, el espacio Taller de Bicis del Vecindario fue creciendo y moviéndose a otros barrios, a la Ciudad Universitaria, a los parques…
“Comenzamos con dos pinzas y un martillo”
Al principio, todo era escaso. “Comenzamos con dos pinzas y un martillo. Se fue invirtiendo para crear una caja de herramientas completas. Lo hicimos con nuestro aporte y con donaciones. Funciona a la gorra (un aporte voluntario), pero también nos dieron utensilios y repuestos. La idea también es generar otra economía. Nosotros no reparamos la bicicleta de la gente, sino que aprendemos con ellas y les enseñamos lo que sabemos. Brindamos y construimos conocimientos con quienes vienen. La gente queda agradecida por haber aprendido a hacer un arreglo”, agrega Euka Farías, otra de las integrantes de un total de seis, que forman parte del espacio.
Hay un detalle particular (para algunos) del taller: está compuesto por mujeres y disidencias sexuales, algo que surgió de forma espontánea y significó vencer algunos prejuicios. “Mucha gente aún se sorprende al ver que llevamos adelante un espacio de reparación, como si las herramientas fuesen cosas de hombres. Nos pasó alguna vez que vienen personas y le hablan a los chicos y no a nosotras pensando que no hacemos el trabajo. O algunos te quieren decir cómo lo harían ellos. Cuestionan tu conocimiento solo por ser mujer”, dice Besso Pianetto.
Las integrantes del proyecto, que tiene la idea de “ahorrar el dinero del bondi (colectivo) y gas al planeta” y funciona los sábados por la mañana, hablan de una Córdoba sin planificación sobre el uso de la bicicleta, con ciclovías insuficientes y en mal estado. “Estamos preparando un mapa de las bicisendas, que lo dejará en claro. Se están construyendo algunas, pero en muchos casos las que están hechas son viejas, están rotas o mal dirigidas; incluso algunas no son de doble mano. Muchos autos estacionan en las ciclovías. No se planifica par los usuarios. Ni con ellos. Se piensa sin una lectura real de las necesidades quienes tienen esta rutina”, dice Farías sobre el grupo.
La ciudad de Buenos Aires lleva 12 años de una política que apunta a fomentar el uso de este vehículo. Comenzó en 2009 con la construcción de una Red de Ciclovías Protegidas, que hoy alcanza los 130 kilómetros. En los inicios, hace poco más de una década, solo el 0,4% de los viajes que se hacían en urbe era sobre estas dos ruedas. Según las estadísticas oficiales, hoy representan el 6,5%, con un pico de 10,2% en los meses más duros de pandemia.
“La ciudad tiene una política de promoción bastante perseverante. El Banco de la Ciudad, por ejemplo, financia la compra con 24 cuotas. Además está el sistema público, con 3.200 bicicletas y 320 estaciones. Esas son las principales medidas de promoción. La bici es parte del paisaje urbano”, dice Lucila Capelli, subsecretaria de Planificación de Movilidad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La red de infraestructura exclusiva y especializada para ciclistas, así como los sistemas de alquiler, son buenas noticias para promover el uso pero no siempre suficientes. Sin una promoción efectiva, se corre el peligro de enfrentamiento entre automovilistas y ciclistas, sin ir más allá en los desafíos de una perspectiva multidimensional. Por ejemplo, Bogotá, una de las ciudades más amigables para la bici en la región, organiza un día sin carro y sin moto.
Capelli reconoció que se enfocan más en temas de seguridad vial que en campañas de promoción del uso de la bicicleta. Y que se debe mejora la convivencia con otros actores de la vía pública. “Buscamos trabajar con los distintos usuarios para mejorar la convivencia. Trabajamos con los choferes de colectivos para saber cómo es su trato con los ciclistas y para que la convivencia sea virtuosa. También queremos sumar más a las mujeres: hoy la población ciclista está compuesta por un 70% de hombres”, agrega la funcionaria, que considera “clave” el trabajo de talleres de ciclomecánica. “La política de promoción es multidimensional; involucra las cuestiones de infraestructura, servicio público, capacitación y seguridad vial, entre otros”.
En su delicioso libro Elogio de la bicicleta, el antropólogo Marc Augé habla de los retos y utopías en torno al uso de este vehículo de transporte personal. “Hoy tal vez estén dadas, a pesar de todo, las condiciones para concebir una utopía urbana eficaz, es decir, capaz de convencer a los habitantes de la ciudad”, escribió el francés. Los talleres de ciclomecánica son un aporte para esa utopía. Una respuesta solidaria para soñar con ciudades más amigables y sustentables.
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