Abajo el ‘patriarcarro’: las mujeres que abren camino en México a golpe de pedal
Un 26% de las mujeres en el centro de México se trasladan en bici, pero ellas buscan que haya más usuarias sobre ruedas
La Ciudad de México está fragmentada: por un lado, los poco más de tres millones de automovilistas que buscan abrirse paso entre la furia de un entramado de avenidas. Por otro, los más de 16 millones de personas que se trasladan en metro, camión o en combi. Y de un lado de la vialidad, apenas rondando el millón de personas, están los ciclistas: esos seres frágiles que navegan entre los automóviles y los peatones.
No hay nada más vulnerable que ser ciclista y adicionalmente, mujer. “Vieja tenías que ser”, una de las frases que recientemente escuchó Abril Reza cuando un coche le cerró el paso al querer dar la vuelta. Este tipo de comentarios, más que frenar el camino de Reza, de 35 años, le dieron velocidad a sus ruedas, convirtiéndola en una ferviente activista de este medio de transporte no motorizado.
Mientras que unos años atrás tenía que levantarse de madrugada para poder ir a la escuela, hoy esta historiadora prefiere hacer sus viajes en bici, lo que le hizo ver la ciudad mucho más pequeña de lo que solía imaginarla. “La bicicleta me abrió muchos caminos, principalmente el de mi libertad, porque pude movilizarme por mí misma, mejorar mi economía”, dice la promotora de iniciativas como las rodadas de reforestación, que promueven el mejoramiento del espacio urbano en bici.
Pero hay una narrativa que las mujeres que se suben a la bici tienen que superar: la barrera del miedo. De que las vayan a agredir, de que les vayan a gritar cosas, de que las vayan a atropellar. A sus 33 años, Fernanda Rivera recuerda que lo primero que le dijeron sus padres fue que no se subiera a la bici. “Te transfieren todo el miedo que puede existir; que cómo te vas a ir en bici, que estás loca, te vas a caer, te van a atropellar, pero yo me siento más segura en ella porque tengo el control de la velocidad, de las calles donde ando, del tiempo que quiero hacer”, refiere quien hoy es directora general de seguridad vial y sistemas de seguridad sustentable de la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México.
Son varios los estudios que detallan la poca confianza que tienen las mujeres en este medio de transporte. Por un lado, buena parte de las mujeres hacen sus traslados a pie o bien, tienen que trasladar a niños o personas de la tercera edad con ellas, lo que las desmotiva. Es por ello que de los más de 800.000 viajes que se realizan en bicicleta, solo el 26% de ellos son realizados por mujeres, aunque tras la crisis por el coronavirus, se estima que esta cifra ha aumentado.
“Claro que es peligroso andar en bici, como peligroso es que haya personas que no saben manejar un auto”, dice Patricia Calderón, urbanista y autodenominada Bicireportera en redes sociales. “Empecé a publicar cosas en redes sociales del tráfico en bicicleta, por eso me quedó el mote”, dice en entrevista. A los 29 años decidió experimentar yendo a su trabajo en bicicleta y diez años más tarde no ha logrado bajarse de ella. “Dejé de hacer más de una hora subida en el coche a unos 20 minutos”, comenta.
Como muchas otras ciclistas, Calderón no ha estado exenta de comentarios misóginos cuando recorre la ciudad. “Me han dicho loca y jodida, porque además de que hay un tema por el hecho de ser mujer, también hay un clasismo muy marcado, se asocia a que eres pobre, cuando lo cierto es que eres mucho más libre”, comenta.
Alejandra Leal solía ser una víctima frecuente de acosadores en sus traslados en transporte público en Ciudad de México, hasta que decidió agarrar su bici. “Me di cuenta de que la frecuencia de las agresiones es mucho menor que cuando andaba en el transporte, yo ya estaba muy cansada y no le veía la forma de evitarlo hasta que cambié mi manera de ver las cosas”, comenta. Hoy, Leal es codirectora de Céntrico, una organización que busca promover sistemas de movilidad más sustentable, como la bicicleta.
Para esta economista, el que haya más mujeres ciclistas no solo las protege de buena parte del acoso sexual que se vive en otros medios de transporte, sino que mejora las estructuras de los sistemas colectivos de transporte. “Considero a la bici como mi burbuja de seguridad: a veces opto por rutas más largas, donde voy más tranquila, donde hay más personas en las calles”, dice en entrevista.
Para montarse en uno de estos artefactos no hace falta llevar ropa deportiva ni mucho menos. Para estas mujeres, da lo mismo llevar un pantalón, unas sandalias o una falda, siempre y cuando te permitan sujeción y movilidad sobre ella. “No me he limitado en la forma de vestir: es un ejercicio consciente de que no me voy a parar”, dice Leal. Para la funcionaria Fernanda Rivera, la indumentaria no es un obstáculo, sobre todo cuando invita a sus conocidas y amigas a cambiar de método de transporte. “Cuando me preguntan lo que hago con las faldas y los vestidos yo respondo: ‘nada, solo subirme’”.
Areli Carreón lleva 25 años montada en la bicicleta del activismo y más de cinco años con el título honorario de Alcaldesa de la bicicleta de Ciudad de México, y cree que próximamente la brecha de mujeres será mucho menor. “La revolución de las mujeres y la de la bicicleta van juntas. La presencia de las mujeres se ha despertado con una fuerza que inspira, al igual que el movimiento ciclista, bajo la premisa de que todo tienen que cambiar, desde las calles hasta cómo nos desarrollamos”, comenta en entrevista.
Como parte de su participación en diversos foros de movilidad sustentable, Carreón tiene el objetivo de que la mitad de los viajes en la capital mexicana puedan hacerse en bici. “El tamaño de nuestros desafíos es planetario, a escala urbana internacional, por eso es muy importante la influencia de las mujeres en este movimiento”, indica.
Infraestructura que fomenta la igualdad
Hace unos días, la ciclovía de Insurgentes, una de las más importantes de Ciudad de México, cambió su estatus de emergente a permanente. Lo que nació como una iniciativa temporal para mejorar los viajes en la pandemia, hoy ya es una vialidad que será inamovible. “El objetivo es contar con 600 kilómetros de ciclovía y que se hagan más viajes, además de promover el sistema de Ecobici (bicicleta pública)”, dice Rivera.
Es este servicio de bicicleta pública el preferido por las mujeres capitalinas, con un 40% de usuarias registradas al finalizar el 2021. “La creación de más infraestructura es muy importante para generar mayor confianza”, dice Alejandra Leal. Si el miedo a una agresión ya es paralizante para muchas mujeres, el miedo a tener un accidente es mayor. “Mejor quédate, no te vayan a atropellar”, uno de los comentarios que más ha escuchado Reza.
Sin embargo, es mucho más probable tener un accidente vial cuando se anda en un auto que subido en una bicicleta. De acuerdo con el reporte de hechos de tránsito de la Secretaría de Movilidad en 2021, hubo más de 54.000 accidentes con automóviles involucrados, 8.695 con motocicletas, 7.591 con peatones y 1.456 siniestros con una bicicleta.
Sin embargo, para la mayoría de estas mujeres, el esfuerzo debe ser tanto a nivel gubernamental, individual y de la sociedad civil. “No se trata solo de pintar un carril bici, sino de fomentar de manera insistente el respeto y de fomentar alternativas. Por más esfuerzos individuales que hagamos, si se siguen construyendo puentes o segundos pisos generamos una barrera física tangible entre los humanos que separa”, dice Reza.
Al mismo tiempo, Carreón detalla que aunque resulta transgresor ver un movimiento con mujeres en bicicletas, el cambio debe seguir. “Va a llegar el día en que salgamos a la calle sin que nos preocupe qué traemos puesto, qué hora es y cómo nos vamos a ir: vamos a ser libres”, reflexiona. El miedo paraliza, mientras que subir a una bicicleta es puro movimiento, las mujeres que buscan acabar con el “patriarcarro” reconocen indispensable para que la revolución no motorizada en dos ruedas sea posible.
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