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Gustavo Petro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El presidente que decide quedarse solo

La gran pregunta ahora es cómo funcionará la Administración de Petro ante la vacancia en ministerios clave, la llegada de sus reemplazos y la ausencia de tantos perfiles de peso

Gustavo Petro durante la ceremonia de posesión de los nuevos ministros de Trabajo y Transporte, el 18 de febrero de 2025.
Gustavo Petro durante la ceremonia de posesión de los nuevos ministros de Trabajo y Transporte, el 18 de febrero de 2025.Andrea Puentes (Presidencia de Colombia)

La transmisión en directo del Consejo de Ministros marcó un antes y un después para el Gobierno nacional. Después de ese encuentro, accidentado y lleno de conflictos, las alianzas del Gobierno se reconfiguraron y varios de los escuderos más importantes del presidente renunciaron a sus cargos. Como ocurrió durante su paso por la Alcaldía de Bogotá, el presidente Petro ha vuelto a prescindir de algunos de sus funcionarios más leales y ha decidido quedarse cada vez más solo en los meses restantes de su mandato.

Atrás parecen quedar los días en que Petro buscaba proyectar un liderazgo confiado y triunfalista, y, en cambio, ha adoptado un tono de abierto reconocimiento de derrotas y traiciones en su propio entorno. El “no nos dejan gobernar” se ha convertido en uno de los argumentos más repetidos por el mandatario ante el evidente incumplimiento de la inmensa mayoría de sus promesas de campaña y de las reformas presentadas en su plan de gobierno. Pero lejos de obedecer a conspiraciones de la oposición, gran parte del fracaso de su agenda se debe al desgaste de las relaciones con su coalición en el Congreso, la falta de coordinación de su equipo y la ausencia de prioridades entre una larga lista de propuestas.

Mientras tantos presidentes de nuestro país han sido evaluados por sus electores por sus logros, aciertos y desaciertos, los defensores de Petro parecen apoyarlo por algo tan poco exigente como sus intenciones. La retórica del “no nos dejan gobernar” ha sido retomada por algunos de sus principales defensores en el Congreso y en las redes sociales, pero desconoce que desde el comienzo el presidente escogió con qué sectores políticos gobernar. Fue así como alcanzó la construcción de una bancada mayoritaria en el Senado y en la Cámara, y también lo que condujo a que partidos tradicionales, que antes eran sus rivales históricos, terminaran acompañando su Gobierno. Basta con revisar los apoyos iniciales de los partidos Conservador, Liberal y La U para entender que, lejos de ser el caso de un presidente bloqueado, el problema ha radicado más en el manejo de las relaciones políticas de la administración Petro que en la falta de aliados.

Ahora varios factores se han sumado y han traído como consecuencia las fracturas de las que el país ha sido testigo. En primer lugar, se acerca la temporada electoral y el presidente ha decidido reconfigurar sus alianzas, bajo el argumento de que su movimiento debe abandonar el sectarismo. Entre más se acercan las votaciones de 2026 ―es decir, consultas presidenciales, elecciones legislativas, y primera y segunda vuelta presidencial― su capital político se reduce, mientras que el tiempo para la aprobación de su larga lista de reformas sin avance en el Congreso es cada vez menor. También hay que recordar que las renuncias presentadas en el Gabinete antes de la temporada electoral suelen tener como fin evitar las inhabilidades de posibles candidatos, por lo que todas las disputas y cambios deben observarse bajo la lupa de potenciales movidas estratégicas para las elecciones.

Es casi un hecho que con pocos meses y capital político bajo el brazo, el Gobierno ya no avanzó en las reformas prometidas y el incumplimiento de la agenda de proyectos propuesta en 2022 será altísimo al terminar el su mandato, algo insólito si se tienen en cuenta las mayorías que apoyaban a Petro desde el Congreso. Más parece una cuestión de falta de orden y de diálogo con partidos y sectores interesados en las reformas, que una alianza entre élites políticas para no dejar gobernar a Petro.

Ante una figura presidencial que se ha enfocado en las discusiones narrativas y políticas, y ha abandonado muchas de las tareas ejecutivas y administrativas de su cargo, hasta hace poco el país había observado una reacción a este fenómeno: un gobierno de ministros empoderados y en muchos casos con agendas propias, en permanente conflicto con las de algunos de sus colegas. La gran pregunta que permanece ahora es cómo funcionará la Administración de Petro ante la vacancia en ministerios clave, la llegada de sus reemplazos y la ausencia de tantos perfiles de peso que hasta hace semanas habían dado una relativa continuidad a la agenda nacional.

También en las semanas recientes, desde el viaje presidencial en plena crisis de orden público hasta la incertidumbre sobre el futuro de cuatro ministerios, ha quedado claro que el país se ha mantenido a flote y sus instituciones han funcionado, desde un sistema eficiente de pesos y contrapesos. Mientras el presidente decide aislarse de su equipo más cercano y de la realidad nacional para lanzar teorías sobre lo abstracto y lo etéreo, las instituciones políticas y económicas del país han aprendido a escuchar menos los discursos catastrofistas y de división, y enfocarse en el frente en que menos ha obtenido resultados el gobierno: el de los hechos.

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