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Gobierno de Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Gobierno que no conoció la autocrítica

El Gobierno de Petro asume un papel de negación de sus fracasos mientras el país es cada vez más consciente de que casi la totalidad de promesas se han quedado sin ser cumplidas

Consejo de Ministros en Colombia
Consejo de ministros televisado, en Bogotá, el 4 de febrero de 2025.GOBIERNO DE LA REPÚBLICA

La desafortunada idea de transmitir en vivo el Consejo de Ministros del pasado martes dejó como resultado ante el país entero uno de los momentos más críticos del liderazgo del presidente Petro. Las más de 600.000 personas que siguieron la transmisión desde las redes sociales vieron en tiempo real un escenario de inédita tensión en el alto Gobierno, rivalidades entre algunas de las caras más visibles de la Administración y una preocupante desconexión entre el presidente y su equipo.

Por razones que hasta ahora desconocemos los colombianos, el presidente Petro decidió hacer público un encuentro caracterizado por los regaños y los enfrentamientos en el círculo más poderoso de su Gobierno. Desde ese salón, el presidente culpó a sus ministros por la poca ejecución y el corto cumplimiento de los compromisos asumidos en beneficio de la ciudadanía. A su vez, varios ministros aprovecharon la oportunidad para dar a conocer ante la audiencia algunas de sus peleas y de manera conveniente distanciarse ante el público de los menos populares integrantes del Gobierno, a pocos días del inicio de la temporada electoral.

Desde entonces, el tema de conversación a escala nacional no es otro que el caos visto en un encuentro que alarmó por la creciente desconexión entre el presidente y su propio equipo, en medio del permanente divagar del mandatario entre asuntos difusos y etéreos. Y si bien los ministros aprovecharon la ocasión para defender sus resultados y culpar a sus rivales de cualquier contratiempo, es generalizado el desconcierto dentro del gabinete por cuenta de ese ejercicio forzado y desordenado que reveló fracturas aparentemente irreconciliables. Aunque varios funcionarios protestaron por los cambios en las alianzas del presidente, hasta ahora las renuncias conocidas pueden contarse con los dedos de una mano.

Incluso en medio del caos político que enfrenta el alto Gobierno, todo parece indicar que el presidente, su círculo más cercano y sus defensores han decidido no reconocer ni el menor error en esta accidentada línea de sucesos. Los pocos ministros y altos funcionarios que mostraron su rechazo frente a lo ocurrido quedaron como una minoría disidente y sin demasiado eco. Mientras tanto, los más conocidos defensores del Gobierno nacional en las redes sociales han insistido en que se trató de un ejercicio democrático y que ningún error fue cometido.

En efecto, luego de que el país siguiera en directo las más de cinco horas de catástrofe en materia de liderazgo y comunicaciones, la respuesta oficial ha sido la más alejada de la autocrítica. En sus largos trinos en las redes sociales, el presidente ha escogido culpar a los funcionarios que se han ido, pero no se ha atrevido a preguntarse por la responsabilidad de algunas de sus alianzas, ni ha reconocido uno solo de los errores cometidos en las semanas recientes. Es así como el Gobierno asume un papel de negación de sus fracasos mientras el país es cada vez más consciente de que casi la totalidad de decenas de promesas de reformas se han quedado sin ser cumplidas.

Pero la falta de autocrítica del Gobierno nacional, así como de sus mayores defensores, es notable y puede ser entendida como uno de los principales motivos de sus fracasos. Mientras el petrismo más radical defiende hasta los más evidentes errores de su líder político sin una gota de reflexión, se pierden todos los días oportunidades para superar las visibles crisis. Y mientras los más enfurecidos seguidores de Petro cierran las filas ante las críticas y suben el tono de sus ataques contra todo quien cuestione las decisiones recientes del mandatario, es mucho lo que la política colombiana pierde en el debate público de las ideas.

Hoy muchos dirigentes, congresistas, influenciadores y periodistas que durante años no perdonaron ni la menor equivocación de los anteriores gobernantes de turno, no reconocen un solo error en la Administración de Petro. Si bien la línea del dogma y el fanatismo no define a las mayorías que eligieron al presidente, sí se ha convertido en una característica de sus más ruidosos defensores. Y aunque no es nuevo que la política colombiana haya sido permeada por la falta de autocrítica y la irracionalidad propia del fanatismo político, sí es sorprendente ver que un sector que durante décadas se percibió como independiente y crítico ahora apoye a un Gobierno de una manera tan absoluta e irrestricta.

Una de las mayores contradicciones de la política colombiana de nuestro tiempo radica en que el petrismo, un sector político que decía representar una mirada escéptica y desilusionada de la falta de crítica en la política, terminó mirándose a sí mismo con una dosis más alta de dogma y agresividad en sus formas de dar discusiones democráticas que cualquiera de sus antecesores. El problema es que, además de ser paradójica a más no poder, esa estrategia fúrica y cada vez más radical aleja toda posibilidad de convencer nuevos adeptos o simpatizantes de creer en un proyecto al que por estos días no le sobran apoyos.

A un año y medio de terminar su mandato constitucional, al Gobierno del presidente Petro le serviría una dosis de autocrítica para entender que sus principales problemas no solo son causados por los enemigos a los que tantos discursos les ha dedicado, sino por las fallas desde sus propias filas que tanto se ha resistido a reconocer.

@fernandoposada_

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