_
_
_
_
Gobierno de Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un cónclave y cinco preguntas para 2025

Cualquier Gobierno en su recta final debe comprender que de sus promesas pendientes tendrá que escoger una o dos para dedicarles todo su esfuerzo

gustavo petro
Gustavo Petro durante un evento en Bogotá, el noviembre de 2024.Carlos Ortega (EFE)

Esta semana los funcionarios del Gobierno de Gustavo Petro se reunieron para definir una hoja de ruta estratégica para los 18 meses restantes de su mandato. La principal conclusión que el país conoció tras el final del encuentro es el cambio de enfoque en las acciones del Gobierno en la segunda mitad de su periodo constitucional. Los ministros han recibido la instrucción de que la consigna será, en adelante, hacer.

Son varias las preguntas que quedan a propósito de esta conclusión, que en cualquier otra coyuntura se entendería como algo apenas natural entre los deberes de un Gobierno a partir de su primer día en el poder. Sin embargo, esta vez las prioridades parecen haber estado en otros campos, como el de las discusiones narrativas y el posicionamiento de agendas como la transición energética y la paz total que, si bien han sido banderas del Gobierno, es poco lo que se ha logrado en materia de políticas públicas desde esos frentes. Si la conclusión del encuentro de ministros es que luego de más de dos años en el poder deben ponerse en la tarea de construir, queda una profunda duda de fondo: ¿cuál fue la premisa durante los dos años que pasaron?

Después del desmedido optimismo de las cerca de 15 grandes reformas que el Pacto Histórico propuso en la campaña de 2022, se debe traer a la mesa una necesaria dosis de realismo mientras los meses restantes en el poder son cada vez menos. El objetivo de hacer y ejecutar, manifestado en el cónclave del Gobierno, tendrá como primer obstáculo la situación de desfinanciación que enfrenta el país, así como las ya conocidas limitaciones que han definido a la Administración actual en la implementación de sus políticas. Indudablemente, llegará el punto en que el Gobierno tendrá que priorizar una o dos reformas para dedicar todo su capital político y, ojalá, construir sobre lo que ya funciona en los sistemas anteriores.

Por eso, una pregunta clave ahora que el Gobierno ha decidido destinar su atención a la ejecución es cuáles de sus proyectos serán prioritarios y cuáles otros quedarán en pausa de manera estratégica. Los tiempos se agotan y cualquier Gobierno en su recta final debe comprender que, de sus promesas pendientes de reformar el sistema político, el modelo de salud, la institución de la educación, el esquema de tributación, entre tantas otras, tendrá que escoger una o dos para dedicarles todo su esfuerzo. El presidente sabe que, por más que conserve la emoción de algunos de sus electores desde peleas diarias y discusiones narrativas, la historia lo medirá por su legado y sus resultados, y es en ese campo donde su Gobierno menos tiene para mostrar.

Para hacer y ejecutar es crucial contar con aliados en diferentes arenas, como el Congreso y los partidos políticos, en los cuales reposa la decisión de acompañar o rechazar las iniciativas del Ejecutivo. Del diálogo interinstitucional depende en gran parte el futuro de las reformas y el Gobierno debería dedicar un amplio capítulo de su nuevo enfoque de planeación estratégica a la inclusión de algunas de las perspectivas de otros partidos dentro de sus propuestas. En este punto debemos preguntarle al Gobierno cómo busca reparar de manera efectiva los puentes con sectores clave para el futuro de su agenda, muchos de los cuales han recibido a diario la furia y las etiquetas de corruptos, fascistas y enemigos del pueblo de parte del presidente.

Pero además de alcanzar consensos con los partidos y establecer alianzas sólidas, también es necesario conquistar la confianza de nuevos sectores de la ciudadanía, en vez de crear todos los días nuevas rivalidades con actores con los que hasta hace poco se convivía en paz. A estas alturas, en que la premisa es construir y ejecutar, debemos preguntarle al presidente y sus ministros si continuarán apostándole a la divisiva estrategia digital de las llamadas bodegas que tanto han rebajado el debate público y que, lejos de conquistar nuevos apoyos, han radicalizado los ánimos de todas las discusiones desde el purismo y el encierro ideológico. Una estrategia de comunicaciones construida desde la consigna de hacer no puede ser coherente con la caótica ruta de los cientos de insultos y agravios cotidianos de parte de tantos furiosos radicales del petrismo, liderados por el propio presidente.

Finalmente, hay que preguntar si el enfoque asumido en el reciente cónclave es también un gesto de autocrítica y un reconocimiento de todo el tiempo valioso que se ha perdido en medio de la divagación, la desgastante pelea diaria con todos los sectores en el debate público y la presentación de propuestas que no llegan a nada, como la idea de la Constituyente que dividió al país y se quedó en un anuncio.

Deja muchas inquietudes que el primer Gobierno de izquierda en décadas en Colombia ―aunque no el primero en la historia― se haya permitido desperdiciar el tiempo y el capital político de una manera tan desmedida, en medio de discusiones desgastantes que no llevaron a nada. Ahora que el presidente Petro siente en serio el peso de las horas restantes de su periodo constitucional, ha dicho que la consigna por fin será hacer y ejecutar. Pero la experiencia de instituciones como Ecopetrol y el sistema de salud, ambas agonizantes por cuenta de las decisiones del Gobierno, recuerda que lo más urgente a estas alturas no solamente es hacer, sino, sobre todo, dejar de destruir.

@fernandoposada_

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_