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Los líderes emberá LGBTI que resisten a las terapias de conversión y a las amenazas de los paramilitares

Los indígenas de identidades u orientaciones sexuales diversas son vistos como enfermos en muchas de sus comunidades, y fuera de ellas enfrentan racismo y violencia

Líderes emberá LGBT
María Salomé Guaguaral y Leonel Domico.Andrés Galeano
Daniela Díaz

“Las maricas aquí están prohibidas”, le advirtieron encapuchados a Leonel Domico, justo después de propinarle una paliza. Era el 2019 y este hombre, indígena y homosexual, estaba convirtiéndose en un reconocido líder de la comunidad LGBTIQ+ en Tierralta, Córdoba. Pocos años antes había tenido que salir de su cabildo emberá katío, expulsado por su orientación sexual. Cuenta que desde los 11 años supo que le atraían los hombres, pero solo cuando cumplió la mayoría de edad lo hizo público. Eso le costó la exclusión. 700 kilómetros al sur, entre el monte, Salomé Guaguaral encontró los cuerpos sin vida de algunas de sus ‘hermanas’ que, como ella, hacían parte de una comunidad autogestionada de mujeres trans emberá a la que llegaron huyendo de las ‘terapias de conversación’ al interior de sus resguardos. Leonel y Salomé han enfrentado la misma violencia. Por un lado, la de un pueblo indígena empobrecido, tradicionalista y que rechaza las expresiones de género diversas; por el otro, los prejuicios racistas. Con todo, ambos han logrado hacer visible a la población emberá LGBTIQ+.

Domico viene de una familia de jaibanás, como se suele llamar a los médicos tradicionales. Su abuelo practicaba la medicina ancestral y lo que recuerda el hombre es que “era como él”, aunque nunca lo hizo público por miedo a las represalias al interior de su cabildo. Domico siempre tuvo en mente que no quería repetir esa historia. A sus 34 años, busca que otros tampoco tengan que hacerlo. No ha sido fácil. Cuando su padre se enteró de su orientación sexual le quitó sus pertenencias y lo expulsó, su madre le dejó de hablar. Cuenta que no tuvo otra opción que desplazarse para ser libre. “Para ser gay, trans, o lesbiana en nuestro pueblo, se necesita valentía”, reflexiona.

En la mayoría de comunidades emberá, tener una orientación o identidad sexual diversa es considerado una enfermedad. En los resguardos más ortodoxos las personas LGBTIQ+ son sometidas a terapias de conversión que van desde hacerles beber medicinas para ‘limpiarlos’, hasta sancionarlos con latigazos o el uso de un cepo que inmoviliza sus piernas por 48 horas. Cada cabildo decide su castigo, que lleva a obligar a los castigados a casarse con hombres y mujeres mucho mayores. Hace apenas un mes en el Congreso de Colombia se buscó prohibir este tipo de prácticas, pero el impulso fue infructuoso y por segunda vez, el proyecto naufragó.

Huyendo de esa violencia nacieron Las Mariposas del Café, un grupo de mujeres trans emberá que han escapado de sus resguardos por temor a la transfobia, y que en 2017 se unieron para gestionar una comunidad en las montañas de Santuario, Risaralda. Salomé Guaguaral es una de ellas, y explica a EL PAÍS que las familias de otras ‘mariposas’ las han violentado al punto de llevarlas al suicidio. “A una compañera la regresaron. La cabellera hermosa que tenía se la mocharon, la castigaron. Por eso se quitó la vida. La encontraron en un palo, colgada”, dice.

María Salomé Guaguaral, indígena del pueblo embera chamí, en Bogotá.
María Salomé Guaguaral, indígena del pueblo embera chamí, en Bogotá.Andrés Galeano

Resistir a la doble discriminación

Domico pensó que fuera de su comunidad desaparecería la discriminación, pero se equivocó. Con su trabajo cultural y social se fue convirtiendo en un referente para otros jóvenes indígenas, y las amenazas no tardaron en llegar, esta vez de grupos paramilitares. La primera intimidación tuvo lugar en 2019, cuando varios hombres armados lo siguieron, lo golpearon y le advirtieron que personas “como él” no podían ejercer liderazgos en esa zona. Es apenas una de las nueve amenazas que ha recibido y ha denunciado ante la Fiscalía.

Que los grupos armados ilegales ataquen a la población LGBTIQ+ no es inusual. El informe final de la Comisión de la Verdad señala que ha sido un ejercicio de control territorial de larga data. Diferentes grupos armados han buscado imponer “estándares de comportamientos hegemónicos, patriarcales, conllevando estigmatizaciones, persecución, amenaza y violencia sexual”, explica el documento.

Leonel no cedió frente a esa violencia, sino que buscó hacerse más visible para protegerse. Así, en 2019 fundó la Corporación Diversa Ojurubi —que en lengua emberá se refiere a un ente que tiene el poder de abrir puertas o caminos— para, desde prácticas artísticas tradicionales como el baile y las artesanías, visibilizar a la comunidad diversa. Poco a poco ha logrado hacer aliados en algunos resguardos y acoger a más emberá en su fundación: iniciaron 14 jóvenes y ya son 80 personas (14 lesbianas, 5 mujeres trans y 61 hombres gays).

Indígenas emberá del Chocó llegaron en masa a una terminal de transportes en Bogotá debido a la presencia de grupos armados en su territorio, en diciembre de 2023.
Indígenas emberá del Chocó llegaron en masa a una terminal de transportes en Bogotá debido a la presencia de grupos armados en su territorio, en diciembre de 2023.NATHALIA ANGARITA

La historia de las mariposas en Risaralda es similar. Han sido víctimas de al menos una veintena de feminicidios, violencia sexual y desapariciones forzadas, relata Guaguaral. La lideresa también reclama que las autoridades no han esclarecido ninguno de los casos y señala que, en paralelo, han sufrido una discriminación más cotidiana de parte de los santuareños. “Nos veían como extraterrestres. No podíamos comprar nada, ni siquiera ropa; nos ignoraban o maltrataban”, rememora. De acuerdo con la Defensoría del Pueblo, solo en 2023 al menos 200 personas transgénero fueron víctimas de violencia por prejuicio.

En 2020, cansadas de la transfobia, las mariposas se plantaron en el centro del pueblo, con una bandera del arcoíris en alto, y durante varias horas hicieron ‘performances’ culturales. Atónitos, los santuareños las observaban, recuerda Guaguaral. Cuando acabó el día las aplaudieron y, por primera vez, se sintieron acogidas. Desde entonces, el trato ha mejorado. “Algunas personas nos dijeron: ‘ustedes son mujeres valiosas’. Nos ganamos su respeto, y al menos ya vamos a un almacén y nos tratan de ‘prima’ o ‘muchacha”, sostiene. Fue un pequeño gran triunfo, que ahora le permite lucir orgullosa, donde sea, sus artesanías y su identidad femenina.

Ese fue el primero de muchos pasos que han dado las mariposas para ir más lejos. Intentaron reunirse con las instituciones regionales para obtener su apoyo en hacer pedagogía con algunos resguardos emberá-chamí. Interactuaron con líderes indígenas y les pidieron respetar a las personas trans. “Aclaramos que no somos como un objeto para odiarnos y despreciarnos”, asevera Guaguaral, quien reitera que el objetivo de su comunidad es vivir tranquilas siendo quienes son. Se han ido integrando a la población y trabajan en tareas agrícolas, como la recolección de café, y hacen oficios varios.

Su fuerza se ha convertido en un ejemplo para emberás de todo el país como Domico, quien en 2023 fue a conocerlas. Se refiere a ellas con admiración. “Son trabajadoras y han demostrado que quieren seguir adelante. Le han enseñado a la comunidad que vale la pena su lucha”, declara el líder. Seguir adelante es lo que refleja el plan de Guaguaral, quien está iniciando su carrera profesional. “Cuando tenga mi cartón, quiero ayudar a las chicas a conseguir su hogar, una casa, un refugio. Esa es mi meta. También quiero hablar con los cabildos emberá para que no haya más violencia”, reflexiona.

Domico tiene anhelos similares. “Mi sueño es que Ojurubi sea reconocida por lo que hace, por nuestros grupos de danza, de artesanos, de diseño de moda. Anhelo que el aporte de las personas LGBTIQ+ a la cultura indígena sea reconocido”, concluye. El líder ya ha avanzado en ese objetivo: ha logrado entrar a 5 de los 22 cabildos emberá de su región para hacer jornadas pedagógicas. Explica que el trabajo es más difícil con los resguardos más alejados, que tienen poco contacto con el resto de la sociedad. “Ellos no conocen nada del tema y eso lo hace más complejo”, afirma.

Leonel Domico en Bogotá, el 25 de junio.
Leonel Domico en Bogotá, el 25 de junio.ANDRÉS GALEANO

Otro de sus logros se nota en la forma en la que celebrará el día del orgullo este domingo, en Montelíbano, un municipio vecino a Tierralta. Participará en un torneo de fútbol LGBTIQ+ que ayudó a organizar, junto con otras oenegés de la región Caribe. En paralelo, otros jóvenes de Ojurubi realizarán el segundo desfile del ‘Pride’ en la historia de Tierralta; organizaron el primero el año pasado en lo que para Domico fue una hazaña tras tantos años de persecución.

El líder asegura que ya no siente que debe ocultar quién es y quién le gusta. Siempre lleva consigo la bandera del arcoíris y figuras pintadas en su rostro, una costumbre típica de su pueblo. Para hablar con EL PAÍS se pintó unas líneas en el centro de la cara que, explica, muestran el camino que debe seguir. En las mejillas lleva triángulos y rayas que marcan su conexión con la tierra.

Guagaral estuvo recientemente en Bogotá, como panelista en una charla en la Biblioteca Nacional, y antes de regresar visitó el campamento en el que cientos de emberá malviven en el céntrico Parque Nacional. Revela que allí hay otra ‘mariposa’, obligada por su familia a desplazarse a la capital, que la contactó para pedirle su ayuda. En el reencuentro Karina* se esfuerza en hablar castellano para explicar a este diario que anhela volver con ‘las mariposas’, donde se sentía a salvo y tenía alimento a diario. Guaguaral le promete vender una de sus artesanías y regresar por ella.

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Daniela Díaz
Es fotoperiodista colombiana, colaboradora en medios como NACLA, The Humanitarian y Al Jazeera, especializada en temas de género y construcción de paz.
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