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Serpientes gigantes y figuras humanas al borde del río: descifrando el misterio de los grabados rupestres monumentales del Orinoco

Una investigación registra a detalle más de 150 sitios de arte rupestre entre Colombia y Venezuela. Se trata de una nueva mirada a los grupos humanos que habitaron América hace miles de años

Investigadores trabajan en el sitio de un grabado rupestre en la Orinoquía.
Investigadores trabajan en el sitio de un grabado rupestre en la Orinoquía.Dr. Jos√© Oliver
Alejandro I. López

Los grabados gigantes que se abren paso a lo largo del curso del Orinoco, el tercer río más caudaloso del mundo y el que delinea la frontera entre Colombia y Venezuela, representan uno de los mayores misterios de la arqueología en Latinoamérica. Tallados en piedras de granito hace miles de años, los motivos que incluyen insectos y formas humanas, son especialmente visibles a la distancia en la zona conocida como los Rápidos de Atures, donde sobresalen a uno y otro lado del río. Un nuevo estudio sugiere que estos grabados monumentales fungieron como una especie de fronteras culturales que alertaban de la presencia de distintos grupos humanos en el Orinoco Medio.

Natalia Lozada Mendieta, antropóloga colombiana especializada en historia del arte y coautora de la investigación publicada a inicios de junio en la prestigiosa revista Antiquity, se emociona al describir la región que lleva casi una década estudiando: “Es un río que merece respeto, es realmente gigante, poderoso. Cuando uno va en lancha a veces no se ve la frontera, ni las orillas… las montañas que lo rodean son monumentales. Uno se siente muy pequeño”, explica en una entrevista por videollamada con este diario. Lozada, investigadora de la Universidad de Los Andes (Colombia), ha recorrido desde 2015 una zona de poco más de 100 kilómetros de largo del curso del río. Es un área que, del lado colombiano, se extiende desde la ciudad de Puerto Carreño, al norte, hasta el Raudal de Maipures, en el Parque Nacional El Tuparro, al sur. En esos 100 kilómetros se concentran la mayoría de grabados monumentales.

Una frontera cultural

El equipo en el que trabaja Lozada ha registrado 157 sitios con grabados en roca, incluyendo 13 que definen como monumentales, tanto por sus dimensiones —superan los cuatro metros de alto—, como por su ubicación, seleccionada minuciosamente por sus autores para que fueran vistos a la distancia por quienes navegaban por el río. Los motivos son diversos y van desde mamíferos, reptiles e insectos, hasta figuras humanas y algunas formas geométricas.

Sin embargo, fue la representación de ciempiés gigantes y serpientes, repetida con mayor frecuencia en los grabados de mayor tamaño, lo que llamó poderosamente la atención de los arqueólogos. “Son animales que no se comen, que parecen ser depredadores y son amenazantes para la supervivencia del ser humano en esta región”, explica Lozada tras enumerar distintos sitios en ambos lados del Orinoco donde se repite este motivo.

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Tras analizar el significado de las serpientes en los grupos que actualmente habitan la zona, en especial a partir de la cosmovisión de los piaroa, un pueblo indígena con una población de 15.000 personas que habitan el noroeste del Estado Amazonas, en Venezuela, el equipo desliza una sugerente hipótesis: hace miles de años, en un área multiétnica donde coincidían hasta siete grupos que hablaban lenguas distintas, los grabados de boas o anacondas funcionaban como un marcador territorial, una especie de frontera que expresaba identidad y delimitaba las tierras. “La serpiente forma parte de sus mitos fundacionales y se utiliza también para demarcar el territorio, marcar fronteras”, asegura Lozada. “Pensamos que puede ser que precisamente se use como un aviso gigantesco, una alerta que utilizaron de alguna manera para delimitar fronteras culturales en la región”, explica la antropóloga, no sin antes precisar la necesidad de continuar con la investigación para confirmar si se trata de un patrón consistente en regiones más remotas al río.

Una gran autopista y punto de intercambio

Aunque el grabado más grande, una serpiente de poco más de 42 metros de largo, se ubica en Cerro Pintado (Venezuela) y ha sido documentado desde hace más de un siglo, los hallazgos se han multiplicado recientemente del lado colombiano, una región menos explorada que su contraparte venezolana, confirmando una de las sospechas iniciales que motivó la investigación: los Rápidos de Atures fungían como un gran centro de intercambio comercial y una ruta cardinal de viaje desde la prehistoria.

El río Orinoco a la altura del Raudal de Maipures.
El río Orinoco a la altura del Raudal de Maipures.Dr Philip Riris

Se trata de un lugar habitado desde hace al menos 10.000 años por grupos de cazadores-recolectores, que dejaron rastros a través del arte rupestre y la cerámica hallada en distintos puntos de la zona. “Lo que encontramos es que no solo era un punto, sino que el río en sí mismo es esta gran autopista con varios puntos de encuentro y lugares de arte monumental”, explica con entusiasmo la arqueóloga. “Cuando pensábamos que había solo uno en Venezuela, nos encontramos con un montón más, una gran tradición de arte rupestre monumental que está pensada para un público amplio, para todos los que pasaban por esta gran autopista”.

Gracias a la dificultad geográfica que entraña recorrer el río, se trata de un territorio infranqueable que jamás fue conquistado por españoles o portugueses tras su llegada a América. En su lugar, explica Lozada, “había grupos especialmente de habla arawak y carib, que seguramente son responsables de la relación de este tipo de arte rupestre monumental”.

Lozada es enfática cuando explica que no se trata de un descubrimiento, sino de un “esfuerzo por tratar de visibilizar, registrar y sistematizar” el arte rupestre de la región, en el que cuentan con la invaluable guía de los locales, quienes conocen y protegen estos sitios. “Esto es algo colaborativo y ellos son parte del equipo de investigación”, añade. La intención de la arqueóloga y sus colegas es que todos los sitios sean reconocidos y protegidos, tanto por las autoridades colombianas como por las venezolanas: “Esperamos que lo hagan en colaboración con las comunidades locales, quienes hasta ahora han sido sus custodios y los que le han protegido”.

Arqueología hecha en Latinoamérica

La investigación de Lozada y sus colegas se suma a una incipiente lista de hallazgos arqueológicos inéditos en Latinoamérica que, desde la perspectiva de la historiadora del arte, contribuye a cambiar la narrativa europea que ha delineado el estudio de la prehistoria, especialmente en lo que respecta al arte rupestre y sus manifestaciones. A las archiconocidas representaciones de mamuts y bisontes, conservadas en sitios icónicos como las cuevas de Lascaux (Francia) o Altamira (España), se suman las serpientes, ciempiés, aves y otros animales propios de Sudamérica que aparecen en los grabados al margen del Orinoco, ampliando tanto la comprensión de las manifestaciones artísticas prehistóricas, como el conocimiento de los grupos humanos que habitaron América desde hace miles de años: “Aquí el tipo de interacción es distinta, tiene un significado diferente y más que hacer una representación ecológica de lo que los rodea y los ecosistemas de los que hacen parte, nos habla de un pensamiento amerindio profundo, de las mitologías, de la forma de relacionarse con el paisaje y las identidades culturales”, explica Lozada. “La historia del arte sí es muy eurocéntrica y estamos cambiando esa narrativa”.

Investigadores en uno de los sitios de los grabados rupestres.
Investigadores en uno de los sitios de los grabados rupestres.Dr José oliver

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Alejandro I. López
Es editor SEO en EL PAÍS México y América. Antes en National Geographic en español, Architectural Digest y Muy Interesante. Economista por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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