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POLÍTICA EXTERIOR
Tribuna
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Mirar a África, una decisión estratégica de política exterior para Colombia

La visita de la vicepresidenta y su comitiva a África está lejos de ser un error. Es una decisión estratégica que empieza a saldar una falencia histórica en la política exterior colombiana

La vicepresidenta Francia Márquez durante un foro de asuntos indígenas de la ONU, el 6 de marzo.
La vicepresidenta Francia Márquez durante un foro de asuntos indígenas de la ONU, el 6 de marzo.Chepa Beltran (Getty Images)

El anuncio del viaje de la vicepresidenta Francia Márquez con una numerosa comitiva a Sudáfrica, Kenia y Etiopía ha sido objeto de debate en el país durante las últimas semanas, con una gran parte de la opinión pública y medios de comunicación cuestionando la relevancia de la visita. En redes sociales, un sinnúmero de usuarios argumenta que África es un continente pobre y sin mucho que aportarle a Colombia y, así, el viaje es un desperdicio del dinero público colombiano. Esta es una visión sesgada que se aparta considerablemente de la realidad del continente africano en la actualidad.

África cuenta con 1.200 millones de personas y se espera que esta cifra se duplique para 2050. Los regímenes autoritarios que eran la generalidad en 1990 han sido reemplazados por democracias que, si bien están en proceso de consolidación en muchos lugares, hoy son la norma en la mayoría de países. Los conflictos armados, que sumaban cerca de 30 en 1990, se han reducido a seis en la actualidad. Gran parte del continente ha presentado tasas de crecimiento sostenidas superiores al 6% anual y alrededor de 400 millones de personas han salido de la pobreza durante las últimas décadas. La Unión Africana es uno de los procesos de integración más avanzados del mundo y la reciente creación del Área Continental Africana de Libre Comercio (AfCFTA) suma una economía combinada de 3,4 trillones de dólares.

El África de hoy no es el África que existe en el imaginario de gran parte de los colombianos. Hoy es un continente en proceso de estabilización, democratización y con un desarrollo económico que lo convierte en un aliado estratégico de primera importancia tanto para Estados Unidos y Europa, como para potencias emergentes del Sur Global como China, India, Brasil, Turquía o Indonesia. Es más: es impensable entender el crecimiento económico de todas estas economías sin analizar su relación con África durante las últimas décadas.

No obstante, en América Latina, el desconocimiento hacia África es generalizado, y sólo Cuba ha tenido una política exterior coherente y sostenida con el continente. Brasil se acercó durante las últimas décadas, especialmente durante los gobiernos de Lula da Silva, pero la llegada de Bolsonaro significó un gran revés para la política exterior africana del país. Venezuela, Argentina, Colombia o Uruguay han tenido destellos coyunturales de relacionamiento con África, pero ninguno ha logrado que los tomadores de decisiones de política exterior entiendan la importancia del continente y la materialicen en acciones a largo plazo.

En consecuencia, el viaje de la vicepresidenta Francia Márquez a África no sólo es deseable sino necesario. Las demás regiones geográficas del mundo han estado presentes históricamente en la política exterior colombiana. Incluso Asia, que hasta hace poco tiempo tampoco aparecía como una prioridad para las diferentes administraciones, ya ocupa un renglón importante en el relacionamiento externo del país. Pero África no. Por décadas, África está y ha estado ausente de los lineamientos y prioridades de la política exterior colombiana. El problema es estructural, no sólo porque los Gobiernos del país se quedaron en gran medida con esa única historia de conflicto, pobreza y hambre para África, sino también porque en Cancillería el tema de África no aparece significativamente en los planes de estudio de la Academia Diplomática, y el número de personas dedicadas al relacionamiento con el continente es bastante limitado. Más aún, en Procolombia, la oficina encargada de hacer análisis de mercados para África se encuentra en Singapur, a unos 7.000 kilómetros de distancia.

Entrar a África con la visita de más alto nivel que jamás haya hecho el Gobierno colombiano es una señal de un cambio importante ―aunque coyuntural― en términos de política exterior. La vicepresidenta ha hablado de la importancia de los lazos históricos que unen a Colombia y su población afrodescendiente ―la tercera más numerosa del mundo― con África, y éste será el punto de partida para una relación que espera consolidarse. A partir de este vínculo inicial, Colombia deberá dar varios pasos más allá para hablar de los temas que ocupan a África y su proceso de integración hoy: comercio, inversión y ruedas de negocios, cooperación sur-sur, intercambios culturales, investigación científica, infraestructura, integración económica, resolución de conflictos, turismo, e incluso libre movilidad de personas. No llevar una agenda ambiciosa en estos temas sería el más grande de los errores en este primer contacto con tres de los países más influyentes de África.

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La visita de la vicepresidenta y su comitiva a África está lejos de ser un error. Es una decisión estratégica que empieza a saldar una falencia histórica en la política exterior colombiana y que está acorde con los intereses no sólo del Gobierno, sino también de la empresa privada y de la población en general en el largo plazo. El eje de la discusión, entonces, no debería ser la deseabilidad misma de la visita, sino cuáles son los alcances y logros esperados por la delegación para Colombia. En este momento se están preparando varias agendas paralelas que pretenden diversificar los temas discutidos y sacar el mayor provecho posible de la visita. La oportunidad es inmejorable, sólo queda esperar que los resultados también lo sean.

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