Cuando África resuena en el Pacífico colombiano
Este fin de semana se realiza de forma virtual el festival Petronio Álvarez en Cali, que suele reunir 300.000 personas
“Tenía como el corazón partido en dos porque ustedes saben que el Petronio es el boronbonbón y estábamos pues en birinbinbin porque nos habían dicho que el festival no iba, ¡pero sí va!”. Así, con palabras inventadas y que recuerdan esa tradición africana transformada y enriquecida en el Pacífico colombiano, la influencer afro, Kathe Ortíz, presentaba la nueva realidad para uno de los festivales afro más importantes de América Latina, el Petronio Álvarez.
La traducción es sencilla: miles de personas estaban desanimadas porque el encuentro de la música afro que tanto esperan cada año fuera suspendido por el coronavirus. Sin embargo, sus organizadores decidieron hacerlo virtual a pesar de que El Petronio es un encuentro de cuerpos alrededor del baile ancestral, la música de marimbas y los cununos (instrumento de percusión) y reúne alrededor de 300.000 personas cada año en Cali.
“No vamos a hacer retaque, no vamos a hacer drama porque lo importante es que va. Con el televisor encendido, con el equipo de sonido, con el cuerpo encendido y que se forme el borondo (la fiesta)”, seguía la mujer al invitar al Petronio, que termina este domingo.
El Festival ha sido sin duda muy diferente a sus anteriores versiones. A los tradicionales turbantes de colores, la moda que se muestra cada año en el evento, se sumaron los tapabocas coloridos de los presentadores y músicos que conducen el festival a través de redes sociales y el canal local Telepacífico. Sin aglomeraciones, aún prohibidas en la ciudad, los caleños han tenido que seguir bailando en las salas de sus casas con los tradicionales pañuelos blancos que caracterizan esta fiesta.
Pero ha dado paso también a presentaciones majestuosas como la de la cantante y narradora, Zully Murillo con la Orquesta Filarmónica de Cali. Un espectáculo nostálgico que permitió escuchar las canciones más tradicionales de la cultura de Chocó, Buenaventura, Valle del Cauca y Nariño, donde se concentra la población afro en Colombia.
Del Petronio Álvarez han emergido grupos reconocidos en el país y en escenarios internacionales como ChocQuibtown, Herencia de Timbiquí o Grupo Bahía, por mencionar algunos. Y cada año se convierte en el espacio para que se presenten nuevos sonidos y tendencias en la música y la moda afro. Este, además de ser virtual, entró en alianza con otros festivales panafricanos pensando en facilitar la circulación de los artistas y la creación musical que conecte al Pacífico con la herencia africana.
Buscando encontrar los sonidos de la diáspora, invitaron a músicos de Brasil, Reino Unido, Tanzania y Colombia para hablar sobre las innovaciones y la música emergente afro y crearon un Encuentro Internacional de Festivales Panafricanos, con los fundadores de festivales de Ghana, Zanzíbar y Salvador de Bahía. “La idea es que se dé un acercamiento y se inspiren unos a otros, puedan pensar en cocreaciones musicales, en mestizajes sonoros sin que se pierdan las raíces”, dice Luis González, gerente de Artes del British Council, aliado del Petronio Álvarez y creador de la agenda Académica del Festival.
La moda, que es otro de los ejes del Petronio también ha estado presente través de encuentros internacionales. “Buscamos posicionar a los diseñadores afro”, explica. Así reunieron a Gloria Wavamunno, ugandesa y fundadora de Kampala Fashion Week; Mikael Calandra, fundador de Crudo Volta, proyecto visual que documenta el desarrollo de escenas musicales contemporáneas de la diáspora africana; a la activista y diseñadora brasileña, Carol Barreto; y a la colombiana Lía Samantha, pionera de la moda afrocolombiana.
Mientras la comida, que es el corazón del Festival, se trasladó a las pantallas de las redes sociales, donde matronas y abuelas se convirtieron en chefs que enseñaron en vivo cómo hacer sus tradicionales platos ancestrales y los secretos para cocinar en noches de luna llena o preparar el viche, su bebida tradicional para curar el mal de ojo o despedir a los muertos. Todo, en medio de los sonidos de la marimba de chonta, que da el sonido tradicional a las fiestas del pacífico colombiano.
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