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Seis problemas de salud que no presentan síntomas

Hay enfermedades silentes, que llegan sin avisar. Y cuando se manifiestan puede ser demasiado tarde. Pero pueden prevenirse

Puede que a usted le duela la garganta y estornude y vaya al médico de familia sin tener ningún catarro. O al contrario, puede que se sienta sano como un joven de 20 años y no haya visitado una consulta médica en mucho tiempo, ignorando las consecuencias de su elevada tensión arterial. Del mismo modo que algunos síntomas no significan que haya desarrollado ninguna enfermedad, es posible que algo vaya mal y su cuerpo no manifieste ninguna señal. Pero no se alarme. Las enfermedades silenciosas, aquellas que llegan sin dolores o cambios bruscos en el organismo pueden ponerse a raya con hábitos saludables y una frecuencia adecuada de visitas al médico que le ayudarán a diagnosticar a tiempo patologías tan diversas como la hipertensión, la hiperglucemia o el glaucoma.

Presión arterial alta: un clásico

Porque nada avisa de que su tensión haya aumentado, la hipertensión es la enfermedad que pasa más desapercibida. Manuel (nombre ficticio), de 50 años, acaba de hacerse un chequeo. Aunque se siente bien, su médico de familia le ha dicho que padece hipertensión, tras detectarle cifras repetidas de tensión arterial por encima del límite normal (140 milímetro de mercurio de tensión sistólica y 90 mm Hg de tensión diastólica). Lo que no sabía Manuel es que podía haberla estado sufriendo desde hace cinco años. “Durante mucho tiempo puede ser asintomática”, recuerda el médico de familia Salvador Casado. El umbral de presión arterial elevada puede variar en el caso de la preeclampsia (la hipertensión en las embarazadas), las personas mayores o pacientes con enfermedades renales o con antecedentes de infarto o ictus, anota el médico de familia Vicente Baos, quien aconseja que “cualquier adulto sano que vaya de visita al médico se tome la tensión arterial como una buena medida para detectar a tiempo esta dolencia”.

El Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud (PAPPS) de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), recomienda a la población general entre 18 y 39 años que mida su tensión cada cuatro o cinco años y, a partir de los 40, cada dos años, pero si existen factores de riesgo como exceso de peso o diabetes, se recomienda tomarla anualmente. “De no hacerlo, esas personas tienen más probabilidad de exponerse a una trombosis o a un infarto. Hay que llevar una vida sana evitando los excesos de sal, como en el caso de los alimentos procesados, hacer actividad física y moderar el consumo de alcohol”, señala el médico de familia Francisco Camarelles, miembro del grupo de Educación Sanitaria del PAPPS.

Glaucoma: la pérdida del campo visual que puede acabar en ceguera

El glaucoma, el aumento patológico de la presión intraocular, es la segunda causa de ceguera en el mundo y, a diferencia de la primera causa (las cataratas), puede ser irreversible si no se detecta a tiempo. Lo habitual es el que glaucoma aparezca sin dar señales: “En la mayoría de los casos, es una enfermedad silenciosa hasta que está muy avanzada. Todavía encontramos pacientes que se han quedado ciegos sin darse cuenta. Muchas veces no somos conscientes de nuestro campo visual, el cerebro trata de rellenar las zonas borrosas, y las integra. El problema es una pérdida del campo visual de la zona periférica y de la agudeza visual y no se diagnostica hasta que el paciente empieza a tropezar y a sufrir caídas. Las personas mayores con glaucoma tienen cuatro veces más riesgo de caerse que las que no lo tienen”, explica Pedro Pablo Rodríguez Calvo, especialista en oftalmología del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega de Oviedo.

Aunque la pérdida de visión por el glaucoma puede ser irreversible, se puede conservar la visión si se detecta a tiempo y se sigue un tratamiento constante. “El único factor de riesgo que podemos tratar hoy es la tensión ocular alta. En muchos pacientes se reduce con colirios, pero hay en otros hay que recurrir al laser o la cirugía”, apunta Rodríguez Calvo. Según la Glaucoma Research Foundation, se recomienda que la revisión forme parte de los exámenes oculares rutinarios en niños, adolescentes y adultos, y a partir de los 40 hacerlo cada dos o cuatro años. Las personas con mayor riesgo de desarrollar la enfermedad —mayores de 60 años, miopes, diabéticos, con antecedentes familiares de glaucoma o en caso de consumo prolongado de esteroides—, deben hacerse el examen cada uno o dos años a partir de los 35 años de edad.

Diabetes tipo 2: casi dos millones de españoles nos saben que la padecen

Como recoge el estudio de di@bet.es sobre la Prevalencia de la Diabetes en España, el 4% de la población española desconoce que padece diabetes mellitus tipo 2. Pese a que la más frecuente sea la de tipo 1, más habitual en los jóvenes y con una sintomatología muy brusca, la hiperglucemia en el adulto suele presentarse de forma más larvada y sin apenas síntomas en un principio. “Por ejemplo, hoy he visto un paciente de 60 años que tenía unas cifras límite, casi 200 miligramos/decilitro de glucemia con glucosuria [presencia de azúcar en orina], algo que ya da síntomas sospechosos de diabetes. Le pedí unos análisis porque decía que se cansaba más y orinaba más a menudo”, explica Baos.

“La recomendación es la que todos conocemos de autocuidado del peso y de la forma física. Un adulto que esté todo el día en la silla tiene muchas papeletas de acabar con hipertensión, diabetes tipo 2 y con enfermedades cardiovasculares. La dificultad es animar a que la gente lo haga”, advierte Casado. Que todo el mundo se haga un control de glucosa una vez al año no tiene sentido, indica Camarelles. “Si se es obeso o padece otras enfermedades como tener la presión alta, o contar con antecedentes familiares, entonces debe medirse la glucosa en análisis de sangre cada cierto tiempo aunque no tenga síntomas relacionados con la enfermedad (comer mucho, tener muchas ganas de orinar o mucha sed)”, subraya este médico de familia.

Apnea del sueño: roncar no es solo cosa de hombres obesos

Los ronquidos asociados a la apnea del sueño no pasan desapercibidos, en especial para quien comparte la cama con la persona que ronca. Pero si se la puede incluir en el listado de las enfermedades silentes se debe a que la gente considera que roncar es algo normal y no un posible problema de salud oculto. La apnea del sueño obstructiva (obstrucción de la vía aérea superior que provoca un colapso y que se vuelve a abrir por el ronquido), que impide dormir bien a más del 5% de la población mundial, todavía tiene como reto la falta de diagnóstico. Se estima que el 90% de los casos no están detectados. Las personas que suelen acudir a la consulta presentan dos síntomas habituales, roncopatía e hipersomnia diurna, debida a la fragmentación del sueño nocturno por los ronquidos. “Pero no siempre es así. Aunque no conocemos la causa, hay un importante porcentaje de pacientes con apnea que no tiene sueño durante el día y no nota los ronquidos porque duermen solos o el ronquido no es muy sonoro”, señala la neurofisióloga Odile Romero, jefa de la unidad multidisciplinar del sueño del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona.

Aunque muchos asocien la apnea a los hombres con obesidad, lo cierto es que tanto hombres como mujeres, delgados o con sobrepeso, pueden estar padeciéndola sin percibirlo. “Es una pausa de la respiración provocada por una obstrucción de la vía aérea superior. Si tienes una retrognatia [malformación de la mandíbula por detrás del plano de la frente], paladar estrecho cuello corto, una orofaringe obstruida, hay motivos para provocar esa obstrucción. El exceso de peso no es una causa directa, pero puede favorecerla. En las mujeres se diagnostica menos quizá porque el ronquido no es tan ruidoso, pero no sabemos todavía por qué”, reconoce Romero.

“En todos los pacientes que hayan tenido un infarto o un accidente cerebrovascular se observa una elevada proporción de apneas, aunque no hayan consultado al médico. Es un factor de riesgo cardiovascular, una buena medida sería incluir en los chequeos rutinarios, un pequeño test que haga sospechar de apneas, para realizar estudios posteriores más complejos”, sugiere esta neurofisióloga.

Ovario poliquístico: cuando las mujeres no dan importancia a los cambios de la regla

Al igual que el ronquido en el caso de la apnea, algunas mujeres pueden apreciar que su patrón de sangrado ha cambiado pero no acuden al ginecólogo por considerarlo normal en lugar de como uno de los síntomas del síndrome del ovario poliquístico, un desequilibrio de las hormonas sexuales femeninas que puede pasar desapercibido, en especial en la adolescencia. “Puede haber múltiples manifestaciones en unos casos, y en otros ninguna. Se torna en un problema de salud cuando se da conjuntamente con alteraciones del metabolismo, como falta de insulina, tensión arterial alta, diabetes o síndrome metabólico. Debería ir al médico si observa un cambio del patrón de sangrado o periodos prolongados sin regla o tres meses de amenorrea”, aconseja el médico ginecológico José Ramón Serrano, presidente de la Sociedad Española de Contracepción y jefe de servicio de obstetricia y ginecología del hospital Alto Deva en Mondragón (Guipúzcoa).

Más que la prevención, lo importante es el diagnostico precoz o una prevención secundaria, anota este especialista. “Ante los primeros síntomas como tener un acné muy llamativo, aumento de vello importante o tendencia a la obesidad y la amenorrea, falta de insulina o problemas de fertilidad, debe consultarse al médico. Otros signos de alarma para diagnosticar posibles patologías en la mujer son los cambios en las mamas o la aparición de bultos, los sangrados en el coito cuando nunca se han tenido antes, los sangrados en la menopausia o los picores vulvares crónicos, a los que las mujeres no suelen dar importancia”, explica Serrano.

Cáncer de pulmón: El reto de la detección precoz

Cualquier tipo de cáncer puede empezar con una mínima afectación sin señales, aunque ese periodo libre de síntomas, en especial en los tumores agresivos, es improbable que sea tan largo como el de la presión arterial elevada. “Un tumor de colon puede ser asintomático hasta que se produce una obstrucción o un sangrado o hay un cuadro general. El de pulmón puede no dar señales hasta que se empieza a toser y se hace una radiografía. Un cáncer de próstata puede estar muy extendido y no dar el mínimo síntoma urinario. El de páncreas suele ser más traidor porque a veces da síntomas muy vagos y no se detecta hasta que crece considerablemente, aunque se explore”, cuenta Baos.

El cáncer de pulmón es la primera causa de muerte por cáncer en la población masculina, y los números de casos en mujeres han aumentado también en los últimos años. “Podría incluirse en el catálogo de enfermedades silentes ya que puede pasar un margen de tiempo sin que la persona afectada lo sepa. Una señal puede ser la tos persistente en personas que son fumadoras toda su vida, por ejemplo. En Estados Unidos se recomienda examinar a todos los mayores de 55 años que fumen dos paquetes al día, pero en España no tenemos todavía una recomendación”, manifiesta Camarelles.

El gran problema, por definición, que plantea el cáncer es su dificultad para detectarlo. “No hay ninguna prueba preventiva que podamos hacer a la población, y si se hacen radiografías a todo el mundo habría más pegas que beneficios. El cáncer de pulmón hay que considerarlo si la persona fuma, y la prevención más potente es dejar de fumar”, explica el médico de familia Casado. Aunque hay cuestiones prevenibles y otras que dependen de la genética o el azar, un tercio de los casos se podrían esquivar siguiendo las recomendaciones de una vida saludable.

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