El erotismo que todo lo invade
De la mano de Kim Catrall, 'Sexualintelligence' indaga en nuestra identidad sexual
Hombres y mujeres andan siempre pendientes de sus líos eróticos: ¿cómo?, ¿dónde?, ¿con quién?, ¿con qué frecuencia? Y desde muy pronto, el arte también se llenó de sexo. Basta ver las obras de las tribus primitivas para encontrar grandes penes e inmensas vulvas. "Si nos ponemos freudianos, y siempre es resultón ponerse un poco freudiano, habría que decir que todo arte es pulsión erótica encubierta y reencauzada", explica Javier Montes (Madrid, 1976). "O, por usar el término de la época, sublimada".
Montes es crítico de arte y escritor y junto a Andrés Barba (Madrid, 1975) ganaron el XXXV Premio Anagrama de Ensayo con La ceremonia del porno, en el que exploraban e intentaban comprender qué está pasando hoy a la hora de consumir sexo. Los dos han escrito novelas -Segunda parte es la más reciente de Montes; Agosto, octubre, la última de Barba- y los dos están incluidos en la lista de 22 autores menores de 35 años que la revista Granta considera los más interesantes de su generación en el actual panorama de la literatura escrita en español.
Andrés Barba: "Hoy el porno ha hallado su lugar específico en Internet"
Así que todo el arte no es nada más que erotismo en estado de sublimación, si es que sigue a Freud y tal como dice Montes. Claro que hay quienes subliman más y quienes subliman menos, y aquellos que hace ya siglos plantaban enormes falos en sus estatuillas eran de los que no se andaban por las ramas. "Sencillamente los primitivos, justo por serlo, no había alcanzado aún, los pobres, el admirable grado de refinamiento neurótico y sublimador de los artistas posteriores", cuenta Javier Montes. "Se les veían más las costuras".
Tampoco los grandes clásicos del arte occidental, ahí en las lejanas Grecia y Roma, tuvieron grandes pudores y eligieron el desnudo para ensayar el canon de la belleza. Montes se pronuncia al respecto con una cierta distancia: "Nada menos erótico que un desnudo clásico de mármol. Solo a adolescentes en plena revolución hormonal y a cristianos renacidos de mentes calenturientas les inspirará ideas sexuales. Uno solo combate, ya se sabe, los prejuicios que comparte".
La cuestión, en cualquier caso, es por qué el erotismo entró de manera abrumadora en el repertorio más socorrido de las artes plásticas y cómo en cada momento y en cada cultura adquirió formas distintas, acaso para ir salvando las prohibiciones que, paradójicamente, cada civilización fue levantando en torno al sexo. "Las prohibiciones de culturas ajenas siempre resultan particularmente incomprensibles, precisamente porque no tenemos las referencias que las activan y que las hacen vivas", observa Andrés Barba. "El ejemplo de la censura de la pilosidad púbica en Oriente es muy claro, por ejemplo, de un caso de referente perdido para un occidental". Javier Montes, para entender los afanes que movieron en su día a los más primitivos y que siguen moviendo hoy a los más modernos a seguir llenando sus obras de sexo, comenta: "Se pinta (y en general, se hace arte) para convocar lo que se desea o para conjurar lo que se teme. Desear y temer, ya lo sabemos, no son antónimos: ese es, en realidad, el intríngulis de la cuestión erótica. Y artística".
La vida y la muerte se confunden íntimamente en la actividad erótica, y todas las sociedades procuraron siempre establecer esa línea más allá de la cual determinadas prácticas sexuales quedaban prohibidas. El tabú del incesto es acaso uno de los referentes más remotos. Como si la falta de regulación del sexo amenazara la convivencia entre los mortales. ¿Se teme al erotismo? "Se lo teme con toda la razón, porque dinamitaría el tipo de convivencia que se ha venido construyendo desde hace milenios sobre la base del tabú erótico (y perdón por la aporía)", dice Montes. "Por otra parte, no hay que dramatizar con el tabú: ya Bataille recordaba que su barrera misma se construye justo para poder regular su violación. Y que precisamente al hacerlo siguiendo los cauces que ofrece el tabú, reforzamos la norma que pretendíamos romper".
Gracias a las estrategias que se utilizaron para salvar los escollos de las prohibiciones, el erotismo emergió en el arte de muy distintas maneras. Para Andrés Barba, la Edad Media fue, por ejemplo, "una época especialmente carnal, seguramente por la cortísima esperanza de vida: todos los textos medievales están impregnados en realidad de una enorme sensualidad". Pero luego vino el Renacimiento y, también según Barba, "el neoplatonismo imperante desactivó gran parte de esa sensualidad y la redirigió hacia el erotismo".
Cada cual podrá, seguramente, tener en la mente distintos momentos de esa larga relación entre el arte y el sexo. Las desbordantes gorditas de Rubens o el sexo femenino que retrató con todo detalle Courbet. Y así, poco a poco, hasta hoy. Donde se ha generalizado libremente el consumo de pornografía. ¿Qué ha pasado? Andrés Barba: "Estamos en un momento en el que el porno ha encontrado su lugar específico, Internet, y se ha generalizado el consumo, más que porque se haya liberalizado el contexto, porque se ha universalizado el acceso".
Viaje con Eros
- Producida y presentada por Kim Cattrall (la Samantha de Sexo en Nueva York) Sexualintelligence recorre, con humor y elegancia, desde la primera mirada amorosa hasta los fantasmas más tórridos. Mitología, obras de arte, aventureros del sexo y sexólogos son convocados en el filme para ampliar nuestra cultura erótica. Un fabuloso viaje al centro del sexo y el erotismo.
Mañana, por solo 2,95 euros al comprar El PAÍS.
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