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Entrevista:Carlos Urroz

'Las ferias no son lugares para artistas'

Jesús Ruiz Mantilla

El recinto ferial de Ifema, ese hormiguero de negociantes, azafatas y curiosos, parece un escenario con el tiempo detenido. El calor de una tarde plomiza de julio ayuda a esa sensación. Y el despacho de Carlos Urroz también. Una tetera, unas fotografías, catálogos heredados propios y muchas baldas vacías dan idea de la situación. El nuevo director de Arco llega a poner los nuevos cimientos de una feria que había entrado en estado terminal.

Su nombramiento ha sido recibido con alivio. Nadie deseaba visionarios, teóricos, ni iluminados con relevancia mediática. El mundo del arte no quiere líos con la feria que en los años ochenta y noventa fue novedad y referencia constante. Cuando va a cumplir 30 años de existencia solo desean una cosa: que funcione.

"Arco es la granuniversidad de los coleccionistas españoles"
"Solo soy un organizador. Para eso hay que ser metódico y saber escuchar"
"Los grandes artistas dejan la promoción en otras manos"

"Yo soy un organizador", comenta Urroz. Pues eso justamente es lo que buscan galeristas, coleccionistas y responsables de la Administración. Después de unos últimos años de decadencia, Arco necesita recuperar un cierto toque "sexy", dice el nuevo responsable. La última gestión, con Lourdes Fernández al frente, ha pasado a la historia con enfrentamientos constantes a tres bandas entre galeristas, políticos y organización. En medio, los artistas enmudecían asustados, el público no encontraba apenas nada excitante y el mercado miraba a otras ferias internacionales como referencia.

Urroz llega para redimensionar todo y despertar el entusiasmo perdido del sector. Lo conoce bien, es un hombre curtido en el mundillo y con sentido práctico. Entró de joven meritorio en el mismo sitio donde ahora lleva las riendas junto a Rosina Gómez Baeza y llegó a ser su director adjunto. Después trabajó para la prestigiosa galerista Helga de Alvear, a quien ha fichado para el comité asesor. Ahora le toca aplicar lo que ha aprendido. El objetivo: que Arco renazca para su tercera década.

Ha entrado usted en Arco como un ángel salvador, como el Mesías. ¿No le aterra? No soy el Mesías. Todo el mundo tiene ganas de que Arco se salve, no que lo haga yo. Para las galerías es importantísimo, para Ifema, qué le voy a decir, para Madrid y sus instituciones, superimportante. Todo el mundo quiere que esto vaya adelante y no estar crispado con la feria.

Pero pocas veces hay tanta unanimidad en un nombramiento, aunque se haya decidido después de haber sido captado por un cazatalentos, como si nadie le conociera en el mundillo. ¡Cazatalentos! ¡Qué impresión! Para determinadas instituciones les avala que un nombramiento tenga ciertas garantías, que se haga mediante concursos públicos y demás.

Una vez dentro, ¿se lo ha encontrado peor de lo que pensaba que estaba? No, ya sabía que estaba fatal. Leía los periódicos y…

Parecía esto en estado terminal. Bueno, andaban de espaldas, en mala comunicación, las galerías con Ifema, debido a decisiones que no habían sido las adecuadas, ni la forma de contarlas o advertirlas, tampoco.

¿En guerra entonces? Era una guerra, sí. Con mucho personalismo, muchas demandas. Es bueno cambiar de caras cuando ha existido esa tensión, que llegue un mediador. Y aquí estoy.

Por eso le digo lo de Mesías. Mesías no, mediador. Mediador familiar, como en un divorcio.

¿Y por qué se ha llegado a esta situación? Creo que se tomaron decisiones inadecuadas en cuanto a la selección de galerías. El criterio del comité seleccionador tampoco se respetó y el comité se lo tomó mal.

Pero eso será todos los años. Siempre han existido presiones. Cuando yo trabajaba aquí antes, ya las había.

Entonces, ¿no ha debido ocurrir algo más? A lo mejor, esas presiones esta vez se han ejercido de una forma muy directa. O la presencia mediática de la feria ahora en los periódicos ha hecho que se convierta en una noticia sobredimensionada.

Arco siempre ha estado muy presente en los medios. Pero la feria en sí, no las tensiones, ni las reuniones del comité organizador.

Entonces, ¿es que el mundo del arte anda más revuelto que en otras épocas? También con los grandes museos hay piques, que si el Prado quiere el 'Guernica', que si no te lo doy… ¿Es producto de la abundancia? ¿Ha entrado la lucha por el poder en juego? Cuando los proyectos son interesantes existe atención y rivalidad. Si los proyectos locales no interesaran, nadie se fijaría, nadie estaría pendiente de a quién nombran director aquí o allá. La prueba de que el arte contemporáneo interesa está en que muchos quieren manejar sus hilos. También es un mundo de personalismos. Las galerías de arte no se llaman galería azul o galería verde, todas llevan el nombre de su dueño, imprime sello a su perfil. La firma de los comisarios, también. Es un mundo en donde el carácter, la impronta, marca un proyecto.

Pero las luchas quedan entre los gestores. ¿De los artistas y sus rivalidades quién habla? Hay muchas, pero les interesan menos a los medios.

¿No será que ellos andan asustados con las barricadas? ¿En retaguardia? Como diciendo: que se entiendan aquí mis amigos para que fluya el negocio. Las rivalidades entre artistas siempre existirán: estéticas y personales, pero son menos noticiables ahora.

¿No se echa algo de menos la voz de los artistas en estos pleitos? Es que las ferias no son lugares para artistas.

Le advierto que eso es un titular. Lo digo totalmente en serio. Los lugares de los artistas son las galerías, sus estudios, el espacio en donde controlan lo que hacen. En una feria es un galerista quien decide las cosas. Es un espacio para el mercado. Cuando trabajé en la galería de Helga de Alvear, nada más entrar, aprendí algo: un artista cambiaba 10 veces de opinión sobre la colocación de sus obras y ella le paró los pies. Esta es mi galería y aquí se hace lo que digo yo, se impuso rápidamente. Lo hizo con toda la razón. En una feria, lo que está fuera es el nombre del galerista, que mezcla varias obras. Además, los artistas no se sienten cómodos en la feria, eh.

Sí, pero lo que viene a ver y a comprar la gente son obras firmadas. ¿No se desvía demasiado el foco? El mundo del arte no existe sin los artistas, pero las ferias son lugares de encuentro para galeristas, coleccionistas, críticos. A los artistas no se les pide que estén presentes en la feria, pero ¿cómo no van a estar los galeristas, por ejemplo? Sería muy interesante que su voz tuviera más repercusión, pero quizá no tanto ellos como su obra.

¿Cuánto hace que no ha visto en Arco algo que le impacte? Todos los años veo algo que me impresiona. Es cierto que con el tiempo tu capacidad de asombro se reduce. Cuando veníamos en los años ochenta nos parecía todo la bomba. Ahora, lo que buscas es quizá una explosión nuclear. También es cierto que al dedicarte a este mundo conoces gran parte de lo que hay. No sé si la palabra que debo utilizar es sorpresa, encuentro cosas interesantes.

¿Cuál debería ser la identidad de Arco a partir de 2011? La identidad es algo que viene dado, que se va ganando en función de lo que has hecho. Lo que has forjado, no un disfraz. No debemos definir, categorizar una nueva identidad, sino convertirla en atractiva para que gente de todo el mundo venga. Pero no solo en el recinto, sino fuera también, en la ciudad, que esos días estén acompañados de exposiciones interesantes y otras cosas, sin desviarnos de lo fundamental. Porque se han hecho muchas cosas antes que fueron fundamentales en su día, pero que ahora organiza cualquier fundación o foro de la ciudad y que, por tanto, dejan de tener sentido aquí. Es que se llegaron a dar conferencias que daban créditos para asignaturas en la universidad.

¿Así que se reduce la ambición? Hay que analizar las cosas que se hacen. Arco hace muchísimas cosas, muchas más que otras ferias. Hay que ver si todo eso corresponde a una feria. Si cumplen esa función, a lo mejor hay que potenciarlas. Si no, sacrificarlas. Lo que debemos hacer, y eso la gente del mundillo lo echa de menos, es hacerlo más atractivo, más sexy, más excitante.

Bueno, también hay que contar que Arco tiene sus hijos por la ciudad repartidos, como Just Madrid, muy pendiente de lo más joven o novedoso. ¿Eso es competencia? ¿Debe Arco renunciar a ser un reflejo de los no consagrados? Pero eso no es así tampoco. Arco en los ochenta tenía un componente de festival, era una época pionera en la que no había casi nada. Quizá hoy en día debemos centrarnos en una buena feria que compita con las demás a escala universal, porque las nacionales no lo son para nosotros. Just Madrid es perfectamente complementaria, da espacio a galerías que no entran aquí.

Y dentro de esa competencia internacional, ¿en qué nuevo esquema entra? ¿Algo parecido al Art Basel de Miami, al London Frieze? ¿Cuáles le preocupan? Todas. Basilea es muy potente. Miami tiene ese carácter latino que ha tenido Arco y debemos recuperar. La Fiac, que no era muy buena, atrae ahora muchas galerías de Estados Unidos y es muy interesante… Pero no me preocupa tanto la competencia como para copiar, sino para fijarnos en lo que hacen y convertirnos en algo diferente. Madrid como ciudad tiene muchas ventajas, es uno de los atractivos de Arco, eso también hay que aprovecharlo. Para el año que viene hay que apelar al sentido emocional también. Es el 30º aniversario y muchos de los que empezaron aquí su andadura internacional podrían estar interesados en volver. Existe un tipo de coleccionista que se formó y comenzó aquí.

¿Ha perdido la feria también el ser puente con América Latina? No porque exista un puente entre América Latina y Norteamérica, que es en lo que consiste la feria de Miami, puede dejar de haber uno entre aquellos países y Europa. Existen grandes artistas latinos que viven en España y en Europa.

¿Está ocurriendo con los artistas plásticos latinoamericanos algo similar a lo que ocurría con los escritores en los años setenta? ¿Vienen a Europa? Y a Estados Unidos, y se les compra y exponen en museos suizos y alemanes. Ocurre algo parecido a lo que pasaba con los escritores del boom.

¿Le aterra lo que le puede afectar la crisis en este nuevo despegue? Hemos perdido identidad, pero también pasta. La crisis es una gran preocupación. No hay pasta comparado con hace cinco años. Pero si lo comparamos con hace 15… Hay más ahora. No hay que exagerar, pero olvidamos que en el año 1995, la comida de coleccionistas del primer día eran 20 personas. Las últimas eran de 500, aunque es cierto que el año pasado no se hizo.

¿Cómo es el coleccionista español? Está bastante formado con respecto a hace unos años. Antes eran más ingenuos y compraban solo en España. Ahora salen fuera, están bien informados y se han formado en Arco. Arco es la gran universidad de los coleccionistas españoles. Aquí se han creado vínculos que han continuado en otros lugares, además. Es muy privado. No abren sus casas para mostrar la obra, les gusta guardar lo que tienen y no contarlo. Si ceden la obra para una exposición, prefieren el cartel de "colección privada a otra cosa. Es discreto y reservado.

¿La crisis ha redimensionado el valor de las obras? Ha servido para seleccionar más. Algunos artistas emergentes puede que se queden en anécdota; otros mantienen sus precios y su interés, y algunos hasta aumentan su cotización porque esa selección natural ha hecho que desaparezcan otros. Lo bueno e importante es más apreciado y valorado, incluso.

¿Cuáles son los artistas emergentes que aguantan el chaparrón en estos tiempos duros? Los conceptualmente más sólidos, los que han salido fuera y no se han quedado en los círculos de instituciones nacionales, los que han seleccionado su potencial expositivo y han elegido exponer en pocos sitios, pero buenos…

¿Siguen siendo pocos los que logran hacerse hueco fuera? Requiere mucho esfuerzo, hay que renunciar a muchas cosas, familia, amigos, pero, a la larga, salen.

Hablaba de la fortaleza conceptual. Pero cuando las tendencias son tantas y tan variadas ¿cómo vislumbramos la calidad, el valor? Todavía puedes distinguir la calidad. Hay un conjunto de factores que hacen que lo bueno no solo lo sea para ti, sino para un conjunto de personas. Cuando muchos aciertan es raro equivocarse. Lo primero que cuenta es el impacto personal, te tiene que gustar lo que ves, una vez te seduce y lo sigues y compruebas que opiniones expertas apoyan a ese artista que te ha gustado, ahí lo tienes, llegará lejos. El indicador no son los amigos que pueda tener en Facebook.

¿Por qué motivo compraría usted hoy una obra de arte? Lo primero, porque me guste. Después, porque es una inversión mejor que otras, tal como están hoy los mercados. Además, la disfrutas todos los días porque la tienes colgada en tu casa.

¿Existen personalidades artísticas que encajan mejor en el mercado que otras? Un artista no debe encajar en el mercado. Debe tomar las decisiones adecuadas y elegir bien a sus marchantes y galeristas, pero ese no es papel del artista. Los mejores no se dejan ni ver. No todos son Damien Hirst mediáticamente. Él es una excepción. Hay muchos que en su vida han estado en casa de un coleccionista.

Pero necesitan ese foco mediático y, después, ese refrendo académico, ¿o los medios no estamos reflejando lo importante? Los grandes artistas tienen la honestidad de expresarse a través de su obra, pero dejan la promoción en otras manos. No creo que Louise Burjois esté todo el día llamando a los periodistas, o que Marlene Dumas hable con coleccionistas ni directores de museo, o que el propio Thomas Schüte, que tuvo su exposición en el Reina Sofía, sea la persona más sociable del mundo, por poner algunos ejemplos.

¿Le interesan las corrientes o le interesan más los creadores en sí? No hay una tendencia que pueda sobreponer a otras, me interesan lo mismo una pintura que un vídeo, o una instalación o la obra de un artista. Es muy interesante cómo muchos hoy día se dedican a reinterpretar la historia del arte según sus propios parámetros. Una revisión amarrada con visiones propias de la filosofía, la creación, la arquitectura, la modernidad, mezcladas con sus vivencias, su experiencia. No hay que elegir una corriente, pero hay que fijarse atentamente en los artistas. No hay categorías, no debemos poner la atención en los ismos, como nos enseñan.

¿También hay que revisar los métodos académicos, entonces? No soy la persona indicada para juzgar eso. No lo conozco, ni lo he meditado. Es que soy abogado de formación.

Pero, sobre todo, apasionado del arte. ¿Cómo acabó aquí? Estudiaba Derecho y trabajaba al tiempo en una galería. Luego me fui a Estados Unidos a terminar mi formación y al volver seguí en este mundo.

Habrá pensado estos días en sus años de estudiante, cuando venía aquí como currito. Aunque después fue director adjunto, con Rosina Gómez Baeza. Ese viaje, ¿cómo se digiere? Bien. Al fin y al cabo yo solo soy un organizador, una persona que pone de acuerdo a gente para que se produzcan cosas. Para eso hay que ser metódico y saber escuchar.

Su fichaje estrella para el comité asesor ha sido Helga de Alvear, con quien ha trabajado. Ahora le toca a usted aplicar las cosas que ha aprendido de ella o de Gómez Baeza. ¿Qué ha sido lo fundamental? En Helga tengo mucha confianza. Ella no es una persona de comités, pero he tenido la suerte de que aceptara. Es una gran coleccionista y galerista. Una referencia, si no va a algún sitio es que pasa algo. De Rosina aprendí la capacidad de trabajo y su sentido práctico a la hora de aplicar las ideas que se le ocurren, de Helga, la pasión y el trato y el respeto hacia los artistas.

¿Aun cuando se puedan poner insoportables? A veces ocurre eso, pero las cosas que te enseñan a ver, a observar, como miran el mundo con otros ojos, eso no tiene precio. Aprendes a captar el mundo con sus ojos. Por ellos me enganché a este mundo.

Carlos Urroz, director de Arco
Carlos Urroz, director de ArcoSOFÍA MORO

Un 'organizador' al frente de Arco

Carlos Urroz nació en Madrid en 1966. Es un gran conocido dentro del mundo del arte. Entre 1994 y 1998, Urroz fue director adjunto de Arco, feria a la que llega ahora como director. Además, dirigió la galería Helga de Alvear hasta 2005. Entonces, durante un año, fue también miembro del comité asesor de la Fundación ICO. Urroz tomó parte en el consejo asesor de la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior y desde 2008 ha sido asesor de artes plásticas de la Comunidad de Madrid.

Dicen los que le conocen que Carlos Urroz es una persona conciliadora y que huye de los amiguismos en su actividad profesional. Quizá por eso su elección como nuevo director de Arco ha sido aplaudida unánimemente. Urroz es, según se autodefine él mismo, "un organizador". Es justo lo que necesitan galeristas, coleccionistas y responsables de la Administración tras unos últimos años de decadencia en Arco bajo la gestión de Lourdes Fernández. El objetivo del nuevo director para 2011 es "convertir la identidad de Arco en algo atractivo para que gente de todo el mundo venga".

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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