La voz de ensueño
La voz de ensueño es la de Mayte Martín. Perfecta, impecable, a la que no se le podía poner ni un pero. Salió e hizo la petenera, ese cante de la Niña de los Peines que dicen tiene mal fario pero que no lo tiene en el cante de esta mujer. Cantó una petenera valiente, llena de melismas, irreprochables en su arquitectura flamenca. Hoy día nadie, nadie, hace este cante con tanta frescura y tanta flamencura.
Siguió con malagueñas y verdiales, cantes minero levantinos, siguiriyas, garrotín, guajira... Como se ve, cantes que no se hacen con frecuencia, pero que en el repertorio de Mayte Martín son habituales. Las malagueñas, por ejemplo, las hizo grandes, como corresponde a su arco melódico importante, rematándolas de manera admirable con un par de cantes abandolaos que nos dejaron sin respiración. Los cantes minero levantinos, tres de ellos, fueron un dechado de dulzura y bien decir. Esos mismos cantes con los que ganó el Premio Lámpara Minera hace años en La Unión.
Duende y compás
Cante: El Cabrero, Mayte Martín, Calixto Sánchez. Toque: Rafael Rodríguez, Juan Ramón Caro, Manolo Franco. Teatro Albéniz. Madrid, 30 de enero.
El corazón en la mano
Las siguiriyas fueron colosales. El Siempre por los rincones de Manuel Torre, el Reniego de Tomás Pavón, la cabal del Pena para terminar, una secuencia de cante grande difícil de igualar en ningún caso. Mayte las cantó volcándose, con el corazón en la mano, jugando con su voz que iba del grito al susurro con una facilidad extraordinaria. Después, ya, el garrotín y la guajira, dos pequeñas joyas llenas de gracia y sentimiento. No se puede cantar mejor, aunque haya quien dice que Mayte Martín es fría. No lo es, lo que pasa es que canta como se debe cantar, ni más ni menos.
Delante había cantado El Cabrero, en una de las peores actuaciones que le hemos oído. Tenía la voz mal, y ello sin duda influyó en el resultado negativo del cante de su concierto. Un cante mediocre, sin relieve, sin chispa alguna. Ni siquiera en sus fandangos alcanzó brillo cantaor, se quedó todo en un querer y no poder bastante penoso.
Calixto Sánchez, por último, cantó como él suele hacerlo, pegando muchas voces y haciendo secuencias larguísimas. Dentro de esas condiciones no estuvo mal, y fue sin duda muy aplaudido. Pero, en mi opinión, le faltaron algunos enteros para cantar a plena satisfacción. Cantó malagueñas, siguiriyas, alegrías, bulerías... Cantó mucho, pero no del todo bien.
Entre los guitarristas hubo de todo. Regular Rafael Rodríguez, y bien Juan Ramón Caro y Manolo Franco.
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