Comedia a la antigua

Este notable año de cine español quizá sea resultado no sólo de la calidad de una decena de películas, sino también de la variedad de las propuestas, de su riesgo y de su huida del camino fácil. Mía Sarah, ópera prima de Gustavo Ron, incide en la teoría. Con independencia de su resultado (un tanto fallido pero ciertamente estimable), la película huye de la comedia romántica al uso para recuperar una screwball a la antigua que busca la esencia del mejor cine de George Cukor, Preston Sturges o Howard Hawks: diálogos entre la sofisticación y la ingenuidad, romanticismo, lucha de sexos, mezcla de gags visuales y verbales y trama tan original como improbable.

Ambientada en la Galicia de hoy día, pero recurriendo a elementos de otros tiempos (la importancia del primer beso, la magia de las relaciones epistolares...), la película resulta más efectiva cuanto más estrambótica, y se beneficia de la portentosa presencia de Fernando Fernán-Gómez y la británica Phyllida Law, pero cojea en casi todas las secuencias que apelan al slapstick, comedia física basada en la exageración, aún más difícil de resolver que la screwball comedy.