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Hans Gumbrecht cuestiona la idea contemporánea de la muerte

Rocío García

Desde el siglo XVIII, la cultura occidental ha vivido la muerte como una experiencia eminentemente individual. Esta mirada es insuficiente para afrontar los desafíos sociales, demográficos y económicos del futuro. Ésa es la tesis que el filósofo alemán Hans Ulrich Gumbrecht (1948) expuso en Madrid en su conferencia Cómo hemos vivido la muerte y cómo podremos sobrevivir el presente. Gumbrecht es profesor de Pensamiento Moderno y Literatura en la Universidad de Standford (EE UU) y fue invitado por la Fundación BBVA.

Séneca, Kant, Mercier, Heidegger y Peter Singer fueron algunos de los autores analizados para rastrear las huellas de la visión contemporánea de la muerte, que el profesor alemán califica de "escandalosamente individualista".

"El culto a la juventud y el valor casi absoluto que nuestra época concede a la vida individual es inaudito. La obsesión es vivir más, porque más se asimila a mejor. Pero el aplazamiento indefinido de la muerte, con el que coquetea actualmente la ciencia, traería desafíos existenciales increíbles: ¿para qué vivir más?, ¿cómo dotar de sentido esa vida?", resumió.

Frente al concepto de duración, Gumbrecht propone el de intensidad: "La obligación de vivir mucho tiempo es un punto de convergencia de varias cosas. ¿Por qué no decir: 'Prefiero una vida intensa de 80 años a una sosa de 120?".

Los costos del sueño de la inmortalidad son un punto central en la argumentación de Gumbrecht: "Demográfica, social y económicamente, el apoyo incondicional de la extensión media de la vida humana es muy problemático. ¿Quién va a pagar eso? Estamos imponiendo un peso irresponsable a las nuevas generaciones".

Aunque confiesa no tener respuestas, Gumbrecht cree que la humanidad debe asumir un "pensamiento con riesgo" para desarrollar "otra concepción cultural de la muerte" que contemple las consecuencias sociales de la extensión de la vida. En cuanto al miedo a la muerte, como experiencia transcultural, Gumbrecht afirma: "Yo prefiero hablar, como lo hizo Kant, de angustia. Ésa sigue en pie".

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