Mujer, negra, filósofa, revolucionaria
Verdaderamente impresiona ver cómo una persona está ya a los treinta años en condiciones de escribir una densa autobiografía de alcance universal. No es algo frecuente, desde luego, pero tampoco es frecuente encontrarse con personas de la talla humana, intelectual y revolucionaria de Angela Davis.Ella misma se encarga en el prólogo de desbaratar los posibles ataques de vedetismo. «Escribir una autobiografía a mi edad me parecía presuntuoso», nos dice, para reconocer a continuación que si se decidió por fin a llevar adelante el proyecto fue por la importancia testimonial que podía acarrear.
Y ese es, en efecto, el tono general que preside la obra: Angela Davis, como parte de un proceso más amplio de concienciación y liberación, de un movimiento. La gran luchadora negra desmenuza las distintas etapas de su vida, pero siempre sin narcisismos, simplemente con la intención de que aparezcan -por emplear la frase del inolvidable Arturo Barea- como la forja de un rebelde.
Autobiografía, de Angela Davis
Barcelona. Grijalbo, 1977.
La parte cuya lectura yo personalmente he disfrutado más es la relativa a su infancia en Birmingham (Alabama). Con un lirismo que nunca se desborda, la autora mira hacia atrás, expresando lo que suponía la vida en el cruel y opresivo mundo de una pequeña localidad del Deep South en los años cuarenta: los autobuses segregados, la escuela no menos segregada, la brutalidad de los blancos (que llegaban a dinamitar- las casas de las familias negras que se atrevían a desafiar las leyes no escritas del apartheid), la rabia y frustración de la comunidad de color; el estupor, en suma, ante la injusticia y la irracionalidad ambiente por parte de quien ya poseía en germen las armas de la crítica.
Es aquí, para mi gusto, donde con más fuerza brilla el talento literario de la famosa discípula de Marcuse. Dosificando sabiamente la emoción ante aquello que se narra, con el rigor y la objetividad de la crónica, Angela Davis desarrolla un recurso que otros escritores -Peter Weiss, entre los recientes, por ejemplo- han llevado hasta las cimas de la maestría.
Esto no quiere decir, por supuesto, que el resto del libro -los años de educación que nuestra autora pasó en Nueva York, Massachusetts, París y Francfort; su docencia en la Universidad de California; su progresiva familiarización con el marxismo y la teoría crítica; sus primeros pasos en el movimiento negro; su incansable trabajo político; su solidaridad con los Soledad Brothers; su procesamiento, captura, encarcelamiento y posterior absolución- no se lea con el mismo interés.
No voy a insistir en los jalones de una vida que ha sido tan ampliamente difundida por los medios de comunicación. Me limitaré a decir que, en la versión de su propia protagonista, la decisión final de ingresar en el Partido Comunista USA se explica con un esquematismo excesivo que no termina de aclarar los motivos y los pasos de una evolución política rica y original. Y señalaré también el considerable poder expresivo de Angela Davis: a través de su pluma bastan breves alusiones para que aparezcan muy claros sus sentimientos e ideas.
Nos encontramos ante una autobiografía que no agota a su personaje, sino que, por el contrario, lo potencia.
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