Los dos latinos que trabajaban con inteligencia artificial y el ARN mucho antes de que todo el mundo hablara de ello
La biotecnológica Envisagenics lleva 10 años usando IA para crear y comercializar una plataforma con la que acelerar el desarrollo de terapias oncológicas
Mucho antes de que ChatGPT fascinara y diera una de las medidas más populares de lo que la inteligencia artificial (IA) podía hacer y también años antes de que las vacunas de la Covid mostraran al mundo el potencial del ARN, la colombiana María Luisa Pineda y su socio el argentino-israelí Martin Akerman, ambos científicos, ya veían el futuro. Un futuro en el que el cáncer y enfermedades como la ELA se pudieran curar de una forma personalizada.
“El objetivo que teníamos siempre fue usar la IA, toda la tecnología nueva que estaba surgiendo en el laboratorio como la secuenciación del genoma humano y encontrar errores en el ARN de los pacientes [una cadena de nucleótidos presente en las células que desempeñan un papel similar al ADN] que dan lugar a enfermedades para así identificar y desarrollar fármacos para ellos”, explica Pineda. Con estas herramientas dieron los primeros pasos para un proceso innovador en el desarrollo de terapias.
Su empresa, Envisagenics, cumplió en julio diez años con una celebración en el mismo lugar donde nació, el Cold Spring Harbor Laboratory de Long Island, una institución educativa y de investigación biomédica en la que ambos estudiaron y en la que han desarrollado su labor ocho premios Nobel. Ha sido una década que ha convertido a su start up en una empresa con sus primeros beneficios. Poco antes de este cumpleaños, la empresa cerró una ronda de financiación Serie B, diseñada para empresas que ya son rentables y buscan ampliar su valor y el modelo de negocio. En un ambiente de dificultad para captar dinero —que es aún más extrema para las latinas que apenas reciben menos del 2% del total del capital riesgo—, Envisagenics consiguió cerrar esta ronda con inversionistas como Third Kind Venture Capital, Empire State Development, Red Cell Partners además del inversor estratégico Bristol Myers Squibb con quien tiene un acuerdo de colaboración oncológica desde 2022.
Bióloga, cofundadora y consejera delegada de Envisagenics, Pineda recibe a EL PAÍS en una sala de reuniones en un moderno edificio en el que tienen su sede varias empresas del sector de Ciencias de la Vida en Long Island City, en el barrio neoyorquino de Queens. Ni el calor del verano, ni su avanzado embarazo le restan un ápice de energía, ni la ilusión por transmitir el trabajo que hacen.
“Tenemos mucha experiencia estudiando el ARN” cuenta. “Y la premisa de Envisagenics era usar tecnología para hacer una plataforma que permitiera encontrar errores de ARN comunes en ciertos tipos de cáncer, agrupar a los pacientes con errores similares en grupos para después desarrollar fármacos y dar a esos grupos una terapia personalizada”. Porque lo difícil, la gran tarea, es filtrar, encontrar el error específico y con prevalencia en los pacientes. Pero con la plataforma que han desarrollado con IA se estudian muestras de decenas de miles de tejidos velozmente.
Esta plataforma que ha construido y comercializado la empresa, con alta tecnología de IA, algoritmos, y datos de secuenciación genómica, examina en apenas horas miles de datos que se encuentran solo entre algunos pacientes. Pineda explica que, por ejemplo, en el caso del cáncer de pulmón han podido ver que el 25% de los pacientes tienen un mismo error en los tumores que no se encuentra en otro tipo de tejido. “De ahí tenemos que desarrollar el anticuerpo [la terapia] y llegamos a colaboraciones con empresas biofarmacéuticas para prepararlo para el consumo por parte de los pacientes para que el sistema inmune pueda eliminar los tumores”.
Además de Bristol Myers Squibb, Envisagenics ha establecido colaboraciones con Biogen y Johnson & Johnson para trabajar en terapias para distintos tipos de cáncer, entre ellos el de seno, pulmón y dos tipos de lecucemia.
La energía de Pineda le lleva a responder algunas de las preguntas con respuestas indubitadas antes de que terminen de ser formuladas. “Sí”, a la pregunta si veían el potencial de la IA hace 10 años: “está aquí para quedarse”. “Sí”, a la pregunta de si veían este futuro para el sector. “No”, a si esperaban el salto que se ha dado en tan poco tiempo, porque “ha habido cambios”.
Desde el punto de vista tecnológico, desde que empezaron se ha avanzado en abaratar la secuenciación y ampliar las capacidades de la computación en la nube, lo cual, junto con el aprendizaje de las máquinas (machine learning), ha permitido ampliar las bases de datos de las muestras. “Los humanos no tenemos la capacidad para analizar las decenas de miles de muestras, datos de miles de pacientes, estamos hablando de terabytes de información”, trata de cuantificar esta bióloga. Su tecnología es la clave para agilizar este proceso. Desde el comienzo del análisis de datos a la plataforma de Envisagenics de IA le toma un año encontrar una terapia con la que empezar ensayos preclínicos y clínicos, pero Pineda adelanta que ya que el crecimiento de la IA en farmacia es exponencial, podrá tomar incluso menos tiempo en el futuro cercano.
El otro gran paso adelante para Envisagenics llegó con la aceptación de la nueva química del ARN. Pineda explica que la pandemia de la Covid y el rápido desarrollo de las vacunas de ARN mensajero ha cambiado la percepción de la población a este tipo de tratamientos. “Hay una naturalidad que antes no existía, no sabes la cantidad de inversionistas que nos dijeron que los pacientes no se van a dejar inyectar con RNA, por ahí 200 o más”.
Vender el futuro
Si la tecnología es fundamental para el negocio, los inversionistas, el capital riesgo, son claves para permitir que empresas como Envisagenics echen a andar. “Sabíamos que la ciencia iba a funcionar, había que imaginarse cómo el futuro de la biotecnología y de la medicina podría ser, pero vender el futuro no es fácil porque no existe”, dice Pineda. Su visión y la de Akerman pasaba por montar una empresa singular con laboratorio propio. Entonces era una propuesta muy singular, había menos de una decena de start ups y empresas similares. “Casi las mismas que ahora”, explica.
Reconoce que salir de Cold Spring Harbor Lab les dio el empuje por el prestigio que tiene, pero agrega: “Éramos dos científicos y primera vez emprendiendo”. A eso se le une en su caso ser mujer e inmigrante. Pero hay una determinación y una resistencia que se activa en quienes tienen capacidad para adaptarse y Pineda cuenta que desde que era estudiante aprendió a gestionar la petición de becas para avanzar en su propia educación. Lo hizo con ahínco entonces y lo hace ahora.
“No fue fácil conseguir capital, pero en los últimos diez años hemos mostrado que hemos podido llevar a cabo todos los planes y todas las propuestas. No es fácil empezar de nuevo en algo que no existe”, dice aún con una sonrisa y admitiendo el riesgo que significa innovar y ser primeros en algo. “Pero es que yo me digo que si algo no existe aún, hazlo, y búscalo. Lo más importante es intentarlo”, enfatiza.
Pineda valora mucho también el capital público del National Institute of Health y el Small Business Innovation Grants. Y aunque admite que el futuro que vendía ahora es presente y su negocio es estable y está validado, ahora sigue siendo una gran tarea conseguir financiación. Envisagenics tiene casi 50 empleados y su consejera delegada cree que la plantilla crecerá hasta 75 como máximo porque la plataforma ya está creada, desarrollada y comercializada, ahora hay que seguir trabajando con muestras, trabajar con los socios y crecer con ellos para hacer ensayos clínicos y desarrollar terapias.
Además del dinero, la consejera delegada de Envisagenics reconoce el trabajo que como start up han hecho con diferentes incubadoras y programas de formación. Como el de Stanford para la comunidad latina, un lugar donde “se puede encontrar que es un grupo empresarial muy importante”. “Todos tenemos cosas en común. Para empezar, los mismos problemas, pero también podemos hablar español, que culturalmente aproxima”.
Estas comunidades que se van formando son algo que Pineda dice que ayudará a desarrollar más negocios, más diversos, tener más influencia desde un punto de vista socioeconómico “y con ello que nuestros hijos tengan un futuro diferente, que estén más a gusto. Que sea más fácil de lo que nos ha tocado a nosotros y no tengan que ser los primeros en todo”.
Pese a las dificultades y el esfuerzo, Pineda dice que sigue disfrutando y sabe que su tarea es ilusionante por dura que sea. “Si fuera fácil todo el mundo lo haría, pero porque es difícil no hay que dejar de hacerlo, hay que perseverar, seguir adelante, tener visión, buena energía y buena gente alrededor, el equipo lo es todo. Sin ellos, sin Martin, el cofundador, no habría podido hacer nada”.
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