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Modesto Flako Jiménez: “Quiero invitar a los mayores a contar sus historias y no esperar a que las descubramos en una caja”

El artista dominicano-neoyorquino presenta en el BAM una instalación inmersiva que recrea la casa de su abuela, a la que invita a entrar a todo el mundo para celebrar la vida de los ancestros

Modesto Flako Jiménez
Modesto Flako Jiménez, en una foto sin datar.CORTESÍA
Ana Vidal Egea

A Modesto Flako Jiménez (Santo Domingo, 1982) llegar a Nueva York a los nueve años le cambió la vida. Se mudó con su padre y su tío a vivir a la casa de su abuela, Mercedes Olga Jiménez, la madre de todos, que vivía en una casa abierta para quién lo necesitara. Un lugar donde poder tomarse el tiempo necesario para procesar el cambio de idioma y la nueva condición de inmigrantes de los familiares y amigos que llegaban al país. Flako Jiménez vivió con su abuela hasta que fue a la universidad y se independizó. Pero volvería a instalarse con ella en el 2017, cuando a ella se le diagnosticó alzheimer, y la cuidó hasta su muerte. Hoy día, sigue viviendo en esa casa a la que ahora rinde tributo. Mercedes Part 1 puede verse en el Brooklyn Academy Museum (BAM) de Nueva York del 3 al 6 de diciembre.

Pregunta. Hábleme de la casa donde creció, de la casa de su abuela.

Respuesta. Es una casa de renta antigua en Bushwick (Brooklyn): con dos habitaciones, un salón, una cocina y un cuarto de baño. Éramos muchos los que vivíamos ahí, es difícil recordar un número exacto, porque la gente iba y venía. Pero recuerdo que en algún momento dormíamos allí once personas. Era el lugar donde uno podía quedarse hasta que estuviera preparado para irse.

P. ¿Cómo surgió el proyecto?

R. Quería crear algo para honrar la vida de mi abuela, que es también mi madre. Yo la llamaba mamá, ella me llamaba hijo. Y que fue también la madre de muchos. Incluso mi propia madre la llamaba “ma”. Empecé creando un documental en el 2020, cuando ella aún estaba viva pero ya estaba muy afectada por la demencia. Y poco a poco fue creciendo y convirtiéndose en algo multidisciplinar, con diferentes versiones que se adaptan al lugar que acoja el proyecto.

P. Cuenta que descubrió muchas cosas de la vida de su abuela durante ese proceso.

R. Mi abuela guardaba todos los recibos desde los años ochenta y a partir de ellos y de sus diarios fui reconstruyendo su vida. Conservaba incluso flores que alguien le había regalado en aquella época y que ella había secado. Y cartas, muchísimas cartas, de gente pidiéndole cosas desde República Dominicana o agradeciéndole los envíos que les hacía. Fue muy hermoso descubrir su vida, pero hubiera sido mejor todavía si ella misma me la hubiera contado. Por eso quiero invitar a que los mayores cuenten sus historias y no esperen a que las descubramos en una caja. Muchos se callan para protegernos, pero ya no somos niños y podemos entender lo duro que fue para ellos emigrar.

P. ¿Cómo era su abuela?

R. Mi abuela era una persona que estaba para todo el mundo, que nació para dar. Cuidaba de su tribu en Nueva York, pero no se olvidaba de los que se habían quedado en su patria. Les mandaba dinero para medicinas y comida que iba recogiendo de las iglesias. Daba consejos, pero sobre todo era una mujer que escuchaba mucho, que educaba en silencio. Gracias a ella yo me he sentido rico toda mi vida, aunque crecí en la pobreza de Brooklyn en los 90. Esa mujer me lo dio todo en un momento en que se proyectaba que los latinos no teníamos nada. Teníamos luz, teníamos agua, podía ducharme tantas veces como quisiera y comer tantos cereales como quisiera. Fue ella la que me impulsó a ser actor, que era lo que yo quería hacer, la que me motivó a solicitar mi beca. Podía haberme dicho que me metiera a trabajar en una bodega, en un taxi o en la construcción, pero no. Me animó a hacer lo que yo quería hacer y en ningún momento se planteó si eso me iba a dar plata o no.

P. Y lo consiguió.

R. Gracias a ella conseguí una beca muy buena para estudiar actuación en Burlington, Vermont, que también cubría mi estancia allí. En la actualidad soy profesor de solo performance y Shakespeare en Sarah Lawrence College, que es una de las universidades de artes liberales más reconocidas del país. Ella me abrió todas las puertas y con esta pieza quiero asegurarme de que su vida no sea olvidada. Es un homenaje a todos los ancestros que nos han ayudado a vivir una mejor vida.

P. ¿Cómo vivió su proceso de demencia?

R. Con mucho respeto y cariño. Pude poner todos mis años educándome como actor a su servicio y cuando ella hablaba con gente imaginaria, o que ya estaba muerta, yo interactuaba con ella. A veces me hacía pasar por su hermano o su hermana y conversábamos, porque eso era lo que ella necesitaba en esos momentos. Esa era mi forma de no negarle la realidad que ella estaba viviendo, de ayudarla. Pero es muy duro para muchos familiares ver a su reina no ser su reina.

P. ¿En qué consiste la pieza que muestra en el BAM, Mercedes I?

R. No es una instalación, no es una obra de teatro, es una experiencia. En la cultura latina los duelos duran nueve días. Durante los tres primeros días después de que alguien haya muerto se invita a los familiares a la casa y se llora. Los tres días siguientes se permanece en silencio y los últimos tres días son los de las revelaciones, los festejos. El noveno día se invita a todo el mundo a la casa del difunto a celebrar su vida. En Mercedes 1 invito a que el público llegue a la casa de mi abuela al noveno día de su muerte. Allí se encontrará con miembros de la familia, también con un psicólogo especializado en demencia con el que pueden dialogar, con un especialista en arte terapia, con un documental… Quiero dar herramientas con las que educar a mi gente, para que sepan cómo acompañar a un familiar que esté atravesando por un proceso de demencia. Para que sepan que aunque es muy doloroso, también puede ser muy gratificante. Llevo tres años presentando este proyecto en diferentes espacios, algunos tienen horario de teatro pero en otros, la casa está abierta para la gente 24h para que se puedan quedar allí tanto tiempo como necesiten. También coordino talleres en residencias de ancianos.

P. Y esta es solo la primera parte del proyecto, ¿qué viene después?

R. En 2025 tendrá lugar una experiencia en realidad virtual. En el 2026 una obra de teatro y del 2027 al 2030 lanzaré vídeos educativos. Es un proyecto que abarca diez años. Diez años dedicados a honrarla y celebrarla.

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).
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