‘Adolescentes’ contados por ellos mismos
Frente a la inquietud que despiertan las últimas series sobre púberes, el programa de RTVE, presentado por el ‘youtuber’ Carles Tamayo, sienta a padres e hijos a debatir sin dramas


En Adolescentes, programa recién estrenado en La 2 y disponible en RTVE Play, el youtuber de investigación Carles Tamayo arranca hablando de la miniserie Adolescencia ―“en la que un chaval se convierte en un monstruo sin que sus padres lo sepan”― y se propone preguntar sobre problemas adolescentes “a quienes más saben”, ellos mismos.
La hora de debate que sigue provoca todo lo contrario al pánico que despierta en un progenitor la serie británica. Tres chavales, a los que luego se unen el padre de uno de ellos y la madre de otra, charlan, con inteligencia y calma, sobre las horas de pantallas que consumen, la misoginia online, las falsas expectativas de los filtros... Asumen errores, argumentan sus decisiones y escuchan al otro, aunque sea un adulto. “Pese al tópico de que la juventud está perdida, no es así”, dice Tamayo por mensaje. “Muchos piensan que las nuevas generaciones solo están pendientes de TikTok, y sí, eso está ahí, claro, pero también tienen conversaciones muy profundas: salud mental, futuro, relaciones...”.
Frente a la inquietud que generan las ficciones recientes sobre esa convulsa etapa vital (además de Adolescencia, que incluye un asesinato, está la serie Pubertat, de Leticia Dolera, sobre una agresión sexual, y obras de teatro como Violencia, sobre los tiroteos escolares), el nuevo especio de debate de la cadena pública ofrece una perspectiva menos dramática. “Este programa va a quitar muchos miedos a los padres”, dice Celia Montalbán, directora del formato. “Los adolescentes son conscientes de los riesgos que corren y tienen recursos para lidiar con ellos. Son mejores, son más fuertes, más sensibles, más empáticos, más solidarios, más críticos y más autocríticos. Solo necesitan hablar. Bueno, solo necesitan que los escuchemos. Es lo que hemos intentado hacer”. Lo que más le ha sorprendido grabando el programa: “Lo bien que piensan los adolescentes ahora”.
“Los medios tradicionales suelen hablar sobre los adolescentes desde fuera; no hablan con ellos ni generan contenido de su gusto”, dice Paula, 19 años, participante en uno de los episodios del programa que se emite los martes en La 2 (y después se cuelga en RTVE Play). Ella ve contenidos creados por y para gente de su edad en redes sociales o YouTube (sobre composición, estudia danza contemporánea, o crecimiento personal, como los vídeos de Irene Nortes). Antonio Fernández, Detective Murciano en redes, crea esos contenidos (hace atípicas entrevistas, de Óscar Puente a Ignatius Farray) además de consumirlos (“Míster Jägger, Vegetta, Willyrex...“). Antonio aparece en el mismo programa que Belén y admite por teléfono que se sintió “muy cómodo” hablando de salud mental y que durante la conversación, en la que también participaron Pablo Carbonell y Pilar Castro, como padres de adolescentes, “salieron temas muy interesantes”. En el programa se habla de las redes y el físico, la manosfera y la educación sexual, los amigos, el ligoteo, la terapia, los secretos, la soledad...
El formato mezcla caras conocidas y personalidades con decenas de miles de seguidores, con chavales que ni siquiera tienen móvil. Es un casting muy diverso pensado para un público generalista. “En un momento de máxima segmentación de la audiencia, en el que los contenidos se crean y consumen a la carta y siguiendo las instrucciones perfiladas por nuestros algoritmos, la tele sigue siendo el pegamento social”, dice Montalbán, que admite que el objetivo es que el programa se vea en familia y despierte conversaciones. “La edad no importa para conectar con alguien”, dice Antonio, “yo tengo amigos mayores; creo que el problema es más que en algunas familias hay muchos tabús, así que todo lo que sirva para hablar...”.
“Literal, bro”
En un momento muy padres versus hijos de Adolescentes, unos y otros comentan el abuso actual de palabras como “obvio”, “bro” o “literal”. Tamayo se encuentra en el medio: porque presenta el espacio sentado en el centro del plató (decorado como un gimnasio de instituto) y porque, con 30 años, pertenece a una generación intermedia entre los hijos (de 13 a 20) y los padres (entre 40 largos y 50 y tantos) que aparecen en el programa.
Una chica explica lo que significa “ser boque” (de boquerón, no haberse dado un beso con lengua). Y Tamayo, que no lo había escuchado nunca, admite que “flipa”, “soy de otra especie”, dice. Aunque luego, reflexionando por WhatsApp, el director del documental sobre un caso de pederastia Cómo cazar a un monstruo apunta: “Tampoco diría que hay tantas diferencias entre su adolescencia y la mía”.
Para Montalbán, que como la mayoría de padres de adolescente es de la Generación X y se crio antes de internet, sí que la hay: “Creíamos que estábamos preparadísimos para comprender a nuestros hijos... Crecimos en los ochenta, en un país democrático y moderno, hemos conocido la libertad, las drogas, la transgresión… Pero resulta que ahora nuestros hijos tienen TikTok y Fornite… Y estamos muy perdidos".
Esa desubicación de los padres X ―y la cruda realidad de las estadísticas que señalan el aumento de la depresión y ansiedad adolescente, de la violencia online y los discursos de odio―, hacen que proliferen ficciones preocupadas por nuestros peores miedos. Sin negar que existen problemas, Adolescentes plantea otro tono, más conciliador y reconfortante para el espectador con hijos adolescentes. En el programa, hablando por sí mismos, los chicos y chicas no parecen tan perdidos. Lo que les diferencia como generación no es que usen una jerga juvenil distinta (que digan bro donde se decía tronco), sino que hablan un lenguaje emocional que sus padres han aprendido de adultos: defienden que las “relaciones hay que trabajarlas”, hablan de “toxicidad” y “romantización” por un lado y de “autocuidado” y “responsabilidad” por el otro. Admiten que ir a terapia les ayuda a “regularse”. Cuando Tamayo, inquisitivo, pregunta por la presión para perder la virginidad, Alma, de 17 años, responde quitándole hierro con un feminista “de todas formas, la virginidad es un constructo social, ¿no?”. Sus compañeros, viéndolo clarísimo, asienten. Aquí nadie parece estar convirtiéndose en un monstruo.
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