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De protagonizar la primera película de Tim Burton a ser cancelado por masturbarse en un cine porno

La serie de HBO ‘El mismísimo Pee-Wee’, reciente ganador de tres premios Emmy, cuenta la compleja biografía de un cómico que se escondió bajo un personaje infantil y que murió de cáncer sin acabar su documental

‘Pee-wee as Himself’
Eneko Ruiz Jiménez

Fueron 40 horas de entrevistas. Pero ni con 1.500 páginas de transcripción, el protagonista de este documental se abrió sobre los capítulos más misteriosos de su vida. De hecho, ni siquiera contó al equipo que llevaba seis años con cáncer. Y, en 2023, antes de acabar las grabaciones, Paul Reubens murió. Aun así, El mismísimo Pee-Wee (HBO Max) no es una obra inacabada, y consigue explorar de manera sorprendente la carrera al estrellato, y la bajada a los infiernos, de uno de los actores y cómicos más singulares de EE UU. Uno con un talento único que se vio obligado a regresar al armario para triunfar y al que, años más tarde, unas acusaciones en falso lo llevaron a ser un paria en la industria.

Paul Reubens, o su personaje Pee-Wee Herman, puede que no sea un nombre demasiado conocido fuera de su país, pero seguro que los espectadores se han cruzado con su rostro alguna vez. Fue el protagonista, guionista y promotor del primer largometraje de Tim Burton, La gran aventura de Pee-Wee (1985). Ese personaje además tuvo un famosísimo programa infantil e incluso un relanzamiento en Netflix en 2016, y el actor hizo apariciones en Granujas a todo ritmo, Blow, Batman vuelve, Matilda, Mystery Men, Dr. Dolittle y Lo que hacemos en las sombras. Pero siempre se supo poco de él. Prefería estar a la sombra de Pee-Wee, personaje infantil, bailongo, irascible y con risa contagiosa con cuyo aspecto incluso acudía a los programas de entrevistas, estrenos y monólogos. Le chupó toda su personalidad. Y eso que su vida fue de lo más cautivadora, como verifican los tres premios Emmy (incluyendo mejor documental y dirección documental), de cinco nominaciones, que ha ganado la serie biográfica de dos episodios esta misma semana.

¿Quién era Paul Reubens? Este actor que aprendió del teatro clásico llegó al humor casi por casualidad, cuando aterrizó en la naciente escuela de improvisación de The Groundlings tras no lograr afianzar una carrera interpretativa “seria”. Solo había hecho pequeñas películas independientes, y, durante su etapa en la comedia, sufrió otra frustración: la de nunca alcanzar el elenco de Saturday Night Live. Pese a todo, era libre en su vida, con una pareja masculina, una familia que lo apoyaba y jamás sintiendo el rechazo por su sexualidad. Al menos hasta que a Reubens le llegó el éxito a través de Pee-Wee Herman, un personaje creado por casualidad con el que pasaría a ser una muñeca rusa: un actor homosexual escondido dentro de un cómico hetero escondido bajo un divertido y colorista personaje infantil. En su vida llevaba barba y pelo largo, pero en público ya nunca escapó de la voz barítona, flequillo pegado, maquillaje y pajarita roja.

Paul Reubens, en el documental 'El mismísimo Pee-Wee'.

La felicidad en su vida siempre estuvo en segundo plano. Y así lo reconoce este apasionado del coleccionismo y la televisión clásica en el documental: su ambición podía más. Y Pee-Wee le dio ese añorado éxito. Lo convirtió en invitado recurrente de David Letterman, protagonizó una emblemática obra de teatro en Broadway y tres películas (entre ellas la exitosa y muy original ópera prima de Burton) y explotó con el programa infantil Pee-wee’s Playhouse (1986-1991), convertida en serie de culto de la generación MTV. Lo veían niños y no tan niños.

Tan diligente fue su ascenso como fugaz su cancelación. En 1991, la policía detuvo a Reubens por masturbarse en un cine pornográfico. Así comenzó una persecución mediática pervertida por la homofobia desde los sectores conservadores. Citando a Los Simpson: “¿Nadie va a pensar en los niños?”. Eso es lo que le achacaban al criticarlo públicamente; que cómo alguien así no podría tener un programa de niños. Pero, ¿qué significaba alguien así? En realidad, lo señalaron por ser del colectivo LGTBIQ+. Cuenta en el documental que entonces le aseguraron que “la gente tiene muy poca memoria, y enseguida se olvidarán”, pero Reubens asegura que dos décadas después todavía lo recordaban por esa anécdota tan publicitada. Incluso así, supo cambiar de tercio, y su ambición le llevó a dar un giro a su carrera, apostando por papeles alejados de Pee-Wee. Comenzó una relación pública, además, con una amiga (la actriz Debi Mazar) para mejorar su imagen, y una vez más volvió al armario. Entonces, la industria le volvía a querer, cuando llegó otra estocada. En 2002 fue acusado de poseer pornografía infantil en su casa. Resulta que al final solo fueron unas revistas antiguas de erótica vintage con hombres enseñando el torso, pero nada paró una nueva embestida contra su sexualidad. Al final, los canceladores siempre son los mismos.

Paul Reubens, en el documental 'El mismísimo Pee-Wee'.

Lo importante del documental es el qué, sí, pero también cómo está contado. Reubens, pese a ser productor ejecutivo, nunca es un sujeto cómodo para el director Matt Wolf, a quien apela y cambia de tema constantemente buscando evitar lo que no quiere decir. De hecho, el cómico fue retrasando su declaración sobre este último suceso por desavenencias con el objetivo de la entrevista. Al final esas preguntas nunca se grabaron, aunque antes de morir dejó un audio con su versión: “Quería hacer este documental para enseñar a la gente quién soy, y lo doloroso y difícil que es que te señalen como algo que no eres. Cuando escuché la etiqueta ‘pedófilo’, sabía que todo iba a cambiar”, dijo en su lecho de muerte.

Ese giro final, y su actitud, forjó un documental diferente a lo que estamos acostumbrados, lejos de esos excesivamente laudatorios dedicados a cómicos y cantantes que se prodigan por plataformas. El propio Matt Wolf tuvo dudas sobre cómo contar sus choques, y al final se introdujo como un personaje más: “Era muy reticente a hacerlo así. Soy alérgico a los documentales donde el cineasta se inserta como esencial en la historia (...) Pero Paul era tan rebelde y se resistía tanto al proceso que reconocí que el material en bruto servía perfectamente para mostrar quién era realmente”, contaba Wolf a The Hollywood Reporter. Incluso, recordaba en un ensayo propio en la revista Vulture, que hubo otro montaje anterior “censurado” en el que no incluía esa cara. Habría sido interesante por su historia vital, pero mucho menos original, profundo y complejo como documental cinematográfico. Reubens habría vuelto a esconderse en otra personalidad.

Su escondite de medias verdades, sin embargo, se mantuvo hasta el final. Wolf intentó convencer a Reubens para que siguiera con la entrevista, y hasta le mostró los primeros 40 minutos del documental. La última vez que habló con él fue dos semanas antes de morir, y recibió su bendición. El director no tenía ni idea de que tenía cáncer, y la última entrevista se iba a grabar una semana después de su muerte. Así, Pee-Wee Herman seguirá siendo un maravilloso eterno misterio. A veces es mejor no saberlo todo.

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Sobre la firma

Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.
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