_
_
_
_

“¡Todo el mundo al suelo!”, otra vez: el 23-F revive en el Congreso con la filmación de la serie ‘Anatomía de un instante’

La visita al rodaje en las propias Cortes remueve la memoria de aquella dramática jornada de hace 43 años. Haber participado en el golpe acentúa la impresión

David Pareja, como Antonio Tejero, en la serie 'Anatomía de un instante'.
David Pareja, como Antonio Tejero, en la serie 'Anatomía de un instante'.JULIO VERGNE
Jacinto Antón

El otro sábado volví a entrar en el Congreso de los Diputados, 43 años, 10 meses, 25 días, 6 horas y 45 minutos después de la última vez, que fue durante el 23-F y como Policía Militar golpista (a la fuerza). Ahora regresaba desarmado, sin casco y por la puerta de detrás. Se rodaba Anatomía de un instante, serie basada en el célebre libro de 2009 de Javier Cercas, y yo iba a hacer un reportaje de la filmación, cargado esta vez no de municiones sino de bolígrafo, papel y recuerdos, y pasando continuamente del pasado al presente y de la la realidad a la ficción.

El Congreso estaba de nuevo lleno de guardias civiles, que impresionaban lo suyo, aunque uno vapeara y otro se entretuviera leyendo El lobo estepario, de Herman Hesse, algo que desde luego no hacían ninguno de los guardias de Tejero con los que me topé aquella noche de 1981 y que me daban palmaditas en la espalda creyéndome uno de los suyos (lo que nominalmente era) a la vez que me preguntaban “chico, ¿cuándo llegan los tanques?”. Tampoco iban entonces los guardias por los pasillos repitiendo a coro jocosamente “todo el mundo al suelo, todo el mundo al suelo” como esta vez entre toma y toma. En los lavabos de las Cortes, mientras trataba de reconocerme en la imagen que me devolvía el espejo y que no era ya para nada la de aquel joven soldado uniformado y sobrepasado por la situación, sonó el ruido de la descarga de una cisterna, se abrió la puerta y apareció, abrochándose el cinturón, ¡el mismísimo comandante Ricardo Pardo Zancada! Tragué saliva y me cuadré instintivamente. Pardo Zancada, en traje de campaña, me sonrió bajo la gorra negra de tanquista en la que brillaba la estrella de ocho puntas de su rango (esas cosas no se olvidan). Aún no me había recuperado de la impresión (fue él el que nos metió en el Congreso), y de hecho pensaba que me iba a desmayar, cuando sonó otra descarga se abrió una segunda puerta y se materializó, visiblemente aliviado, el teniente general José Luis Aramburu Topete. No eran ellos de verdad, claro: Aramburu Topete murió en 2011 y Pardo Zancada, que cuenta 89 años, hace tiempo que ya no va de uniforme (lo expulsaron del Ejército). Juan Viera, que encarna al comandante en algunas escenas, es en realidad venezolano y no tenía ni idea —se lo expliqué yo tras recobrarme del susto— de que la gorra con la que se tocaba era la reglamentaria de carrista de entonces de la Brunete (anterior a la boina), que tanto nos costaba colocarnos bien.

Rodaje de la serie 'Anatomía de un instante' en el Congreso.
Rodaje de la serie 'Anatomía de un instante' en el Congreso.Julio Vergne (JULIO VERGNE)

Cuando entré en el Congreso metralleta en mano aquel lejano 23-F (en puridad ya el 24 pues llegamos a la 1:30 de la madrugada) tenía 23 años y era soldado de reemplazo —es decir que hacía la mili— en la compañía número 1 de Policía Militar de la División Acorazada, que prestaba servicio en el cuartel general de la unidad blindada en El Pardo, lugar inolvidable en el que para crear ambiente lo primero que te encontrabas era un viejo pánzer nazi (hoy en El Goloso) en un parterre con flores. Mi compañía y otros efectivos rebañados en el acuartelamiento, poco más de un centenar de militares, fue todo lo que pudo llevar aquella noche Pardo Zancada para unirse a la ocupación del Congreso de Tejero y sus guardias civiles y tratar de empujar a la división, a la desesperada, a que se uniera efectivamente al golpe. Esto (que cuenta muy bien Cercas) lo he sabido después, entonces solo sabía que hacía frio, que era muy tarde, que vaya lío, mamá, y que nos enviaban a cumplir una misión que no sabíamos cuál era. Nos habían dicho horas antes que asaltaríamos el diario EL PAÍS para impedir a toda costa su publicación: ahora, ya sin metralleta, solo represento una amenaza para el diario cuando me paso de largo con los textos.

Al final, nuestra columna fue a parar, sin saber nosotros los soldados cómo ni por qué y lo que era más inquietante, para qué y a favor de quién, al Congreso, pasando a formar parte integral del meollo de aquella noche loca, sección Hermanos Marx. Desde que acabó todo y salimos, hacia mediodía del 24, en nuestros vehículos de vuelta al cuartel de El Pardo, no había vuelto a entrar en el Congreso de los Diputados. Durante unos años corrió la especie de que los que participamos en el golpe —incluso los que lo hicimos a la fuerza— teníamos vetada la entrada.

Ahora volvía como invitado —mitad periodista mitad modesta reliquia de aquella jornada histórica— de otra ocupación del Congreso, esta de buen rollo pero también una gran movida (500 figurantes): el rodaje de la serie de MovistarPlus+ producida por DLO y dirigida por Alberto Rodríguez, basada en el libro de Cercas que supuso el punto de inflexión, como lo había sido Soldados de Salamina para la Guerra Civil, de la mirada sobre el 23-F. El guion, de 200 páginas, lo han escrito Rafael Cobos y Fran Araújo teniendo muy en cuenta que “Cercas tiene una solidez que no tenemos ninguno”, pero a la vez que les corresponde a ellos el “cómo encarnar los hechos”.

Eduard Fernández, como Santiago Carrillo en el rodaje de 'Anatomía de un instante'
Eduard Fernández, como Santiago Carrillo en el rodaje de 'Anatomía de un instante'Julio Vergne

Es difícil explicar lo que se siente al regresar por primera vez, tantos años después, a un lugar donde pasaste uno de los momentos más importantes (y peligrosos) de tu vida, que a la vez fue un acontecimiento histórico, y te encuentras envuelto en una recreación muy realista de aquellos hechos. La cabeza da vueltas, las emociones te desbordan y naufragas en una tempestad de recuerdos.

“Lo siento, pero no está en la lista”. El guardia a la puerta del Congreso consulta los papeles mientras me digo que la otra vez fue más fácil entrar. Resulta que hay que acreditarse y lo hago en una tienda en el exterior montada al efecto y en la que guardan cola pacientemente cuatro extras ataviados de guardias civiles. Dentro, me pellizco y avanzo a la vez por el presente y el pasado mientras voy reconociendo espacios, escaleras, pasillos y salones cubiertos de alfombras. Me siento raro. También es verdad que he dormido poco y mal, aunque no tan poco y tan mal como el 23-F de verdad, cuando nos confinaron en el edificio de la compañía mientras esperábamos las órdenes que nos llevarían finalmente a las Cortes. Nos hicieron echarnos en las literas con el uniforme de faena puesto, las botas, las trinchas, las cartucheras y nuestro característico casco blanco de calimeros. Es difícil conciliar el sueño con casco. Hoy, además de todo lo que comporta revivir la aventura, en el hotel no funcionaba el agua caliente. Como talismanes para la jornada, este túnel del tiempo, me he traído fotos de la mili, una carta a la que hoy es mi mujer (“desde el principio he cogido tu foto y la he llevado todo el rato en el bolsillo del chaquetón”) y una de las insignias de PM que conservo. Llevo conmigo también el libro de Cercas. La otra vez no llevé ninguno, y mira que es raro en mí que siempre tengo miedo de aburrirme. Además, guardado debajo de la guerrera un libro hubiera podido amortiguar un balazo.

El primer gran momento de la vuelta al Congreso es en la M30, el pasillo circular que rodea el hemiciclo. En unas cajas en el suelo y colocadas también en el mismo pueden verse numerosas pistolas (incluida la que usa Tejero en la serie) y metralletas Star Z (los subfusiles que llevábamos nosotros). Cojo una, reconociendo el peso y el tacto, y la sensación de familiaridad es tremenda. Me pasé toda la noche el 23-F deambulando por el Congreso sin separarme del arma, que portaba colgada del hombro, con un cargador puesto y otros cuatro en las cartucheras (cien balas en total). “Estas son imitaciones o inutilizadas, tenemos también otras de munición de fogueo, pero aquí no nos han dejado entrar nada que dispare, todo es completamente de atrezo”, me explica el técnico de armas de la empresa Soldiers, Javier Casanova. Le digo que le puedo garantizar que dan el pego y se me queda mirando sorprendido.

Grabación en el exterior del Congreso de los Diputados de la serie.
Grabación en el exterior del Congreso de los Diputados de la serie.Julio Vergne

En la galería también pueden verse en mesas otros materiales de época para la película: encendedores, cajetillas de tabaco (hay que ver cómo se fumaba entonces), ceniceros, maletines, diarios, gafas, documentos (¡el Pacto del capó!). En uno de los salones está instalado el Video village o Combo, como le llaman, el monitor de rodaje, en el que se puede mirar la escena en curso. Se está rodando en el hemiciclo la reacción a la entrada de Tejero de los tres protagonistas principales del libro de Cercas, Adolfo Suárez (Álvaro Morte), Gutiérrez Mellado (Manolo Solo) y Santiago Carrillo (Eduard Fernández), los tres únicos que permanecieron en sus asientos sin obedecer el grito de “¡todo el mundo al suelo!”. Pepe Domínguez, director de arte, destaca la “maravilla” y el privilegio y la responsabilidad de poder filmar in situ. Y recalca la dificultad de representar y revivir algo que está en el recuerdo de todos (y de alguno ni te digo). “Hay que afinar mucho”, sostiene. Se han cambiado sillones en las bancadas para que se parezcan más a los de entonces.

Una regidora pide silencio a gritos. El monitor muestra en primer plano a Carrillo, con su eterno cigarrillo. “¡Motor!”. Se rueda. Resuenan los disparos, Carrillo / Fernández se estremece un poco pero se queda sentado mientras sus compañeros de bancada se lanzan de cabeza al suelo. La escena es a cámara lenta, lo que permite ver cómo caen, a la manera de una pequeña nevada, fragmentos de yeso del techo. “¡Una más!”, “buena, cambiamos de plano”.

Manolo Solo como Gutiérrez Mellado y Álvaro Morte como Adolfo Suárez, en 'Anatomía de un instante'.
Manolo Solo como Gutiérrez Mellado y Álvaro Morte como Adolfo Suárez, en 'Anatomía de un instante'.Julio Vergne

Aparece en la sala un guardia civil con tricornio y detrás de él el director, Alberto Rodríguez. “Tenemos tres días para rodar aquí, vamos a toda velocidad, hemos tenido que aprovechar a tope la ventana que nos han dado, lo que no podamos hacer habrá que rodarlo en estudio”, explica. Entra Gutiérrez Mellado, se asoma al monitor y suelta: “¡Qué guay!”. Luego llega Suárez. Tanto Solo como Morte llevan elementos de maquillaje para sus personajes (calva y nariz, respectivamente). Se suma el productor ejecutivo, José Manuel Lorenzo. “Ha sido muy difícil conseguir el permiso, afortunadamente han visto claro que era algo serio”. Se trabaja con tres unidades simultáneamente y aun así, temen que no se pueda rodar todo lo planificado. Está previsto filmar también en El Pardo y la Moncloa y acabar el rodaje de la serie —que ha empezado aquí, en el Congreso— en junio, luego quedará el montaje y que MovistarPlus+ encaje los cuatro episodios de 50 minutos de Anatomía de un instante en su parrilla. Los tres primeros capítulos corresponden a Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado, mostrando sus trayectorias que culminan en el instante cercasiano, mientras que el cuarto está dedicado al juicio del 23-F. La idea es seguir fielmente el espíritu del relato de Cercas, su interpretación de los hechos, “contar la historia y hacerla entretenida”, aunque con el matiz, señala Fran Araújo, de que “hay la misma distancia temporal del golpe al libro que del libro a la actualidad, y no puedes ver los hechos exactamente igual; hoy por ejemplo hay mucha gente que piensa que hay que hacer lo que haga falta para desbancar a Sánchez”. El objetivo principal es conseguir que cualquiera pueda entender bien el golpe con la serie. Y se aspira a enganchar a la gente joven. Un reto es “no caer en la caricatura ni el teatrillo”, y por ello se ha apostado por grandes actores. Araújo considera importante que se entiendan las motivaciones de todos, incluidos los golpistas, “que cuando hablaban de salvar a la patria lo creían de verdad”. Y luego, añade, está también “el lado Berlanga del 23-F…”.

Rodriguez se ha rodeado de su equipo habitual. “Siéntete libre de moverte por donde quieras”, me dice amablemente. Intento no molestar y no dar ideas, ni siquiera buenas ideas, como lo de poner muchos guardias civiles arriba, en la tribuna de público, donde estuvieron toda la noche apuntando con Cetmes a los diputados: lo sé porque los vi, y estuve entre ellos, camuflado como un golpista más.

Saludando al pasar el busto de Julián Besteiro, entro al hemiciclo. La gente del cine lo ha ocupado con sus aparatos, sus cables y su despliegue de tecnología, disciplina y urgencia. ¡Vaya plató! Un gigantesco globo de iluminación blanco en forma de dirigible cuelga sobre nuestras cabezas poniendo una nota surrealista. Un ayudante distribuye guardias civiles y ujieres por el espacio con un puntero láser mientras se va echando humo para recrear la atmósfera cargada de las sesiones parlamentarias de la época; en el golpe del 23-F todo el mundo fumaba, y mucho. Me doy casi de bruces con un teniente coronel de la guardia civil que se encuentra en un rincón muy discretamente. “Hoy no hay Tejero de verdad”, me informa un técnico, “es un figurante para el juego de luces”. A Tejero lo interpreta en la serie David Lorente. Armada es Juanma Navas, y el Rey, Miki Esparbé.

Se rueda ahora la escena en la que los guardias civiles se llevan del hemiciclo a Carrillo, que pensó que no era precisamente para que les contara su versión de Paracuellos. Claqueta, “acción”. Otra toma. Al acabarla, Eduard Fernández se quita una prótesis que es como un protector bucal de boxeo (sacó la idea de la interpretación de Marlon Brando en El padrino). Es increíble su capacidad de transformación: mientras va bajando hacia mí pasa de ser el secretario general del PC (cómo convive ahí dentro Millan Asray es un misterio) al tipo de siempre. Vaya año, Eduard. Sonríe. Considera que lo mejor de momento es su Enric Marco de Marco, basada en El impostor (otro Cercas), y de repente suelta una frase ronca y el personaje mentiroso se materializa. “Aún lo tengo”, establece. Carrillo, Marco, Fernández…, es difícil no sentirse hoy confuso. El actor no conoce aún personalmente a Cercas. Hablamos de la espléndida versión teatral de Anatomía de un instante que montó Álex Rigola en el Lliure en 2021. Una voz amplificada suelta entonces: “La figuración, al bar del Congreso para bocadillo”. Lo que me recuerda a cuando nosotros mismos fuimos al bar aquella noche y un guardia civil, con el Cetme cruzado a la espalda, me cortó unas lonchas de jamón y me puso en las manos una coca-cola y una lata de barquillos.

Aprovechando la pausa del rodaje me voy a dar una vuelta por el Congreso, siguiendo los pasos de la otra vez. Cuando entramos entonces, nos agruparon en la sala de prensa del edificio nuevo, donde, tras contarnos (no se hubiera despistado alguno), asustarnos un poco más de lo que estábamos y lanzarnos un par de arengas (“¡Viva España!”), los mandos nos dejaron tranquilos hasta que hicieran falta, Dios no lo quisiera, nuestros servicios. Mientras los oficiales iban a sus cosas de golpistas, unos cuantos soldados, tras los primeros momentos de asimilar lo inasimilable, decidimos movernos por ahí, algunos por curiosidad natural y otros pensando en buscar un lugar donde escondernos si las cosas se ponían mal, es decir, peor. A mí, el paseo me llevó varias veces al hemiciclo. Hoy todo está cambiado pero es reconocible, hasta el punto de que me parece que en cualquier momento van a aparecer Zequi, Adolf, Mariano, Jaume, Carles, Alfonso o Rafa para debatir por lo bajín qué hacemos si empiezan los tiros. De alguna manera, hoy vuelven a estar aquí todos conmigo.

Policía Militar de la División Acorazada, en los alrededores del Congreso el 23-F.
Policía Militar de la División Acorazada, en los alrededores del Congreso el 23-F.

En el exterior del Congreso, adonde salgo por el patio interior, donde está aparcado el coche original de Suárez —una de las pocas cosas auténticas del 23-F en el rodaje, como el taquígrafo del hemiciclo, que han recuperado, y yo mismo—, se están montando escenas de masas. Policías, guardias civiles, curiosos, periodistas (hay que ver como vestían los colegas entonces). Una cámara filmará desde un balcón del Palace. “Va a ser el plano más caro de mi carrera”, oigo decir al productor. “Rodaremos con VFX para luego limpiar lo que no es de época”. Han colocado hasta una cabina de teléfono como la que había y desde la que telefoneé a casa al llegar en la llamada más idiota de mi vida (“no os preocupéis, estoy en las Cortes”). Paso junto unos diputados que ya están saliendo liberados del Congreso —en el rodaje las cosas no se filman en orden cronológico, lo que hace aún más desconcertante la jornada— y me detengo a hablar al lado de un Fiat 131 beige con Aramburu Topete (Rafa Blanco), que me reconoce de los lavabos, y un teniente coronel que encarna Luis Meco y que resulta ser Eduardo Fuentes Gómez de Salazar, el artífice del Pacto del capó que exoneró a tantos golpistas, entre ellos a mis tenientes, los Pitufos.

Rodaje nocturno a la puerta del Congreso de 'Anatomía de un instante'
Rodaje nocturno a la puerta del Congreso de 'Anatomía de un instante'JULIO VERGNE

Sigo paseando por el ayer y el hoy, veo los autocares de los que descendieron los guardias civiles de Tejero (a uno de ellos que me dice que es capitán lo degrado a teniente: le señalo que lleva solo dos estrellas), y, para mi emoción, los Land Rovers de nuestra columna. Son exactos. Hasta lucen las calcas rojas de la división acorazada. Me acerco a uno, abro la portezuela y me meto dentro. El olor a metal viejo, grasa y combustible me deja anonadado. Aquella noche iba en el vehículo del capitán Carlos Álvarez Arenas. El transmisor de radio crepitaba. Todos guardábamos silencio mientras cruzábamos Madrid. Y entonces atravesamos los cordones de policía y paramos delante de los leones. Bajo del Land Rover sin saber si voy a aparecer en el ahora o hace 43 años. Y entonces veo a los policías militares, a nosotros. Dentro de lo emocionante del momento, digno del gato de Schrödinger, detecto algunos fallos: el escudo redondo del hombro luce las iniciales PM en azul y no en rojo, y las de los cascos son en negro (también eran rojas), además van sin chaquetón. Me acerco y les digo “fui uno de vosotros de verdad”, una frase que les cuesta entender. Me busco a mí mismo en la tropa, pero no me encuentro. Podría haberle dicho tantas cosas a ese joven. Que no se preocupara, que no pasaría nada, que la democracia vencería, más o menos. Que viviría muchos años y cosas con las que ahora solo podía soñar; le advertiría para que no cayera en mis mismos errores y le revelaría que sería esencialmente feliz, y que volvería a llevar el pelo largo. Y que un día lejano visitaría el rodaje de una película sobre eso que estaba viviendo.

Definitivamente turbado, regresé al interior del Congreso bajo la mirada de los leones, otra vez.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_