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Juan Antonio Bardem: la pasión por crear y por la igualdad social

Entre los homenajes que ha realizado en el centenario de su nacimiento TVE al cineasta de ‘Muerte de un ciclista’ y ‘Calle Mayor’, destaca el ‘Imprescindibles’, centrado en su militancia comunista y su obra

Gregorio Belinchón
Imprescindibles Juan Antonio Bardem
El cineasta Juan Antonio Bardem, en su despacho, en una imagen de enero de 2002.ULY MARTÍN

El centenario del nacimiento del cineasta Juan Antonio Bardem (Madrid, 1922-2002) está sirviendo para reivindicar a un creador tan vital como profundamente comunista, que creía que el cine “puede ayudar a la revolución” y que volcó todo su talento en unas obras que chocaron una y otra vez contra un muro de cerrazón: la censura de la dictadura franquista. Entre los homenajes realizados alrededor del pasado jueves, 2 de junio, día en el que hubiera cumplido el siglo, TVE proyectó el viernes Muerte de un ciclista (1955) y Calle Mayor (1956), aunque su mejor apuesta es Juan Antonio Bardem, vitalista militante, documental del programa Imprescindibles, que se emite este domingo, 5 de junio, a las 21.30 en La 2, y que recorre de manera inteligente y condensada la obra de un director que defendió un mandamiento artístico, fuera cual fuera su trabajo: “Si no te crees lo que haces, saldrá mal”.

El Imprescindibles que han codirigido Alberto Bermejo y David Herranz Garrudo arranca con la visión de Bardem de la muerte, que se basaba en un sueño: el de un pájaro muerto en una jaula. “En realidad, hacer una película es transmitir un sueño”, se escucha al cineasta. Bermejo y Herranz han buceado en el archivo de TVE para encontrar voces e imágenes tanto del protagonista de esa hora de duración, como de compañeros, amigos y familiares, a los que se ha entrevistado para la ocasión. Bardem queda dibujado como un hombre de enorme carcajada, que a la vez se tomó muy en serio el cine y su visión comunista —pero no la soviética, sino la del PCE, del español—: “La militancia comunista le da coherencia a la carrera”.

Alberto Closas y, al fondo, Lucía Bosé, en 'Muerte de un ciclista'.
Alberto Closas y, al fondo, Lucía Bosé, en 'Muerte de un ciclista'.

Uno de sus sobrinos, el actor y escritor Carlos Bardem, advierte al inicio: “Tuvo orgullo de la palabra cómico”. La saga se ha prolongado hasta nuestros días. Hijo de los actores Rafael Bardem y Matilde Muñoz Sampedro, sobrino de las actrices Mercedes y Guadalupe Muñoz Sampedro, sobrino nieto de la actriz Mercedes Sampedro y hermano de Pilar Bardem, durante su infancia vio poco a sus padres. “Estaban todo el día en el teatro, con dos y hasta tres funciones diarias”, recuerda. Tras acabar los estudios de ingeniería agrónoma, les dijo a sus progenitores que quería ser ingeniero de sonido, “para engañarles y no disgustarles”. Pero lo que hizo fue apuntarse al Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, la primera escuela del cine durante el franquismo. Allí coincidió con Luis García Berlanga, y juntos dirigieron Esa pareja feliz, en cuyo rodaje saltaron chispas entre ambos desde el primer día. “Bueno, hubo meteduras de patas”, confiesa Bardem. Y, obviamente, dos egos en marcha. “Uno, si era de verdad espectador, sabía que había otros mundos... con más libertad”, asegura el director. Esa pareja feliz marca el advenimiento de un nuevo aire fílmico, tanto que actualmente se celebra el día del cine español el 6 de octubre, jornada en la que en 1951 acabó su rodaje (aunque hubo que esperar hasta 1953 para su estreno). Bardem también estuvo en la escritura de ¡Bienvenido, mister Marshall! (1953) —“pocas veces he tenido la sensación de dar en el clavo como en ese momento”—, aunque la película se hizo sin él por un desencuentro en la preproducción. Tras ella llegaron Cómicos (1954) —clarísimo canto de amor a su familia— y Muerte de un ciclista (1955), que se estrenó en el festival de Cannes fuera de concurso, ya que Bardem era miembro del jurado, y sirvió como primera gran muestra de un cine social arriesgado que aprovechaba pequeñas grietas del franquismo para levantar testimonio de la época.

Entre esa obra maestra y la siguiente (los años cincuenta son los mejores de su filmografía), se desarrollaron las Conversaciones de Salamanca, un diagnóstico en 1955 del cine español que, como recuerda Bardem, “era políticamente ineficaz, socialmente falso, estéticamente nulo, intelectualmente ínfimo e industrialmente raquítico”. Y llega Calle Mayor, con la actriz estadounidense Betsy Blair trasmutada en mujer española de provincias. Blair recuerda el miedo que pasaron “cuando detuvieron a Juan Antonio durante el rodaje”. Hubo intentos de sustituirle, pero Blair, aconsejada por Jorge Semprún desde París, decidió esperar en España sin filmar con nadie. “Dije que no rodaría mientras él no me lo dijera a la cara”, recuerda la protagonista de este retrato amargo de un país aplastado por la dictadura, la religión y las convenciones sociales. Con ella ganó el premio de la crítica internacional del festival de Venecia de 1956.

Betsy Blair y José Suárez, en 'Calle Mayor'.
Betsy Blair y José Suárez, en 'Calle Mayor'.

Dos años más tarde, Bardem acometió La venganza, una historia que justo cuenta lo contrario, la reconciliación entre dos cuadrillas de segadores, pero que la censura obligó a titular así y a cambiar su contexto histórico (y hacerla viajar hasta la Segunda República). Con todo, fue la primera película española candidata al Oscar, lo que respaldó la impresión del director de buscar en la medida de lo posible coproducción extranjera para sus trabajos. “Creo en el oficio, lo hago lo mejor que sé y con él me gano la vida”, explica. Fernando Fernán Gómez, en la presentación de un libro sobre Bardem, en el que aparecía retratado en portada carcajeándose, le definía: “Se ríe porque no se ha traicionado”.

Juan Antonio Bardem recibe el Goya de honor 2002 de manos de su hijo Miguel y su hermana Pilar.
Juan Antonio Bardem recibe el Goya de honor 2002 de manos de su hijo Miguel y su hermana Pilar.GORKA LEJARCEGI

Juan Antonio Bardem, vitalista militante, que podría subtitularse comunista impenitente, repasa el resto de su carrera con sumo cuidado, con la voz del autor como cicerone de su propia obra. Incluso muestra cómo adorna los guiones con sus convicciones; en una charla de bar en 7 días de enero (1979), sobre el asesinato de los abogados laboralistas en la madrileña calle de Atocha por terroristas fascistas en enero de 1977, se escucha “quiero una sociedad sin clases... y sin reuniones”. La carrera de Bardem tuvo en los años ochenta y noventa más y mejor recorrido en la televisión que en el cine, lo que confirma una de sus reflexiones: “El problema no es hacer la película, el problema es que se vea”. Esa pasión por crear, y porque de paso se vieran las creaciones, asomó en la última frase del discurso de su Goya de Honor, recibido meses antes de fallecer: “¿Hay algún productor en la sala?”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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