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‘El nómada de la moto’, diario a dos ruedas de la España vaciada

Miquel Silvestre dejó su trabajo como registrador de la propiedad para recorrer el mundo en moto, y en su nuevo programa explora la provincia de Soria en tiempos de confinamiento

José Antonio Miquel Silvestre posa con Etheria, una de sus motos con la que ha realizado algunos de sus últimos viajes, en mayo de 2022, en Madrid.
José Antonio Miquel Silvestre posa con Etheria, una de sus motos con la que ha realizado algunos de sus últimos viajes, en mayo de 2022, en Madrid.Víctor Sainz

A los 35 años ya tenía la vida resuelta. Había sido el número uno de su promoción en las oposiciones a registrador de la propiedad de 2003. Miquel Silvestre (53 años, Denia) era soltero, ganaba más dinero del que gastaba y había alcanzado el que consideraba el cenit de la plenitud laboral. Estaba tan asentado que veía cómo se acercaban los 40 y temía que su vida no le ofreciera nuevos desafíos, así que acabó por ponérselos él mismo. Con la llegada de la temida edad, se tomó un año sabático y decidió escribir una novela. Para coger un poco de distancia con Madrid, donde vivía, se fue en moto hasta Irlanda, donde encontró el rastro de los náufragos de la Armada Invencible. Investigó sobre la epopeya de la expedición y la del capitán Francisco de Cuéllar, uno de los supervivientes de la zozobra. Y al hacerlo, Silvestre se dio cuenta de que en la combinación de ambos mundos, la historia y los viajes en moto, había encontrado la verdadera pasión de su vida. Desde entonces ha recorrido el mundo a dos ruedas y lo ha contado en libros o en formatos como Diario de un nómada, serie emitida en La 2 de 2015 a 2021. Ahora estrena un nuevo programa, El nómada de la moto (Canal Odisea), que desde el 10 de mayo narra las aventuras del cronista por la España vaciada, por la provincia de Soria, y vacía, ya que lo hizo durante el confinamiento.

Confiesa que viajar por la España profunda ha sido una experiencia muy distinta, en contraste con el resto de destinos “más remotos” a los que está acostumbrado. “He tratado de ver mi propio país con los ojos con los que voy a recorrer el mundo. Por una parte, a mí me ha parecido muy exótico, y, por la otra, me llevo un gran paisaje. Era de cuento, como la película de Amenábar [Abre los ojos (1997)] donde cerraron la Gran Vía y se ve una calle que no existe en realidad, sin gente, así que me sorprendió mucho”. Otra de sus grandes conclusiones es que le pareció un país “enormemente atractivo para recorrer en carretera”.

El motorista, tras comparar con las calzadas que ha visto por todo el mundo, considera “un lujo” el nivel de mantenimiento de las españolas. “España tiene las carreteras más solitarias de Europa y en mejor estado. Te puedes ir por ejemplo a Albania, donde hay que ser un amante de la aventura porque los caminos están completamente destruidos muchas veces. Sin embargo, aquí hay una red viaria fabulosa en provincias con muy poca población, en las que parece mentira que se cuiden tanto. Me parece un privilegio”, valora Silvestre.

La idea brotó en 2020 cuando, con la llegada de la pandemia del coronavirus, se vio obligado a cancelar un tour por Pakistán siguiendo la ruta de Alejandro Magno, algo que ha replicado con distintos personajes y hechos históricos. En una de sus primeras grandes aventuras, la Ruta de los exploradores olvidados, que le llevó un año desde que partió en julio de 2011, atravesó zonas de Europa, África, Asia y América para conmemorar a grandes viajeros españoles que hoy gozan de menos reconocimiento. Entre ellos, Pedro Páez, que descubrió las fuentes del Nilo Azul en el interior de Etiopía; Salvador Fidalgo, que en 1790 fundó Valdez, la ciudad española más septentrional del mundo, en Alaska; o Francisco de la Bodega y Quadra, Juan de Fuca y Dionisio Alcalá Galiano, que fueron los primeros europeos en navegar y pisar la Isla de Vancouver, en la Columbia británica. En una de sus últimas aventuras, en 2019, fue tras las huellas de Gengis Kan y cruzó Asia central hasta llegar a Mongolia.

La compañera de viaje

Pero igual que el conquistador mongol tenía a Tormenta o Alejandro Magno contaba con Bucéfalo, Silvestre no recorre el camino solo. Normalmente, lo hace a lomos de La Gorda, una BMW R 1200 GS, su moto más icónica y su ojito derecho de entre toda su flota, con la que ha recorrido más de 150.000 kilómetros. En su garaje tiene donde elegir, y también destaca a Atrevida, con la que dio la vuelta al mundo, o a Etheria, que debe su nombre a una viajera hispanorromana del siglo IV, y de la que no se separa durante toda la entrevista.

Pero La Gorda tiene algo especial para él: “Se ha convertido en un personaje más de mi historia. Es la primera moto con la que yo empecé a hacer viajes de aventura. Estaba en el viaje de La emoción del nómada, el más iniciático, donde recorro Ucrania, Rusia, Kazajistán, la ruta de la seda… Esas experiencias se quedan grabadas en la motocicleta, en tus vivencias con la moto. Y cuando haces un viaje de este tipo y tu vida depende de ellas, y hablas con ellas, y te enfadas, y les gritas y las tratas con cariño, son como amigos. Entonces hay una vinculación personal que te hace muy difícil desprenderte”, cuenta en su canal de YouTube, donde acumula 120.000 personas que siguen sus andanzas del día a día.

Silvestre confiesa que los viajes le han cambiado la vida por muchos motivos. El más directo: durante una entrevista, conoció a una periodista que hoy es su mujer, y con la que tiene dos hijos. Por ellos no se puede permitir renegar de su trabajo como registrador de la propiedad, pero en sus vacaciones, con permiso de su familia, se escapa con la moto. Admite que sería “un hombre infeliz si no hiciera estos viajes”. También le han cambiado su perspectiva del mundo, del que sobre todo quiere transmitir dos cosas: la primera es que “somos unos afortunados porque la realidad está poblada de un 80% de personas que viven en condiciones intolerables”; y la segunda es que somos capaces de hacer muchas más cosas de las que creemos, “porque te inoculan el miedo en esta sociedad”. Solo ha temido por su vida en 2008, en Mauritania, cuando al quedarse sin gasolina y en territorio hostil no descartaba un posible secuestro. Pero sus historias siempre han acabado bien, y Silvestre bromea con que, mientras quede gasolina, seguirá quemando las dos ruedas sobre el asfalto allá donde quiera que vaya.

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