El artista que convirtió al Quijote en un dibujo animado: “Disney lo había intentado primero”
La Filmoteca Nacional adquiere el fondo artístico de Cruz Delgado, el creador de la serie ‘Don Quijote’, ‘Los trotamúsicos’ y de la primera ficción de dibujos animados de TVE
El año en el que nació Cruz Delgado vieron la luz por primera vez los personajes de Tintín y Popeye; uno de los padres de la tecnología audiovisual, Vladimir Zworykin, acababa de presentar un tubo de rayos catódicos que desembocaría en los primeros televisores y falleció el cineasta español, y uno de los precursores de la animación, Segundo de Chomón. Era 1929 y hacía apenas un año que el ratón Mickey había triunfado con el cortometraje de animación Steamboat Willie. Todos estos hitos marcarían la vida de Delgado, uno de los pioneros de los dibujos animados en España.
Autodidacta desde muy pequeño, Delgado es conocido hoy como el creador de la primera serie de animación de TVE, como director de varias películas de éxito de dibujos animados que pugnaron por la atención del público en una época en la que Disney tenía el monopolio y como el primer ganador del Goya a la Mejor película de animación. La Filmoteca se acaba de hacer, asegurando así su preservación, con abundante material de archivo del creador de la serie de dibujos Don Quijote de la Mancha que marcó a toda una generación a principio de los años ochenta.
A sus 91 años, Delgado (ya vacunado contra la covid-19) está hoy fuera de casa y recorriendo la muestra Animación.es: Una historia en una exposición en la Imprenta Municipal de Madrid, donde su trabajo está destacado entre otras obras referenciales españolas: el primer largometraje de animación español, Garbancito de la Mancha (1945), de Arturo Moreno, o Klaus, primera película original de animación de Netflix y candidata al Oscar, producida en el madrileño estudio Spa de Sergio Pablos. Sentado en un banco enfrente del cartel de la película que le dio el Goya, Los cuatro músicos de Bremen (1989), Delgado repasa su historia, que a la vez es la espina dorsal de la historia de la ficción animada en España, gracias a series como El gato con botas, Molécula, El canguro Boxy, Mágica aventura, El desván de la fantasía (con José Ramón Sánchez), Los Trotamúsicos o el Don Quijote de la Mancha de TVE. “En España ha habido siempre muy buenos dibujantes, se han hecho muchas cosas, aunque ha habido dibujantes muy buenos que no se han dedicado a hacer dibujos animados”, apunta, “como una persona muy conocida y un gran artista como fue Mingote, que quiso hacer pruebas de animación y no le salió, diciendo que esto no le iba. La animación... no todo el mundo la sabe interpretar”.
Delgado sintió atracción por el dibujo en general y por la animación en particular cuando a los cinco años descubrió el mundo de Disney en un céntrico cine madrileño con Los tres cerditos. Durante los años siguientes su pasión por los tebeos creció hasta el punto de montar una red de alquiler de cómics, lo que le llevó a pensar que le saldría más a cuenta escribir y dibujar él mismo las historietas. Se apuntó a cursos de dibujo, además de imitar lo que veía. “La historieta me vino muy bien para hacer dibujos animados, porque donde termina la historieta empieza el dibujo animado, es el storyboard [guion gráfico de la historia que se usa como guía para rodar]. Tiene los personajes, hay un plano, un contraplano, hay panorámicas, etcétera, todo eso viene muy bien a la hora de hacer un storyboard”.
Las técnicas cinematográficas las absorbió también por observación. Estudió por su cuenta y experimentó con radiografías viejas, que limpiaba con acetona y usaba a modo de celuloide. “Lo hacía en un cuartillo que tenía mi padre en la calle del Prado. Cuando ya pude encontrar películas de super 8, las estudiaba”, narra el creador. “En el cine, con lo que existía entonces, cines de sesión continua, llegué a barbaridades como ver Los tres caballeros [también de Disney, estrenada en España cuando él tenía 18 años] 30 veces, simplemente porque quería fijarme en cosas. Era una cosa de locura, de afición, que lo llevas dentro”. Se compró una cámara de cuerda de 35 milímetros Kinamo en el Rastro y la modificó con un obturador para poder rodar fotograma a fotograma. “Me hice una película de tres minutos, de un personaje mío que estuvo publicándose en una revista durante un par de años, Molécula, hice la animación, fondos, color, rodaje... cosas muy artesanas, pero la rodé. Existe, la tengo. Años más tarde se convirtió en un cortometraje de nueve minutos”, relata.
Trabajó durante casi un lustro en los estudios de animación para publicidad de los hermanos José Luis y Santiago Moro (creadores de la familia Telerín) y pasó un año en un estudio de animación en Bruselas, donde colaboró con revistas como Le Journal de Spirou y Tintin. Al volver a España montó un pequeño estudio en el que hicieron el cortometraje El gato con botas (1964), que resultó en un éxito popular y de premios. Y apareció la televisión: TVE, que había comenzado sus emisiones en 1956, estrenó en 1968 su primera serie propia de animación, Molécula, basada en aquel personaje que Delgado había inventado en el taller de la calle del Prado.
Su obsesión era hacer un largometraje. Y a partir de cortos anteriores, elaboró un proyecto basado en cuentos tradicionales que presentó a la división española de Warner. Gustó tanto que terminó por hacer aquella película, Mágica aventura (1973), que le abriría las puertas a otros proyectos. “Se estrenó en el cine Imperial, que estaba dedicado a Disney, y estuvo mes y medio en cartel”, se congratula.
A finales de los años setenta arrancó la obra que marcaría su fama para siempre. Duró seis años y le costó más de lo que le hubiese gustado, pero abordaba una de sus grandes pasiones: El Quijote de Miguel de Cervantes. “Quería trasladarlo a imágenes en dibujo animado en una película; es más, ese intento lo tuvo también Walt Disney. Pedí información para registrar los nombres y cuando lo hice, lo había pedido Disney en aquellos años, pero no llegó a hacerlo”, recuerda. Para llevarlo a cabo acudió al productor José Javier Romagosa. “Él trajo a España la serie Heidi, un gran éxito. Pensé que era la única persona que podía hacerme caso. O me hace caso, o me manda a hacer puñetas. Le encantó. Yo quería hacer un largometraje, pero me dijo que le interesaba hacer una serie de televisión. Y yo decía, ‘es que eso son muchos metros de película, mucho dibujo”. Llegaron a un acuerdo e hicieron un episodio piloto de 15 minutos con tres momentos populares del libro, los molinos, el manteo y los cueros de vino. En TVE tardaron mucho en dar el visto bueno y al final se rodaron 39 capítulos que cubrían casi la obra completa.
Salvados por Alfonso XIII
El Quijote contó con las voces de Fernando Fernán Gómez para el caballero andante, Antonio Ferrandis para Sancho Panza y Rafael de Penagos para la voz superpuesta de Cervantes. “Empezamos a hacer el episodio 1 a principios de 1979, el contrato decía que se tenía que empezar a emitir en octubre de ese año. Tuve que poner en marcha un estudio, yo tenía ya mi gente, pero hubo que trasladarse a un local muy grande, buscar más gente y a pesar de eso lo pasamos muy mal. Íbamos siempre justísimos”. Y llegó Alfonso XIII para dar un respiro.
En enero de 1980, los restos del monarca muerto en 1941 en Roma fueron trasladados a Madrid. TVE suspendió la programación aquellos días, a excepción de los informativos. “Si eso no ocurre, ese sábado no hubiéramos podido emitir”, recuerda Delgado. La serie marcó a una generación de niños y fue el primer fenómeno español explotado a través de la comercialización de productos. “Romagosa es un experto en eso. El mejor que ha habido en España. Sacó unas licencias muy buenas, como Danone, Bruguera, contratos importantes, para ir alimentando al personal, las nóminas caían y había que pagar, y el material. Se dijo que habían subido considerablemente la venta de libros de El Quijote, y que la serie había acercado a los niños, que eran como aventuras.... Fue un atrevimiento de Romagosa y Cruz Delgado de meterse en ese lío, hacer una obra de esas dimensiones”.
Delgado no trabaja desde los años noventa. Sigue al día de lo que ocurre en el ámbito de los dibujos animados y se mantiene como defensor de un tipo de animación tradicional que está desapareciendo: “La animación por ordenador es una cosa más fría. Yo hago un dibujo, lo muevo, lo veo, hay una intención que es muy difícil dar en el ordenador. Que es muy bueno, por supuesto, está muy bien, pero no es lo mismo. Lo otro es más íntimo, más corazón, una emoción que se traslada al público”.
El 'Lazarillo de Tormes', en un cajón
La serie de Los trotamúsicos (1989-1990), que hizo junto a su hijo Cruz Delgado Sánchez, escritor y experto en cine de animación, fue su último trabajo. En el tintero se quedaron varios proyectos. “Uno era el Lazarillo de Tormes, hicimos bastantes bocetos, con la participación de mi hijo también. Tenía dos proyectos que entregué en TVE y ahí se han quedado. Uno era de un personaje mío, Mac Mapache, teníamos hasta ya siete storyboards hechos y fondos. Y otro de Molécula, pero se quedaron en el archivo de TVE. Se quedaron porque echaron el cierre, el departamento de animación desapareció, se acabó. Después, las series que se hicieron, se han hecho fuera de España, como la de D’Artacán y los tres mosqueperros y todo eso, está hecho en Japón, no hay ni un solo animador o fondista español. Las películas que yo he hecho, desde el primer boceto al último fotograma, la historia, la animación, todo es hecho aquí, no se ha hecho nada fuera. Hasta el negativo, se rodaba en España y se llevaba al laboratorio Fotofilm Y la sonoración”.
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