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José María Aznar en ‘Lo de Évole’: El hombre que nunca pide disculpas

El expresidente dice ante Évole que no se arrepiente de nada y asegura que tampoco tenía “ni la más remota idea” de la corrupción de su partido

José María Aznar, durante un instante de su entrevista en 'Lo de Évole'.
José María Aznar, durante un instante de su entrevista en 'Lo de Évole'.LA SEXTA
Xosé Hermida

Habían pasado ya 50 minutos de conversación entre Jordi Évole y José María Aznar cuando el entrevistador, con esa aparente amabilidad en la que camufla sus flechas más venenosas, se siente impulsado a preguntarle: “¿Usted se gusta mucho, señor Aznar?”. El expresidente del Gobierno estalla en una carcajada y deja el interrogante en el aire. La respuesta llegaría justo al final del programa emitido por La Sexta. Évole recuerda a Aznar que de joven se planteó ser periodista, la profesión de su padre, y le pide que resuma la conversación en un titular. El expresidente no se lo piensa mucho: “Ha estado muy bien Aznar”.

Esa olvidada vocación periodística del que todavía sigue siendo el gran tótem de buena parte de la derecha española aflora al abordar la inevitable referencia a la corrupción. Évole insiste e insiste, pero el exlíder del PP se atrinchera: no tenía “ni la más remota idea” de que sus tesoreros manejasen una caja b, ni de que se repartiesen sobresueldos entre los dirigentes –”yo no los he cobrado, nunca, jamás”–, que si acaso hubo “alguna acción irregular” de “algunas personas” y que, de haberlo sabido, lo “hubiese corregido de manera absolutamente drástica”. Évole no suelta la presa, le argumenta que resulta difícil de creer que todo eso sucediese sin su conocimiento y entonces es Aznar el que pasa a hacer las preguntas: “¿Cuánta gente trabaja en su programa?” “¿Usted sabe lo que hacen todos ellos?”. El periodista decide mostrarle una intervención suya en el Congreso en los años noventa en la que el entonces líder de la oposición dispara contra Felipe González: “¿Es posible que la corrupción desfile por delante de su despacho sin que usted se entere?”. ¿Se arrepiente ahora de haber dicho eso? En absoluto: “Fue un buen discurso”. Y una nueva carcajada.

Aznar no se arrepiente de nada, por mucho que Évole le vaya enfrentando a sus palabras del pasado. Ni de haber llamado a ETA “Movimiento de Liberación Nacional Vasco”, ni de haber sugerido posibles beneficios penitenciarios para los terroristas si abandonaban las armas, ni mucho menos de haber asegurado en televisión: “Irak tiene armas de destrucción masiva, puede usted estar seguro y todos los que nos están viendo”. Tampoco de haber atribuido a ETA los atentados del 11-M. Ni de haber dicho en el Parlamento que los que ”idearon” la matanza “no están en desiertos remotos ni en montañas lejanas”, porque todavía hoy Aznar está convencido de que los que planificaron aquello “conocían muy bien el terreno y conocían muy bien lo que pasaba en España”. En esos días, “el Gobierno no tenía más intención que la de decir la verdad” y “los que tienen que dar explicaciones” son los que lo criticaron entonces, “los que hicieron acusaciones sin fundamento, totalmente inaceptables y una vergüenza democrática”. En su particular versión de la historia, llega a negar lo que el entonces director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, ha relatado varias veces con todo detalle: que fue una llamada del expresidente dándole garantías de la autoría de ETA la que lo convenció a cambiar el titular de la edición especial del periódico ese día.

Solo hay un instante en que Aznar roza la autocrítica. Es cuando Évole le recuerda aquellas palabras suyas en las que defendía que nadie le podía prohibir ponerse al volante con unas copas de vino. El expresidente aduce que en ese momento no sabía que estuviese en marcha una campaña de la DGT para prevenir ese tipo de conductas. Y musita un “lo siento”. Évole ve ahí su oportunidad: “¿Pide disculpas, entonces?”. Aznar sale al quite: “No, no… he dicho que lo siento”. Y suena otra vez la carcajada.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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