Jordi Évole: “Reconocer que hasta nuestros mitos están sucios es muy duro”
El periodista recibe a José María Aznar, Ibai Llanos y Eufemiano Fuentes en la nueva tanda de episodios de su programa
Jordi Évole (Cornellá de Llobregat, Barcelona, 46 años) está encerrado en un hotel del centro de Madrid. Es jueves y faltan dos días para que se ponga en marcha otra vez. Al lío, al ruido, al foco. La razón es que Lo de Évole, su programa, estrena minitemporada este domingo en La Sexta con una entrevista, la primera en este canal, al expresidente José María Aznar. Évole ha hecho nueve programas de los cuales se anuncian cuatro con cuatro protagonistas, además de Aznar: el retransmisor por internet Ibai Llanos; el médico Eufemiano Fuentes, en el centro de la Operación Puerto, una red de dopaje que puso patas arriba el ciclismo mundial; y Francisco Blanco, padre de Nadia, condenado por estafa tras utilizar una enfermedad rara de su hija para enriquecerse mediante donaciones. Évole baja de la habitación, obedece a la fotógrafa posando durante diez minutos y pide un botellín de agua; “¿hemos empezado?”, pregunta al sentarse en la mesa. Hemos empezado.
Pregunta. ¿Qué ha pasado este año?
Respuesta. Ha pasado que el periodismo necesita ir a los sitios para explicar lo que pasa. Y cuando nos dijeron que no podíamos salir, muchos desertamos. Porque si te vas a una guerra te pones en peligro, pero si te vas a cubrir una pandemia sin información y donde está pegando fuerte, cuando vuelvas a casa puedes perjudicar a los tuyos. Y eso nos bloqueó un poco. Tuvimos mucho miedo. Al principio la cagamos bastante.
P. Mientras, las UCI desbordadas y gente enterrada sin la compañía de sus familiares. ¿El Gobierno puso todos los obstáculos para que esto no se viera?
R. Todos, todos.
P. Hay cosas que hay que ver, aunque molesten.
R. Y hubiesen servido para dimensionar lo que estaba pasando. Huimos de esa crudeza, pero esa crudeza existe y no la enseñamos al principio. El primer fin de semana de confinamiento tenía la sensación de que estábamos en una especie de campamento. Yo creo que hemos tenido todos mucho miedo a dejar de vivir bien. De golpe y porrazo nos hemos dado cuenta de una fragilidad enorme y que el tsunami nos podía tocar a nosotros. El tsunami siempre tocaba a otros. Hasta el punto de que les tocaba a los italianos y aquí seguíamos negándolo.
P. ¿Y usted dónde ha estado?
R. ¡Entrevistando! A gente que tiene un punto de revisitar cierto pasado. Los personajes retirados hablan con mucha más libertad que los que siguen en activo. El caso, por ejemplo, de alguien como Eufemiano Fuentes. Es muy peligroso que este señor hable. Todos queremos mantener nuestros ídolos. Jode mucho cuando se caen. Necesitamos esos mitos y que estén limpios, porque reconocer que hasta nuestros mitos están sucios es muy jodido. Hay una generación para la que imagínate lo que ha supuesto la caída del mito de Juan Carlos, el rey emérito.
P. ¿Fuentes da nombres nuevos?
R. Al menos nombres que yo no había escuchado. Gordos, sí. A veces para crear el mito tiene que venir un druida a infiltrarlo, a ponerlo como un toro para que impresione. El mito es un filtro de Instagram. No puede fallarnos. Y todos los personajes que visitan a Eufemiano no nos habían fallado. Si él de repente empieza a decir: este que ganó la medalla de tal estaba en el ajo, aquel… Yo pensaba: no sé si quiero saberlo.
P. Una pista, ¿Barcelona 92?
R. Los Juegos del 92, otro mito. Sí, va a hablar de Barcelona 92.
P. Aznar.
R. Lo más previsible es que acabásemos mal. Y yo no quería. Empecé diciéndole: “Mire, usted y yo seguramente no votamos al mismo partido y seguramente no celebramos los goles del mismo equipo, pero estoy muy contento de que esté aquí sentado”. Me apeteció decirle esto, no quería que fuese un combate.
P. ¿Cómo empezó?
R. Yo le dije: “Le voy a hablar de temas que le van a incomodar, ¿adivinaría tres de esos temas?”. Me respondió: “Sí, hombre, le voy a hacer yo su trabajo”.
P. Pero no acabaron mal.
R. Tuvo momentos duros, porque hay capítulos de su trayectoria que nos generan muchas dudas: por qué se gestionó como se gestionó el 11-M, por ejemplo. No reconoce ningún error. Él no pide perdón, ¿para qué? Quería que él diese su versión de los hechos, con las preguntas que hiciesen falta. Pero ni un paso atrás. Hay un momento en que me dice: “Si tengo que decir lo siento, lo digo”. “Creo que es la primera vez que le veo pedir disculpas en público”, le digo. Y responde: “No, no estoy pidiendo disculpas, estoy diciendo que si tengo que decir lo siento, lo digo”. Eso define al personaje.
P. ¿Se ha abusado de llamar extrema derecha al PP?
R. Creo que muchos preferiríamos al PP de antes y que no existiese Vox, que es una escisión. Porque no hay una gente que piense de otra forma a partir del nacimiento de Vox; estaban integrados porque hasta entonces se sentían reconocidos por las políticas del Partido Popular. Sí hemos abusado un montón de las palabras. Todos hemos dicho fascismo, extrema derecha, extrema izquierda, y nos hemos hecho un flaco favor. Hay que dosificar según qué palabras y colocarlas cuando toca.
P. ¿Usted se dosifica?
R. Lo que no hago, y antes sí hacía, es entrar a todos los trapos. Me he ido quitando de esa opinión constante porque al principio en las redes sociales iba a saco. Dosifico mucho más. Hemos entrado en un mundo en el que la opinión gana por goleada a la información.
P. Opine de Hasél y los disturbios.
R. Si hablamos de libertad de expresión, no quiero que este tío vaya a la cárcel y he firmado un manifiesto para que no lo haga por una canción. Ahora bien, ¿convertir a Pablo Hasél en el símbolo de la libertad de expresión? ¿No nos pasamos de frenada? Si alguno de los que queman contenedores tiene una conversación de más de media hora con Hasél dirá: “¿Y yo estoy quemando contenedores por este tío?”. “Hasél, escucha durante quince días seguidos tu música, eso es una condena”. No hace falta ir a la cárcel.
P. Ibai.
R. Lo conocía por mi hijo. Cuando entro en su habitación, está viendo a Ibai. Y me pongo celoso, porque hasta hace muy poco mi hijo pasaba mucho tiempo conmigo y se me acabó eso. Así que fui a ver a Ibai. Quiero saber por qué.
P. Por qué.
R. Por su naturalidad, lo directo que es. Hace de todo un espectáculo. Él se define como un entretenedor. Puestos a elegir a alguien para que mi hijo lo tenga como referente, me parece bien que tenga a este tío. Tiene ese punto de conciencia de clase, de venir de abajo, de acompañar a un abuelo ATS que iba a los barrios más marginales de Bilbao a curar a gente, de ver cómo su padre se quedaba sin curro en plena crisis de 2008, con deudas. Ha vivido un tipo de situación que desconocía, y en la entrevista descubrí por qué este chico, cuando muchos de sus compañeros se están yendo a tributar Andorra, te dice que nos tenemos que quedar aquí. Porque el que más tiene, más tiene que contribuir. Y que un tío de 25 años lance ese mensaje a adolescentes es mucho más eficaz que lo que yo le pueda decir a mi hijo. Ha hecho la campaña del Ministerio de Hacienda más bestia desde el “Hacienda somos todos” de Boyer. Desde los ochenta no ha habido alguien que haya hecho un discurso a favor del pago de impuestos tan eficaz como el de Ibai.
P. Fue a su casa.
R. Un casoplón en Cerdanyola. Hablé antes con su padre. Un tío que se ha currado la vida. Y ahora ve a su hijo que gana un millón de euros al año. “Mi casa tiene 70 metros”, me decía, “que es lo que tiene su comedor”. Mira, en Twitch tiene 40.000 suscriptores. 40.000 personas que pagan por verle a él; gente que quiere tener un plus de lo que él da gratis. Cinco dólares al mes. Él se queda tres. Tres dólares por 40.000 son 120.000 dólares al mes. Súmale la publi, súmale YouTube… ¿Qué le puede pagar Movistar, la SER o quién sea? ¿Por qué iba a dejar su canal? Es un cambio de paradigma absoluto. Antes había unos operadores que todos teníamos más o menos claros, pero de repente…
P. Twitch es de Amazon.
R. Yo le dije: “Si tú te enteras de que Amazon maltrata a sus trabajadores, o le paga sueldos de mierda, ¿lo dirías en tu canal?”. Y me dice: “Nunca me lo había planteado. Pero no me van a cerrar a mí si lo que estoy denunciando es verdad”. Qué ingenuidad.
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