_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Évole se reinventa y hace historia de la tele

'Lo de Évole' parecía un título ególatra y de culto estalinista a la personalidad, pero a los dos minutos quedó claro que el nuevo programa no podía llamarse de otra forma

El periodista Jordi Évole en la serie documental 'Lo de Évole'. En vídeo, avance de la serie.
Sergio del Molino
Más información
Qué mosca les ha picado a los agricultores
No hay gordos como los de antes en la tele

Lo de Évole parecía un título ególatra y de culto estalinista a la personalidad, pero a los dos minutos quedó claro que el nuevo programa de Ídem no podía llamarse de otra forma. Le dijo el aludido a Luz Sánchez-Mellado que reinventarse cuesta un cojón, pero yo creo que lo que hizo el domingo va más allá de una reinvención personal: se trata, sin ningún pero, de historia de la tele.

Évole quiere reeditar Cuerda de presos, el programa de Jesús Quintero en Antena 3 en el que entrevistó a varios presos en sus cárceles en 1996. En este episodio prólogo cuenta su obsesión con el programa (y con el Loco de la Colina) a través de un recurso antitelevisivo: grabando el proceso de preproducción. Es decir, mostrando la tramoya que siempre se oculta.

En esta trama, Quintero parecía una especie de coronel Kurtz, inalcanzable en las marismas del Guadalquivir. Era muy entretenido ver a Évole remontar el río y encontrarse con los que hicieron aquel programa y con los presos que entrevistó. Por eso, como el final de Apocalipsis Now, fue decepcionante que el propio Quintero apareciera en la puerta de su casa, en una escena que desmerecía el programa y se parecía más al acoso de un reportero rosa a una tonadillera.

Pero fue un anticlímax menor y disculpable en un documental que sugería muchas reflexiones sobre el testimonio, el silencio y qué es una entrevista. Fue tan interesante, que el morbo del cebo de Oriol Junqueras quedó casi en nada. ¿A quién le importaban a esas alturas las palabras de un político, por muy preso que esté? Su aparición fue como abrir la ventana al ruido grosero del mundo después de haber escuchado un susurro armonioso.

No sé si de verdad le ha costado un cojón a Évole todo esto, pero bien lo merecía.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_